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sábado, 9 de junio de 2012

Una posguerra sin bombas.



Dónde están los cultivos de tomate calcinados? Dónde, los campos de patatas destruidos? Llevamos acaso cinco, seis o siete años de alguna ignorada sequía que haya acabado con nuestras cosechas? Han muerto de alguna peste bíblica las vacas, los cerdos, los animales de las granjas españolas?
Nos han reventado los puentes en alguna guerra? Las carreteras españolas acaso han sido bombardeadas, destruidas? Han sido borrados del mapa por algún cataclismo los aeropuertos, los puertos marítimos y las vías férreas? Hemos sufrido alguna epidemia mortal que haya diezmado la población dejando sólo supervivientes mutilados?
Acaso el océano mar nos ha aplastado, lanzando sobre nuestro territorio tsunamis apocalípticos que hayan convertido en escombros la mitad de nuestra costa? Han llegado quizás los barcos mercantes a parar al techo de la Mezquita de Córdoba? La cadena volcánica que nos atraviesa ha rugido y bramado arrojando sobre nuestras cabezas desvalidas toda la ceniza del estómago ardiente de la Tierra?

No! No, por cierto!

Entonces, si no hemos sufrido años de sequía, inundaciones, terremotos brutales, tsunamis, pestes, cataclismos, epidemias ni guerras; si en estos últimos siete años no hemos perdido las cosechas ni han muerto nuestros animales, a qué viene este rechinar de dientes, este rasgar de vestiduras, este rosario de la aurora?

Las épocas de crecimiento, hasta hace no muchos años, surgían de los períodos de paz continuada; el pueblo trabajaba y la tierra producía; las industrias florecientes lo eran por el tesón de sus empresarios y por la productividad de los trabajadores. No habiendo guerra, ni catástrofes ni espantos, sólo cabía esperar mejoras en la vida de cada uno; en nuestras manos estaba, en estos períodos florecientes, construir nuestro futuro.

Pero esto que está ocurriendo desde hace unos años y que hoy nos estalla en la cara cada mañana, cada mediodía almorzando nada tiene que ver con no haber echado de comer a las vacas, o no haber regado los tomates; no es el resultado de una guerra feroz ni de una cadena de tsunamis apocalípticos. Esto que ocurre y que tiene al nuevo Gobierno de España con ojeras oscuras y corriendo sobre alfombras de pasillo a pasillo; esta calamidad que se nos ha venido encima no es el producto de que usted y yo no hayamos acudido cada día a nuestro trabajo, puntuales, duchados y con espíritu laborioso.

No. Esto es otra cosa.

Alguien que no daba clases en mi conservatorio y que no controlaba los ciclos del cultivo de patatas; alguien que no patrullaba vestido de verde por las carreteras y que no pasaba consulta en el ambulatorio de su barrio decidió arriesgar en su negocio los valores abstractos que supone un producto financiero. Como él, otros hombres que no abrían cada mañana los escaparates de su tienda de electrodomésticos ni apretaban las tuercas en una cadena de montaje decidieron arriesgarse igualmente. Total: eran valores abstractos!

En el universo de las finanzas, la virtualidad tiene la facultad de ser real; porque la Realidad del concepto Finanza es, en sí, una Entelequia, un Valor de Cambio, algo conceptual : un débito, un rédito, una acción. Son números que se mueven en colores y que se han vuelto orgánicos por un prurito de Voluntad: la voluntad del agente de Bolsa. Este maravilloso y caótico universo está íntima, musculosa, sanguíneamente relacionado con la Banca. Son un totum revolutum; son la pinza y el ojo y la concha del cangrejo.
Y lo que en las finanzas ocurre, ocurre porque hay unos hombres de carne y hueso que hacen cositas. Ninguno de estos hombres pasa la noche de guardia en su farmacia; ni se lleva exámenes de Historia a su casa para corregirlos. Ninguno de ellos conduce un taxi durante catorce horas al día, ni se sube a un escenario a tocar el violín. Ganan dinero virtual que luego traducen en objetos perecederos. Juegan al Risk con nuestros virtuales ahorros, con nuestras nóminas abstractas y puntuales. Y hace unos años sacaron los pies del tiesto y se arriesgaron a hacer lo que un verdadero hombre de empresa jamás habría hecho: jugarse el tipo con virtualidades futuras.

