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miércoles, 21 de agosto de 2013

Elysium: una oda a la Seguridad Social


Acabo de ver Elysium, la película de Matt Damon y Jodie Foster. Bueno, en realidad es de Neill Blomkamp, su director y guionista; pero los que no sabemos nada de cine acudimos a las salas si nos gustan los actores. A mí me gustan casi todas las películas en las que sale Matt Damon; y muchas de las de Jodie Foster; los efectos especiales me pirran; y las hipótesis futuristas o de sociología-ficción me encandilan. O sea...

Me veo obligado a contarles el argumento de dicha película y el final de la peli (que es muy previsible, todo sea dicho); si no, el título de este artículo sería incomprensible. Así que si algún lector quiere disfrutar de la película íntegramente, le conmino a que deje de leer en este preciso instante. Porque les voy a resumir Elysium en cinco párrafos. Procedo:

Elysium es una megaconstrucción espacial que orbita a poca distancia de la Tierra. Una especie de rueda gigantesca en cuyo círculo externo se han construido mansiones de lujo, jardines de ensueño, piscinas, barrios exclusivos, etc. Y todo ello dentro de una atmósfera artificial que permite vivir como se viviría en la Sierra de Guadarrama: aire limpio, hermosa luz del Sol y vida de ensueño. La directora general (ministra, la llaman en la película) de todo este complejo espacial es una terrible y durísima Jodie Foster, que no se anda con zapaterismos a la hora de proteger el estatus y los privilegios de los multimillonarios que allí viven.

La particularidad de Elysium, sin embargo, no es lo bien que viven sus afortunados habitantes; y es que allí, cada potentado (porque allí sólo tienen cabida los potentados) tiene en su casa una maquinita fantástica que, en cuestión de segundos, les cura el cáncer, les suelda las fracturas y hasta les reconstruye la cara en caso de politraumatismo facial severo!!! Esto es: los hace, técnicamente, inmortales.

Ni que decir tiene que en la Tierra lo están pasando canutas con la superpoblación, la miseria, las enfermedades y el tráfago terrible de una vida al límite. Corre el año 2154. Ciudades superpobladas, hospitales hasta las trancas, carencia de medicamentos, índice de paro real por las nubes y mala alimentación hacen de la Tierra un purgatorio cuando no un infierno. En ocasiones, parten hacia Elysium una especie de pateras aeroespaciales llenas de pobre gente que aspira a introducirse en las mansiones de los habitantes de la estación el tiempo suficiente como para tumbarse en la maquinita y curarse de sus males.

Matt Damon es un exconvicto rehabilitado que trabaja en una especie de fundición; por un cúmulo de despropósitos, se ve obligado a intentar llegar a Elysium para curarse de una muerte inminente. En su epopeya, el guionista y director nos da un paseo por el lumpen, por los hospitales públicos, por las fábricas y sus condiciones de contratación; pasa por las empobrecidas viviendas de la gente, por los mercados, por las inmensas zonas de chabolas. Y lo que presenta ante nuestros ojos no se diferencia prácticamente en nada de nuestra situación hoy día -especialmente en los barrios marginales de cualquier ciudad del mundo-, salvo en el sospechoso color del agua del grifo, la extrema falta de higiene en las calles y la impiedad de unos policías androides que ni entienden los juegos de palabras, ni están dispuestos a dejarse convencer.

Después de muchas vicisitudes, grandes dosis de violencia descarnada y unos efectos especiales maravillosos -qué puedo decir? Soy esclavo de los fuegos artificiales!-, Damon consigue reiniciar el sistema que da energía a Elysium, con la tremenda consecuencia siguiente: el programa que dirige la estación espacial para multimillonarios acaba por reconocer como ciudadanos de Elysium a toda la Humanidad. Acto seguido -y éste es el final de la película- se envían naves-hospital a la Tierra, con cientos de maquinitas milagrosas controladas por androides-médicos, para curarnos a todos. Sanidad pública!!! Gratis!!! Y de la más alta calidad!!!

Un escalofrío de pura catarsis recorrió mi cuerpo cuando, en la secuencia final, se abren las naves enviadas desde Elysium y se contemplan las hileras de máquinas curalotodo al servicio del pueblo. En serio: se me saltaron las lágrimas! Comprendí, en ese momento, que los asistentes a la proyección habíamos presenciado no una simple película de ciencia-ficción; no un film comercial más o menos engagé con el padecimiento de los desharrapados; no: habíamos sido los privilegiados espectadores de la Gran Oda a la Seguridad Social!!!

