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domingo, 17 de junio de 2012

Yo soy griego


Independientemente del resultado de las elecciones que hoy se están realizando en Grecia (a esta hora de la tarde aún ni siquiera han cerrado los colegios electorales), quiero decir algo:

Esta mañana he escuchado en la radio a un griego de 50 años; un hombre que hablaba muy bien español y que, en entrevista en directo desde Grecia, le decía a una famosa locutora española a la que no trago (no sé por qué escucho su programa los sábados y domingos por la mañana!) que era arquitecto técnico, aunque hacía más de un año que no tenía trabajo; ahora no tenía ni siquiera subsidio de desempleo y comía de la caridad, esperando cola a diario para que le dieran su plato.
Este hombre no lloraba, no se quejaba; no exigía al Estado ni a nadie que se hiciera cargo de él; sólo planteaba una cuestión: el hastío por la cantidad de insultos que cada día, desde hacía un año y pico, le dedicaban a él y a su país los alemanes y particularmente la Merkel. "Estoy harto de que nos llamen vagos y estúpidos", decía; "en Grecia hemos trabajado como el que más; la inmensa mayoría de los griegos nos hemos levantado antes del amanecer para ir a nuestros trabajos. Ahora lo hemos perdido todo, pero no sabemos por qué". Y luego, añadía "los griegos nos sentimos cerca de los españoles; y de los italianos y de los portugueses. Somos la Cultura del Mediterráneo. Estoy harto de que nos insulten a diario; están acabando con nuestra Cultura".

Este hombre de mi misma edad me ha emocionado hasta el punto de que se me han saltado las lágrimas escuchándole. Como digo, no se quejaba de la situación a la que este huracán destructor que acompaña los planes de Alemania le ha llevado (nos está llevando a todos); ni siquiera despotricaba contra los políticos de su país o de Bruselas; no. Lo que reclamaba era respeto por lo que significa Grecia; por lo que significan los países mediterráneos. Respeto: sólo eso.

En mi opinión, y habiendo leído más de uno y más de veinte libros de alguien que hace ya casi 100 años se preocupaba extraordinariamente por el futuro de Europa -Ortega y Gasset: uno de mis modelos vitales-, pienso siempre que si éste levantara la cabeza y viera cómo se ha intentado construir su viejo sueño (los Estados Unidos de Europa), empezando por el tejado -la moneda única!-, se daría de testarazos contra la tapa del ataúd para perder la conciencia cuanto antes y regresar al mundo de los que no sienten al grito de "No es esto! No es esto!"

En un universo en el que el Libre Mercado ha sido confundido dramáticamente con la Vida Real, es lógico que estas cosas ocurran: antes de hacernos sentir copartícipes de una Unidad Superior (Europa); antes de dotarnos con unas leyes fiscales comunes; antes de hacernos comprender que deberíamos ceder más de la mitad de nuestra Soberanía particular (la española, la francesa, la italiana, etc.) en aras de una Soberanía común (la europea); antes que nada, digo, hemos acuñado una hermosa moneda con un glorioso nombre: el Euro. Y luego, a la cabeza del tren de los locos, se han puesto Alemania y Francia, con ese prurito que tienen siempre los más listos de la clase para arrogarse responsabilidades y competencias que quizás no estaban preparados para asumir.
Francia y Alemania, hace pocos años, decidieron inyectarse cientos de miles de millones de euros para recortar sus flecos sueltos. El Banco Central Europeo, servil y meneando el rabo, se plegó a las exigencias del tándem franco-alemán. Sin embargo, para los países del Sur de Europa, los vagos y maleantes que conformamos eso que los anglosajones han dado en llamar PIGS (cerdos), la tabla de medir ha sido bien distinta: cuando ha llegado el dinero del BCE ha sido en forma de rescate, con muy malas palabras, condiciones extremas y una plétora de encorbatados vigilantes de patio carcelario.

Grecia no ha sabido estar a la altura de lo que se les exigía; o no ha podido. Quizás, de manera inconsciente, no ha querido. El caso es que, salga hoy lo que salga en las elecciones griegas, esto no tiene arreglo. No lo tiene. No creo que lo tenga.

Y no tiene arreglo porque se ha empezado por el final: la moneda única debería haber sido la consecuencia de unas cuantas décadas de Alta Política; de unos cuantos años de conocimiento mutuo; de reconocimiento mutuo, añadiría. Una, dos décadas habrían bastado para unificar legislativa, fiscal, laboral, socialmente a los europeos; cada país habría mantenido su idiosincrasia, como no podría ser de otra manera, pero habríamos entrado en un proceso de concienciación, de pertenencia a una mega-tribu. Después, y cayendo por su propio y metálico peso, habría devenido el Euro como moneda única. En 2020 (dentro de pocos años), seríamos los Estados Unidos de Europa; y no sólo epitelialmente, sino con músculos y sangre y huesos; y hasta con mocos!

Pero lo que se pergeñó hace más de quince años en los despachos del Norte europeo se hizo con criterios exclusivamente económicos. Corrijo: criterios macroeconómicos, que, como toda persona con dos dedos de frente sabe, son aquéllos que superan y obvian la economía real, cotidiana: la economía de dimensiones humanas. Vamos a hacer una Europa de gigantes! A ver: los griegos, los italianos y toda esta chusma portuguesa y española, a operarse las piernas! Dentro de diez años tenemos que medir, todos, un metro ochenta y seis! Y el que no lo mida... Ay, del que siga siendo bajito!

