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lunes, 11 de mayo de 2009

Adiós, idiota!


En la Antigua Grecia, a aquellas personas que carecían del interés por los asuntos públicos y, de manera egoísta, se autoexcluían de los asuntos de la Polis, se les conocía como Íδιώτης (idiōtēs), palabra cuya raíz viene de Íδιος (idios), que significa de uno mismo. Era tánta la importancia que se le concedía a los asuntos de la Polis (la Política), que mantenerse al margen o desinteresarse por ellos sin más motivo que el puro egoísmo o la simple mismidad le valía a la persona en cuestión el calificativo de idiota; es decir: apolítico.

Este hombre enjuto, de rostro esculpido a cincelazos; que después de diez años cocinando a su antojo con harina de trigo en una región cuya población tiene un 50% de celíacos; este personaje jesuítico que habla de él mismo en tercera persona, como si hubiera recibido una transustanciación de uso privado; este hombre adusto cuyos discursos se construyen a base de espasmos verbales; este hombre que ya siempre guardaré en mi memoria como el lendakari Ibarreche, ha perdido las elecciones al Gobierno Vasco; y, dando patadas al atril de oradores y derramando el agua de la jarra, anuncia entre espasmos que se retira de la Política; que no piensa sentarse en los bancos de la Oposición. Es decir: ordena y manda; decreta y legisla; premia y castiga; si está en el Poder, lo ejerce; pero si tiene que ir unos años a la Oposición, se retira y se va a su casa enfurruñado, a balancearse en su mecedora con una manta sobre las piernas mientras mira ensimismado el cuadro de Sabino Arana que con seguridad hay encima de su chimenea. Es decir: asume el haz, pero no el envés de la carrera política.

Lamento decir que un verdadero político ha de bruñirse en la Oposición; luego, a la hora de ejercer el Poder, ceñirse la pluma y la espada y apretar los dientes; y más tarde, cuando haya que volver a la Oposición, ajustarse los machos y aguantar. Porque todo ello es Política. Pero no lo es comerse la yema y dejar la clara; no lo es estar a las maduras pero no a las duras. Ibarreche se ha criado entre los algodones del Poder; no ha conocido otra cosa que las acogedoras vísceras del PNV. Ahora que dejan de pintar bastos (por fin! Creí que no lo vería nunca!), se quita de en medio y abandona su partido, dejando a sus ciudadanos-feligreses sin su verbo a golpes, sin su jesuítico runrún.

A éste, en Grecia, se le tendría como lo que realmente ha demostrado ser: un hombre sin interés por los asuntos de la Polis; máxime, habiendo ejercido durante diez largos años la dulce tarea del ordeno y mando. Ahora que podría mejorarse a sí mismo y aplicar lo aprendido para en el futuro elevar la calidad de vida de sus ciudadanos, los abandona a su suerte. Practica, a las claras, el desprecio por los asuntos de la Polis; huye de la Política. Abraza, entre bufidos, la idiocia. En la Antigua Grecia, a éste ciclista aránico y sabínico se le conocería para los restos como un idiota.

Se marcha, destrozando el mobiliario, el lendakari Ibarreche.

Adiós, idiota!

lunes, 4 de mayo de 2009

Demokratzia?... Ahora sí: Democracia!

lolololololo..... esto no es una kanción/de alucinaciones mias,/son las kosas que pasan hoy,/ en esta puta vida./Son las ganas de llenar de plomo/vuestras mentes vacías,/son las ganas de reventar/las komisarías,/son las ganas de acabar/kon esta puta justicia,/son las ganas de giñarme/en la monarkía./¿Kuantos años llevamos,/con esta puta demokratzia?/y de ke nos ha servido,/esta puta demokratzia?,/represión y tortura/en esta demokratzia,/tantos años de kambio/y akí no ha kambiao nada/así es to...

El extraordinario texto que ustedes acaban de leer corresponde a una canción, un casi himno de la juventud vasca durante años. Los asombrosos autores pertenecen al grupo Piperrak, que Dios acoja en su seno.

Después de más de 30 años, los vascos van a poner en práctica, tímida, minusválidamente, la Democracia. El Régimen saliente, el monolítico PNV, cuyos vasos sanguíneos se confunden con las propias instituciones, haciendo que al arrancarse de éstas sufran una hemorragia jesuítica sin precedentes, está quemando las naves antes de retirarse a sus cuarteles de invierno. No van a permitir que se instaure la verdadera Democracia, la que el resto de los españoles disfrutamos (los andaluces, a medias; pero ése es tema de otro artículo), así como así. Son más de tres décadas de postfranquismo profundo; más de 30 años disculpando crímenes, promoviendo odios, inyectando dinero a espuertas en las herrikotabernas; más de tres décadas de enfermedad mental colectiva: demasiado dinero invertido en cloratita y lenguajes reinventados como para permitir que entre el aire fresco sin presentar batalla.

Los vascos no conocen aún la Democracia; no tienen ni idea de lo que realmente podrían ser si fueran libres. Lo único que han vivido ha sido el abyecto franquismo real y la parodia posterior plagada de muertos, secuestrados, maltratados y aterrorizados convecinos que han dado en llamar Demokratzia.

Mañana toma posesión del cargo de Lehendakari un socialista; un hombre valiente; un héroe, como los que le van a apoyar para que gobierne, los populares. Mañana va a abrir una rendija de luz entre tánta tiniebla un hombre que quiere ser libre: el primer vasco libre desde hace 70 años, Pachi López.

Mañana, treinta y tántos años después que el resto de los españoles, los vascos van a tener la oportunidad de arrancarse de los ojos las alambradas de kas, de zetas y de te equis que han asolado sus vidas. Y podrán asomarse al mundo de la Inteligencia, de la Libertad, que ya hace dos mil quinientos años fue vislumbrado por Grecia: la Democracia.

Quizás ya no haya más Demokratzia. Quizás haya llegado la Democracia, al fin.

En cualquier caso, y aunque tímidamente, llega la Libertad.