Neill Blomkamp ha compuesto, ha filmado un Canto General a la Sanidad Pública, un ditirambo al derecho que todos los seres humanos deberíamos tener a ser curados de nuestras enfermedades si hay medios técnicos para ello. En Elysium los había. Y de sobra! Por ello, la tesis de la película es que no hay razones para escatimar la curación a los enfermos. Max, interpretado por Matt Damon, es una suerte de Prometeo que sacrifica su vida a cambio de entregar a los hombres el fuego de los dioses. Comete hybris, y paga con su vida; pero libera a la Humanidad de las miserias de la enfermedad: entrega la luz a ésta; la libera de la Oscuridad.

También me ha parecido ver una parábola sobre el appartheid. No en vano, Blomkamp es sudafricano; de Johannesburgo. Con 34 añitos que tiene, habrá vivido situaciones muy intensas, imposibles de ocultar en la película. Es evidente que, pese a ser blanco y afrikáner, estamos ante un cineasta comprometido con las clases desfavorecidas, que en su país de origen llegaron a representar el epítome de los oprimidos.

Hasta aquí, la película. A partir de este punto, una reflexión.

Que un liberal miserable como yo sienta que se hace justicia en la secuencia final de la película es lo que me llamó la atención. Y es lo cierto: en todo momento, sentí como una repugnancia hacia los que vivían en Elysium; no tanto por haberse procurado un edén de pago fuera del alcance del resto de los habitantes de la Tierra como por impedir el acceso a esas máquinas extraordinarias capaces de curar una leucemia en estado terminal en cuestión de segundos, sin más gasto en electricidad que el que necesitaría un escáner para copiar un documento! Que un enemigo declarado del Estado-Padre-Intervencionista, como yo, considere de justicia la expropiación de esas máquinas para que todos -todos- tengan la oportunidad de curarse, me llevó a pensar que, poco a poco, se ha ido abriendo paso en la sociedad de nuestro tiempo una Idea hasta convertirse en una Creencia.

Ortega y Gasset distingue con claridad (qué no distingue con claridad este incomparable genio español?) entre ideas y creencias: las ideas son aquellos pensamientos formulados por individuos y que forman parte del conjunto de temas que se pueden discutir acaloradamente en un bar de copas; e incluso exponerse en sesudas conferencias; pero no constituyen todavía el corpus social. Las creencias, sin embargo, son conceptos no necesariamente religiosos -por lo general, no lo son- que están tan implícitos en la conducta humana en una época determinada, que ni siquiera son discutibles. Ejemplos de las primeras podrían ser la verdadera libertad de expresión, la igualdad de los hombres ante la Justicia, el reparto de los alimentos entre todos los pueblos de la Tierra: conceptos por los que algunas personas luchan denodadamente pero que por desgracia aún no están integrados en el ADN de la sociedad actual. Ejemplos de las segundas (en nuestra sociedad occidental de finales del siglo XX y principios del XXI) podrían ser la repugnancia por el canibalismo, el rechazo al incesto, el respeto a la inocencia en la infancia: violar cualquiera de estas creencias supone la muerte social inmediata del transgresor.

Las ideas son conceptos nuevos, plagados de aristas, que ruedan a lomos de la vanguardia social hasta que acaban por pulirse lo suficiente como para encajar en los usos y maneras de una sociedad determinada. Las creencias son el aire social en el que nos movemos, que no vemos pero respiramos; y son innegociables.

Que la Sanidad Pública sea un derecho universal ha pertenecido hasta ahora, con claridad, al universo de las Ideas; de las ideas socialistas. Y no me refiero a los socialistas que en España abrevan junto al resto de políticos en el pesebre obsoleto del afán mediático, sino al Socialismo prístino, completamente desvinculado hace décadas, para nuestra desgracia, de cualquier gran sacerdote de la progresía española.
Es la Sanidad gratuita un desiderátum que, en el programa de cualquier postulante de izquierda, debe formar parte del organigrama de puntos indiscutibles, pero que en la práctica aún está por implantar como una necesidad esencial a la vista de todos. El afán de ser atendido gratuitamente por profesionales de la Medicina cualificados, y a que pongan a nuestra disposición los últimos adelantos de la Ciencia, es un derecho que en la mayor parte del planeta aún está por aplicar: véase cualquier serie norteamericana (incluidos los Simpsons) para corroborar este extremo.