Los países mediterráneos no hemos podido llegar a esa altura aria, a esos estándares protestantes; algunos, casi llegábamos, pero ni por ésas! Otros, directamente se han pulido el dinero del alargamiento de piernas en alargarse otras partes del cuerpo. Muy mal! Muy mal hecho! Y ahora nos lo piden con intereses, aunque algunos estemos cerca de alcanzar el estándar exigido.

En Europa sólo ha habido tres civilizaciones que han marcado su impronta, a fuego y para los restos, en todo el Continente: la griega, la romana y la española. La griega, aportando no sólo el Arte clásico, el Teatro, la Matemática y la Filosofía, sino -y especialmente- la Democracia: valores esenciales que han transido la Cultura Occidental haciéndola posible. Roma, creando un Imperio que debería dar una lección a estos políticos actuales que desde Bruselas nos riñen: la Legislación Común; el Derecho Romano, piedra angular de la civilización occidental y envidia y modelo de muchos países actuales. Y España, aunque en menor grado, abriendo un puente entre Europa y las Indias Occidentales en los Siglos de Oro. Desde el Sur podríamos dar lecciones ex cátedra de cómo hay que articular un súper Estado común.

Desde luego, no es así, riñendo, insultando, llamándonos bastardos como se crea un foro común. Alemania jamás ha podido crear un Imperio: sus góticas maneras, sus gruesos trazos de walkiria dominante no le han permitido jamás escribir con una caligrafía sutil. El Idealismo alemán se perdió en la oscuridad de sus filósofos, empeñados en ocultar en palabras de sonoridad romántica los conceptos que ya los griegos habían iluminado con mucha menos retórica dos mil años atrás. Los únicos intentos germanos por pergeñar una Europa común (sic) dieron pie a las dos grandes guerras mundiales, ambas comenzadas por Alemania y de tan trágico y lamentable resultado. Ahora, la táctica es diferente; pero no se crea un Imperio acuñando unos billetes preciosos e instalando al cobrador del frac en la puerta de las casas particulares; igual que no se empieza una relación de pareja teniendo un hijo antes de darse el primer beso. Estas formas germánicas, es evidente, no son adecuadas para crear un Imperio. Que se lo digan a Alejandro Magno; o a Julio César.

Da igual lo que mañana salga del resultado de las elecciones griegas: si sale el partido proeuropeísta, aunque fuera por mayoría absoluta (que no saldrá), de nada servirá; porque lo que está pasándonos no es un problema de que Grecia quiera o no quiera seguir "en el euro" (terrible expresión que deja de manifiesto la ausencia de intereses transnacionales que deberían haber sido previos a la aparición de una moneda única), sino que, sencillamente, se ha querido construir una súper Alemania sin tener en cuenta la respuesta de la economía real, verdadera, doméstica y de vecindario. Se nos ha obviado a los napolitanos, a los atenienses, a los lisboetas, a los cacereños, a los dublineses; y no estoy diciendo con esto que los mediterráneos no seamos gente trabajadora que lucha por su familia y su trabajo: hasta ahí podíamos llegar! Digo, solamente, que desde el primer momento se nos ha llamado Países Periféricos. Países periféricos!!! Como si el centro del Universo fuera Alemania y los demás unos orbitales molestos!

Pues me temo que todo el Mediterráneo, retorciéndose y gritando de dolor por salvar de la serpiente a sus hijos, como el Laocoonte, se haya vuelto Grecia. El Sur de Europa, entero; los PIGS; los cerdos, nos retorcemos con un grito aterrador en nuestras facciones; nos estamos helenizando. Yo, desde luego, me siento más griego que nunca.


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Gracias, lector o lectora.



4 comentarios:

  1. Orgasmo intelectual. Eso es lo que me ha provocado este artículo cuando mi hermana (amiga tuya en facebook) me ha enseñado esta maravilla. Ya estás tardando en traducirlo y divulgarlo como el "Idignaos" de Hessel. Que lo lean griegos, italianos, pero también la gente sencilla de Alemania y Francia, que Europa se entere de que la casa no se empieza por el tejado, si me permites reproducir tu misma metáfora. No es sólo un cumplido. Pienso de verdad que debería concienciarse al continente de estas palabras, antes de que la catástrofe sea demasiado grande y tengamos que enterarnos por la mala experiencia. Déjame felicitarte, tanto en contenido como en forma, tanto en lo que dice como en la prosa casi poética, por el tercer párrafo contando por el final ("Desde luego...Julio César"). Y también te felicito por esa manera de resucitar a Ortega y Gasset en un instante de satírico humor negro.
    Repito, y no sólo como un cumplido, que deberías plantearte divulgarlo al estilo de "Indignaos". No digo que sirva de mucho, pero quién sabe si nos concienciaría a todos antes de una tercera guerra mundial, o al menos pueda paliar un poco las consecuencias de toda esta historia.

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  2. ¡Bravo, Eduardo! Mítico artículo. Si nos caemos de la EU, ¿no crees entonces que deberíamos considerar un entente mediterráneo?
    (Bueh, casi déjalo, que luego a ver qué hacemos con los turcos...)

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  3. Siempre asombrado por la forma, hoy puedo sentirme cerca en el fondo.
    Un placer.

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  4. Grecia y Roma descubrimos en un viaje legendario e inolvidable pronto hará 30 años . Aun no ha nacido Merckel alguna que emular pudiera tamaña odisea. Il avvocato lungo

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