No pidieron consejo ni permiso; fueron adelante con los faroles; y cuando se les vino el cielo encima de sus cabezas, exigieron a sus conocidos -los políticos- que les echaran un capote. Así lo hizo el gobierno de Zapatero, después de haber despilfarrado las arcas estatales durante cuatro años en florilegios pedantes llenos de miembros y miembras. Luego, los que han llegado al Poder (sic) hace unos meses no han hecho más que aplicar medidas leoninas, castigos decimonónicos y palos en la espalda dictados por gobiernos y lobbys extranjeros.

Mi sueldo ha sido recortado tres veces; he dejado de dar mis modestos conciertos porque no hay ayuntamiento, asociación ni entidad cultural que pueda permitirse pagar una actuación; he creado la única orquesta minimalista que hay en España y ninguna universidad nos puede contratar, pese a lo que les gustaría, porque no hay dinero. No puedo ni pensar en irme de viaje, y mis compras de libros han sido reducidas a la nada: he vuelto a releer los que tenía, que son muchos.

Pero no he sido yo el que dejó de ir a su trabajo puntualmente; ni el que se arriesgó con el dinero de todos. Sin embargo, somos los músicos, los profesores, los taxistas, los carniceros, los médicos, los empresarios reales, los operarios y los oficinistas los que hemos sido condenados a repartirnos el peso del castigo que deberían sufrir unos pocos -poquísimos!- sobre las espaldas de todos.

Ya es tarde para evitar esta injusticia. Todos estamos ligados a nuestro modelo de Sociedad. Desde Rousseau, esto es lo que hay. De acuerdo. Y no me queda otra que agarrarme los machos y esperar los años que hagan falta para que afloje la galerna. Todo lo sufriré. Todo. Y sin echarme a la calle a quemar contenedores; para qué? Más gasto? No.

Pero todo lo sufriría con mejor ánimo si por los mismos púlpitos desde donde se nos cuenta cómo está la cosa (la radio; la tele; la prensa) viera pasear cada día a cinco tíos de éstos camino de Alcalá-Meco; cada semana cuarenta financieros, cada uno sentado al revés sobre una mula y con un capirote pintado de llamas; cada mes, doscientas cincuenta y siete personas, entre brókers, ejecutivos de la Banca y políticos implicados: todos ellos a la cárcel; con nombres y apellidos publicados; y deshonradas sus familias hasta la cuarta generación.

Todo estaría dispuesto a sufrirlo sin alzar la voz ni la hoz si comenzara a ver un reguero diario de culpables identificados, estigmatizados y condenados a varios años de prisión. Porque es mucha la furia contenida diariamente, y sería bueno y regenerador para el espíritu del Pueblo comprobar cómo se hace Justicia; y los políticos deberían ir organizando ya un Nüremberg en la madrileña calle de García Gutiérrez. Sólo hay que designar un Tribunal especialmente designado ad hoc. Porque no debe ser muy difícil averiguar el nombre y los apellidos y el domicilio fiscal de estos irresponsables. Sinceramente, creo que ya ha llegado la hora de hacerlo, porque ellos han sido los verdaderos criminales de este terremoto sin escombros, de este tsunami sin olas y de esta posguerra sin bombas.


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Gracias, lector o lectora.



2 comentarios:

  1. Tenía la necesidad de comentar, esta entrada es para comentarla pero es que me has dejado sin palabras...

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  2. Hola Eduardo, soy Resti de Logroño. No sé de dónde sacas tanta energía para rebelarte contra todo lo que está pasando a tu, nuestro alrededor. No te quiero desanimar... Tus elucubraciones parecen las de Don Severiano el mudo, el de España en la mochila, Labordeta, con su 'arremojate la tripa que ya viene la calor.. y un dia cojo la cabra la mochila y el tambor y me voy pa' Zaragoza y que se joda el patrón ...' que años 60! Al menos loos poetas se rebelaban, donde están los Sabinas, Guerreros, Alejandros Sanzes... que denuncien algo de lo que está pasando???? Habrá que aguantar el chaparrón .. eso sí con dignidad y militancia activa... como tú. Ojalá levantes alguna ampolla y algún fiscal, fundación, partido o quien sea meta en vereda a alguno de los chorizos a los que tú has señalado de forma indirecta.

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