Pero si la Humanidad en su conjunto tiene pretensiones de navegar a otros planetas y expandirse a largo plazo (es decir: triunfar del Apocalipsis), ya va siendo hora de que aceptemos la salud como un derecho irrenunciable. Los distintos Estados han de aplicarse en corregir el gasto público hasta cubrir sin regateos la cobertura médica a todos los ciudadanos. Si ha habido dinero para pagar sueldazos a políticos, dietas millonarias, subvenciones a sindicatos, a partidos; si hay dinero para pagar Administraciones paralelas inútiles, los chalés de miles de cuñados insaciables, viajes y fiestas sin fin para los usurpadores de los cargos públicos, etc. etc. es que hay presupuesto de sobra para ofrecer una Sanidad infinitamente más digna a los ciudadanos.
Y es que recortar gastos en políticas superfluas, en administraciones paralelas, en fantasmas burocráticos inútiles se hace urgente; porque el pueblo llano, la masa común, la gran mayoría de los pequeños y medianos empresarios, y hasta las capas intelectuales han abierto ya sus poros más sensibles para asumir como una creencia lo que hasta hace poco ha sido una idea. Y gobernar contra las ideas es posible: de hecho, eso es lo que hacen todos los Gobiernos. Pero gobernar contra las creencias es, literalmente, un suicidio.

Y si yo, un liberal galopante, siento en lo más hondo de mis capas sociales internas que la sanidad gratuita no es una idea, sino una creencia; que no es la Luna a la que aspiramos, sino el aire que respiramos, es que claramente hemos roto una pared y empezamos a descubrir que, tras los cascotes caídos y el polvo que enrarece el aire, se empiezan a dibujar habitaciones que desconocíamos.

Deberíamos pasar a descubrirlas.


jueves, 18 de julio de 2013

Zaragoza no se rinde!!!


Durante años, aquella frase de Pérez Galdós que dice "...pero de entre los muertos surgirá una lengua viva para decir que Zaragoza no se rinde!" funcionó en mi asendereado corazón como un bálsamo de Fierabrás que instantáneamente obrara el milagro de hacerme levantar, como se levantan los resucitados, de la tristeza o el miedo: "Zaragoza no se rinde!!!"

Esa fortaleza de ánimo no siempre puede mantenerse; algunos envites mal traídos de la vida lanzan un rayo de tal magnitud que hasta los más frondosos árboles se quiebran, calcinados. Pero hay encinas indestructibles, álamos blindados, pinos desmedidos y secuoyas eternas: éstos son los héroes -que participan, en cierto modo, de la locura.

Pero mientras que los héroes literarios lo son porque tienen ventaja (o no existieron jamás; o ya se han muerto y su efigie ha crecido exponencialmente), los héroes vivos lo tienen más difícil, porque, a la tarea del héroe -ya de por sí heroica!- han de sumar el desprecio hacia lo heroico que este final del siglo XX bien metido ya en el XXI arrastra como principal característica: el desprecio por lo excelente.

Decir de Mercedes Alaya que es una nueva Agustina de Aragón supone un lugar común, pues nadie que no esté paniaguado por el Partido Socialista Obrero Español de Andalucía puede, a estas alturas, negar el carácter heroico y batallador que esta hermosa mujer destila en sus actos, en sus plazos, en sus maneras y hasta en la gracilidad casi demoníaca con la que arrastra esa maletita dentro de la cual se comprime, como en un agujero negro, todo el horror de la mala política andaluza.

No es éste un artículo escrito para glosar a la elegantísima Juez, sino para destacar a los lectores, a los ciudadanos, la extrema dificultad que supone llevar a cabo una labor de Justicia viviendo en el corazón del Monstruo. Cuántos compañeros de carrera no la habrán llamado para que se piense lo que está haciendo? Cuántas amigas, de las que hizo durante los años de estudio en la Facultad de Derecho, no le habrán dejado caer "en qué te estás metiendo, Mercedes"?
Y sus familiares? O creen ustedes que sus hermanos, sus hijos, sus sobrinas, sus suegros, sus cuñadas y hasta sus propios padres no habrán intentado disuadirla? Con la mejor de las intenciones! Sí: la intención que un familiar directo puede tener; que no es otra que la de prevenir un desastre... "Mercedes, por lo que más quieras: piensa en tus hijos!" "Merche, por Dios! Que estos tíos son muy peligrosos!" "Tú verás lo que hacés, mamá"...

Sumen ustedes a estos miedos carnalizados aquellos otros más difusos pero no por ello menos palpables: llamadas a media noche que quedan en silencio; cartas anónimas; tipos con pinta de güisqueros, fumando frente a la ventana de la jueza durante horas; empresarios cuyas espaldas se hacen patentes en cuanto Mercedes entra en un encuentro de la Judicatura; saludos negados; portafolios que se cierran a su grácil paso; miradas torvas; silencios repentinos, que ensordecen como bombas lapa...

Éste ha sido el ambiente que ha tenido que soportar hasta ahora la insobornable Juez Alaya; porque ella no ejerce desde un púlpito arcano, sino que le saca chispas a la espada desde el corazón del Monstruo! Mercedes no lanza enérgicas repulsas desde un pupitre de la ONU, a diez mil kilómetros de cualquier tierra desértica; sino que sus acciones tienen consecuencias inmediatas, directas, palpables. Los chorizos y los familiares de éstos, paniaguados del socialismo andaluz durante décadas, quieren verla muerta; muerta y enterrada. Los socialistas andaluces la vituperan a diario; los socialistas del apparatchik madrileño (Rubatero y Zapalcaba) la denostan, la descalifican. Su trabajo es a diario puesto en entredicho por chusma, sí; pero por chusma muy poderosa: chusma cerril y pajinera que cuenta con altavoces mediáticos de los que consiguen ensordecer a base de gritar soflamas y latiguillos.

La familia; los compañeros del trabajo; los amigos; los antiguos compañeros de Facultad; algunos catedráticos de confianza; algunos periodistas... Cuántos de entre ellos habrán puesto de relieve el peligro que supone ser el Guerrero del Antifaz, Wonderwoman, Alonso Quijano el Bueno o Juana de Arco en estos días de zafiedad cotidiana? Qué extremado corazón puede soportar no ya los envites de las calumnias, las injurias, los dislates, las falsedades coreadas de los delincuentes disfrazados de políticos, sino las arremetidas de aquéllos que te quieren? En qué grave volcán se mueve el magma de su espíritu? Qué fuerza telúrica más antigua que la propia Tierra habita en sus delicados tendones? Con qué adjetivo calificar tal voluntad, tan enorme integridad, tánta fuerza y elegancia?

Soy un espectador ya sin epítetos; de la hediondez que contemplo a diario en Andalucía casi no me quedan manos para aplaudir, si de repente veo un héroe. Pero aún late una chispa de esperanza y de arrojo en mi corazón para gritar, siquiera sea con la garganta herida, gracias! Gracias, Mercedes! ...Zaragoza no se rinde!!!

sábado, 6 de julio de 2013

...Que se va sin pagar!!!


Pero qué es esto? Qué cojones es esto? Qué especie de arrogancia es ésta que tiene el Presidente de la Comunidad Autónoma andaluza? Cómo deglutir y luego digerir esa masa de pelo y huesos que pretende hacernos tragar a los andaluces, diciendo que abandona la Política? Por quiénes nos toma? Es que sueña, imagina o se embelesa en sus duermevelas estomagantes con que en esta tierra ancha y como adormecida no hay ni un solo ciudadano con dignidad? Es que piensa que puede irse de rositas y sin pagar?

José Antonio Griñán, Pepe Griñán, el Señor de los Griñanini es un sinvergüenza, por muy temprano que se levante! Ha entrado en nuestro bar, ya esquilmado por el dislálico Chaves y su inmensa romería familiar, y tras comerse y beberse lo que quedaba, se levanta y se va sin pasar por caja!!! …Coño! Que se va sin pagar! Que ese tío no ha pagado, joder! ...Quién? Ése? …Sí: ése! El de la barbita! Que se va!!! Que ya está saliendo a la calle, coño: páralo ahí!!!

El sistema cuasi perfecto de desvío de fondos públicos creado por Manuel Chaves, también conocido como Entes Instrumentales o Administración Paralela (las dichosas agencias, para entendernos), cuya eficacia a la hora de permitir el trinque o malversación de todo el dinero que hubiera sido asignado a las arcas públicas andaluzas ha sido proverbial, por fin se ha descubierto: las agencias IDEA; EPSA; la de Medio Ambiente; la de Cooperación Internacional para el Desarrollo, etcétera, etcétera, etcétera, cuyos milmillonarios movimientos de dinero (en euros) han escapado al control de los funcionarios de oposición, al de la Cámara de Cuentas y a cualquier otro mecanismo de control; estas agencias, digo, cuyas subvenciones ilegalmente concedidas durante dos décadas han enriquecido a empresarios, a constructores, a sindicalistas, a alcaldes, a culturetas y a particulares sin oficio ni beneficio cuyo mayor mérito es haber sido cuñado de alguien, han sido descubiertas; siquiera sea la punta del iceberg.

Ni un solo céntimo de estas decenas de miles de millones de euros ha revertido en beneficio del pueblo andaluz. Ni un solo céntimo. Hemos perdido la oportunidad de tener decenas de hospitales universitarios enormes, centenares de ambulatorios, centenares de escuelas públicas, cientos de laboratorios de investigación, miles de parques, miles de kilómetros de carreteras en condiciones, centenares de festivales culturales, miles de industrias verdaderamente provechosas…

Hemos perdido la oportunidad histórica que se nos brindó para destruir definitivamente la pésima imagen que de los andaluces tienen en el resto de España y en el extranjero. Hemos perdido la comba! Seguimos permitiendo que en las series de producción española las putas, los chorizos y los gilipollas sigan teniendo acento andaluz. Si hasta Cletus, el paleto incestuoso y deplorable de los Simpsons, que es un dibujo animado, habla con acento andaluz!!! Una serie de tanto éxito internacional como Gran Hotel, cuyos personajes hablan todos con acento del Norte español, cuando presenta un personaje abyecto (una puta, un ratero desgraciado), indefectiblemente lo dota de un clarísimo e incontestable acento andaluz! Hasta Bandolera, serie de éxito de sobremesa, pese a  desarrollar su acción en Andalucía, carece de personajes serios y estructurales que hablen en andaluz, siendo todos (la protagonista, el cura, el médico, los guardias civiles, los altos mandos del Ejército…) sesudos actores de inexplicable acento cuasi vallisoletano, quedando  –ooootra vez!- para las putas, los toreros cobardes, los delincuentes comunes y hasta el tonto del pueblo el acento andaluz!!!

Hemos permitido que un aparente borderline como Manuel Pastrana se erija en la voz cantante del sindicalismo amamantado por nuestros doloridos bolsillos, enterándonos ahora de los turbios manejos que se traía durante lustros, enriqueciéndose! Hemos mantenido durante décadas a toda la cúpula de sindicalistas paniaguados por el Gobierno andaluz, que no sólo no han conseguido ni un solo resultado esperanzador contra el mayor índice de paro de Europa, el andaluz, sino que ahora hemos sabido que llevaban años falsificando gastos y dietas; robándonos desvergonzadamente!

Hemos aplaudido que un chufla colegui como José Chamizo se atrinchere tras la figura del Defensor del Pueblo Andaluz para dedicar sus días de cura arrepentido -por no haberse arrepentido- al lumpen, a los outsiders, a los inmigrantes, a los que están en peligro de exclusión social, suplantando en un error cósmico a las oenegés y a las casas de caridad y abandonando absolutamente a su suerte al verdadero pueblo andaluz, negándose sistemáticamente a emprender cualquier pleito contra las manos sucias que le daban de comer: ésas que ahora amenaza con denunciar, como una despechada amante de baja estofa.

Hemos soportado que a los profesores nos impidan suspender a quienes no estudian, envolviéndonos en un manto de Penélope de papeleo interminable, teniendo que demostrar hasta más allá de lo descriptible que tenemos razones de peso para no aprobar a algún vago o a alguna maleducada niña pija. Llevan años maquillando los resultados de las calificaciones; poniéndose a sí mismos, desde la Consejería de Educación, perfumadas vendas bíblicas de lino grueso en los ojos para no ver la realidad que contemplamos espantados los que nos enfrentamos diariamente a la desidia generalizada que entre los alumnos corre y que entre los padres, ya mal acostumbrados al aprobado fácil de sus hijos, vuela. El Informe PISA, verdadera losa precámbrica que cargamos sobre las espaldas de nuestra Dignidad, nos machaca públicamente cada tres años, dejando a Andalucía una y otra vez en el furgón de cola del Progreso, de la Docencia y, en definitiva, del Futuro, pues lo que están haciendo desde la escuela pública y la privada concertada (tristes esclavos maquillados de la Junta) es algo más que una mentira indecente: es un genocidio cultural que ya afecta a generaciones enteras!

Les han negado el agua a los bomberos, las jeringas a los médicos, el termómetro a las enfermeras; han preferido construir playas en Suramérica y barrios de lujo en Marruecos que prevenir las inundaciones en Almería. Han conseguido que emerja una urgencia de cien mil niños andaluces que padecen hambre y luego los han utilizado para darse autobombo como sus salvadores!!! Han despreciado la iniciativa personal de los verdaderos emprendedores; han hecho oídos sordos a las advertencias de enfermedad terminal que todos los informes serios dictaminaban; se han emborrachado de dispendio y han dilapidado el Patrimonio de los andaluces en oropeles ad maiorem gloriam de una melancólica izquierda deprimida que se dopaba con mariscadas para olvidar que olvidaron al pueblo.

Nos han robado el futuro. Nos han triturado el pasado. Y ni siquiera podemos cerciorarnos de que esta situación de interinidad legal que vivimos se pueda llamar “presente”. Y en toda Andalucía no hay más que una sola juez capaz de echarle valor y arrinconar contra los burladeros a este toro enfermo de egoísmo y olvidado de cualquier género de Política. La única juez entre ocho millones de andaluces!!! La única: que se dice pronto!!!

Pues bien: esta sola mujer; esta sola persona, esta frágil diosa de un Boticelli andaluz ha puesto contra las cuerdas a la complejísima trama de falsos empleados públicos, de falsos políticos, de falsos directores generales, de falsos consejeros, viceconsejeros, directores de presupuesto, secretarios de Empleo, chupatintas, asavacas, viceleches, caspoalcaldes y rapacerdos!!! Ella sola, durante años, ha conseguido –con la ayuda inestimable, y que no olvidaremos jamás, de la Guardia Civil-  llevar la hiedra de la implicación documental y testimonial hasta los pies fríos y secos de Pepe Griñán, que nunca como estos días ha despertado tantas veces durante la noche empapado en el sudor de la culpabilidad y envuelto entre las sábanas de la ofuscación, balbuceando “cómo he llegado a esto?”

Y ahora que están los campos arrasados; ahora que ya no hay pañuelos en las estaciones porque ya no quedan jóvenes que despedir; ahora que en Andalucía no hay más columpios sin herrumbre en los que columpiar a los hijos que no nos atrevemos a tener; ahora que los cadáveres semidescubiertos por la tormenta comienzan a dejar ver sus manos entreabiertas señalando con su exánime dedo acusador a estos criminales; ahora que ya no nos queda ni un solo saco de cemento con el que asentar firmemente una primera piedra sobre la que construir un futuro digno para nuestros desesperanzados hijos; ahora, éste se quiere ir de la Presidencia del Gobierno andaluz, dejando en su silla mancillada de culpa a una muñeca  lustrosa en cuyas venas no corre sangre, sino un colesterol de infamia, unos linfocitos rebozados de pelo de moqueta; una muñecona con una cuerda detrás, de la que, si tiras, sólo se oye “Yo soy muy de izquierdas! Yo soy muy de izquierdas!”

Cómo que se va? Pero qué coño es esto? Cómo que se va sin pagar? Trincadlo ahí! En la puerta del Palacio de San Telmo! Que se pira! …Que se pira? De eso nada! Levántate, Antonio! Arriba, Manué! Deja eso en la mesa, que ahora venimos! Que ése no se va de aquí sin pagar lo que se ha comido! …Pero esto qué es? Qué cojones se habrá creído? Ése no se va a ir sin pagar! Tríncalo ahí! Ahí, Paco! Detrás del coche! Ahí está! Ya lo tienes? Ya lo tienes? Lo tienes?

Ea: p’al Juzgado de Instrucción número seis!!!




Eduardo Maestre


6 de julio de 2013

jueves, 9 de mayo de 2013

Varias tallas más.

En el último año y medio (desde que Rajoy ganó las elecciones con mayoría absoluta), España ha sufrido cambios profundos; no tanto en su situación económica -los números; la cábala financiera- como en el elenco de nuevos personajes que pueblan el escenario social, entendiendo el término personajes como esos nuevos conceptos que se manejan con una familiaridad, a veces, pasmosa: prima de riesgo; rescate; objetivo de déficit; deuda pública; troika; apalancamiento; desapalancamiento... O esos otros, aún más vaporosos: derecho a decidir; paz social; afectados por la hipoteca; escracheremodelación del Estado; devolución de las competencias; reforma de la Ley Electoral; República...

En la controversia clásica entre los lingüistas partidarios de que el pensamiento es anterior al lenguaje y aquellos otros que afirman que es el lenguaje el que construye el pensamiento, yo, desde mi primera clase en la Facultad de Filología, emocionado y aterrorizado a la vez por asistir a un encuentro masivo ante un profesor lejano y vivaz que nos proponía asomarnos al abismo, me decanté sin lugar a dudas por la segunda concepción del pensamiento. El viejo Humboldt, superviviente del Siglo de las Luces, lo explicaba maravillosamente: la adquisición de conceptos nuevos enriquece el pensamiento del Hombre; y con éstos, como nuevas herramientas, puede acceder a otros conceptos más complejos; así, la capacidad de profundizar en sistemas de pensamiento cada vez más elaborados permite al ser humano tomar decisiones, vivir su vida, emocionarse y crecer en muchas más direcciones -radialmente- que si manejara sólo los rudimentos básicos de una comunicación elemental.

Estos personajes en forma de conceptos que han enriquecido el lenguaje de los españoles durante este convulso año y medio, también han hecho crecer nuestra comprensión del mundo, del país en el que vivimos: han modificado nuestra percepción de España.

Ya sabemos todos que la prima de riesgo es un concepto que ya existía antes del cambio de Gobierno; incluso que existía antes de los primeros signos de la Gran Crisis. Pero no había dado el salto mortal que salva el barranco existente entre la jerga financiera y el lenguaje de la calle. La prima de riesgo, para el imaginario colectivo de los españoles, sencillamente no existía. Ahora no sólo existe, sino que existe mucho: está en las conversaciones de café con tostada en los bares; cada telediario, cada corte informativo de la radio nos informa detalladamente de la prima de riesgo española como si de la salud de un moribundo Jefe del Estado se tratara: está mejor; ha recaído; se le ha complicado con una neumonía...

No somos los mismos. No somos los mismos españoles ahora que hace un año y medio. Nuestra Soberanía ha sido puesta contra la pared en un callejón oscuro y, con una navaja arañándole el cuello, tiene que dejarse manosear, lamer lascivamente por alguien semioculto entre tinieblas; alguien que no nos va a asesinar, pero que no piensa retirarse hasta quedar satisfecho a base de extrañas solicitudes: reducir el déficit; recortar el gasto público; bajar la altura de las olas en nuestras costas; disimular el sofoco del sol mediterráneo...

A velocidad de vértigo, las ideas reformistas recorren la Península de extremo a extremo: la estructura del Estado ya no nos gusta; las Comunidades Autónomas se nos muestran de repente como una losa, como una maldición bíblica, como una inmensa mala yerba que hay que arrancar de raíz! La Ley Electoral ha quedado obsoleta; los ciudadanos no nos vemos representados en estos partidos políticos que en escasos treinta años han pasado de ser los héroes de nuestra modélica Transición a un puñado de bandidos. Los sindicalistas tienen que caminar por la calle levantándose la solapa de la chaqueta de pana, por miedo a ser linchados a manos de los trabajadores. La representación parlamentaria se contempla, en suma, como una parodia insultante: "no nos representan!", gritan las multitudes enfurecidas. Miles de perroflautas y de gentes del común se citan para cercar y asediar el Congreso, una y otra vez. Hombres y mujeres que son la imagen de la desesperación se dan la muerte a sí mismos ante la inminencia del desahucio.

En poco menos de año y medio han surgido toda suerte de plataformas, colectivos, lobbys, grupos de presión ciudadana: el 15M, la PAH, STOP Desahucios, Reconversión, Foro de la Sociedad Civil, Partido X, Escaños en Blanco, La Resistencia, Atrapa, DENAES, Jóvenes sin Futuro... Todos estos movimientos significan un anhelo de representación parlamentaria dignificante; algunos de ellos derivarán sin duda en partido político. Pero con qué Ley Electoral podrán sembrar su trigo? Con la misma Ley paródica y ya insultante que rechazamos en masa? Qué futuro les espera a tanto ciudadano deseoso de que haya verdadera Democracia, verdadera Política en España? Serán fagocitados individualmente por estos partidos ciegos que se niegan a rehacer por completo una Constitución desgarrada? Exasperados, ¿se pasarán al lado oscuro de la Fuerza y engrosarán las hordas que a sangre y fuego quieran arrasar no sólo el decorado sino el escenario, las bambalinas y hasta el patio de butacas?

No llega a seis meses el tiempo en el que Cataluña ha plantado públicamente sus pretensiones secesionistas con una claridad que en cierto modo es de agradecer. En mitad de la tormenta económica, los separatistas catalanes, perseguidos por un tropel de delitos contables que maquillan los jueces comprados que en el Condado abundan, huyen hacia delante y lanzan un guante a la cara misma del Estado. El Gobierno, entre pacato y ensimismado, no tiene siquiera la dignidad mínima que se requiere para recoger el guante; y, envainándosela, permite que el resto de los españoles sea insultado un día y otro; permiten que estos delincuentes fiscales y secesionistas nos llamen ladrones a diario en todos los medios de comunicación: dentro y fuera de España. No hay respuesta. No hay amor propio. Sólo silencio administrativo. Y estupor.

Es orgánicamente imposible que el mapa emocional de los españoles no haya cambiado drásticamente en este año y medio. Si, como dicen, la necesidad obliga a evolucionar, los españoles puede que seamos el pueblo que más rápida y profundamente esté evolucionando en todo Occidente. Nuestra idiosincrasia en cierto modo constructiva (el mayor banco de donación de órganos del mundo, que es el español, así lo atestigua) nos está permitiendo no llegar a revueltas sangrientas ni a violentas catarsis explosivas pese a la articulación organizada de las algaradas por la izquierda melancólica. Y con la derecha no hay nada que temer: la democratización medular a la que ha sido sometida durante estos últimos treinta años, profunda y visceral, permite que no se aliente al Ejército a hacer ruido de sables desde los despachos de los industriales; y si algún empresario añorante del franquismo se hubiera atrevido a hacerlo, de inmediato habría sido marcado como un apestado por el Ejército mismo.

Es imposible, como digo, que los españoles no seamos el pueblo que más ha aclarado sus ideas en estos últimos dieciocho meses. Con grandes pérdidas económicas; con altas piras funerarias en las que hemos sacrificado decenas de privilegios que hasta hace poco disfrutábamos. Nos han tildado de frívolos, de derrochadores, de vivir porencimadenuestrasposibilidades; hemos entregado la cuchara; nos hemos bajado los pantalones; hemos dejado de producir, de vender, de comprar, de viajar, de percibir las pagas extra, de tener una atención sanitaria mínima. Despedimos a nuestra juventud en aeropuertos desconchados, quizás para no verlos más.

Pero en ningún momento hemos dejado de reflexionar acerca del origen de nuestra desgracia. En ningún momento hemos apagado la luz de la débil pero digna antorcha que aún portamos en la mano, como un Filípides agonizante. Y con esa penumbra leve -que es casi tiniebla- hemos vislumbrado qué es lo que queremos para nosotros mismos y para nuestros hijos; y para los hijos de sus hijos. Y lo que queremos es detener esta máquina atascada que a cada vuelta de engranaje tose, humea y barrunta espantos de tristeza.

Queremos cambiar la Constitución de arriba abajo. Devolver las competencias esenciales al Estado. Desmontar ordenada pero irreversiblemente la macro estructura llena de aristas del experimento autonómico. Dejar de gastar decenas de miles de millones al año en políticos que realmente, verdaderamente, con la sonrisa eginética que otorga la certeza absoluta no necesitamos. Queremos cambiar la Ley Electoral de la raíz a las puntas. Elegir Diputados de Distrito: uno por cada 100.000 habitantes. Aplicar con todas las garantías la feliz y diamantina Separación de Poderes, verdadero bebedizo que acabará con la corrupción sistémica que padecemos. Necesitamos, es urgente, abolir las desigualdades entre los españoles: derogar el Fuero navarro y el Concierto vasco; que todos los ciudadanos sin excepción contribuyan al amejoramiento de la Nación. Queremos disminuir drásticamente el número desorbitado de municipios. Anhelamos, por dignidad también para ellos, quitarle el aforamiento a los políticos. Nos urge tipificar el Golpismo, el Fundamentalismo, el Terrorismo y el Nacionalismo como los cuatro grandes delitos de Estado que son. Y, agradeciendo los servicios prestados al Rey Don Juan Carlos, quizás declarar la República; sin más miedo que el de que nos quieran retrotraer a los oscuros años en que nos vimos obligados a tomar aquellas decisiones provisionales que hoy conocemos como la Transición.

En año y medio hemos crecido exponencialmente. Corremos el riesgo de parecer una raza de gigantes democráticos. Los políticos que ahora nos dirigen parecen, a nuestro lado, las figuritas de un portal de Belén tardofranquista.
Seamos serios: a la ropa con la que nos vistieron a los españoles durante la Transición le han estallado todas y cada una de las costuras. Llevamos las vergüenzas al aire; los músculos al sol. Creemos, y no nos cabe duda alguna de esto, que ya ha llegado el momento de cambiar de vestuario. Porque la verdad es que necesitamos varias tallas más.

Eduardo Maestre