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lunes, 17 de septiembre de 2012

Entrevista realizada por J.Felix Machuca para el ABC



Entrevista realizada para el diario ABC de Sevilla por J. Felix Machuca. 










viernes, 10 de agosto de 2012

Enfermedad autoinmune





No sé por qué llamamos ola de calor africano a estas temperaturas que nos machacan periódicamente; puede que vengan del cielo de África, pero no las fabrican allí; y ni los Gobiernos africanos ni su sociedad civil tienen parte alguna de responsabilidad en que el Planeta genere sus sofocos en el aire y los mueva donde le plazca sin pagar aduanas ni aranceles, sin pedir permiso a la Merkel ni al Bundesbank. Enfín (todo junto y acentuado, sí): que yo le quitaría los colgajos geopolíticos y la dejaría en ola de calor tremendo.
Pues bien: no sé si será por esta ola de calor tremendo que asola los paisajes de Mairena del Aljarafe, aquí en Sevilla, o por el veranito que nos están dando nuestros representantes electos con su manía de aplicar medidas dictadas desde fuera de España, en esas ciudades pulcras y ajardinadas en donde desconocen estas olas de calor recurrentes; pero lo cierto es que, cada día que pasa, veo cómo nos encaminamos sin remisión hacia un conflicto internacional de proporciones imposibles de calibrar.

Tenemos la sensación (y cuando utilizo el plural es porque lo huelo a mi alrededor) de haber sido abandonados a nuestra suerte por los políticos que elegimos para que se hicieran cargo de nuestros problemas. Todos los políticos: Gobierno y oposición. Todos. No se les oye; no se les ve en la tele.
Acaso han desaparecido? Es de suponer que no! Pero pasan tanto tiempo en los pasillos de los altos hornos de Bruselas, de Berlín y de vaya usted a saber qué otro foro, que han descuidado la delicada tarea de asomarse a menudo al balcón de los medios de comunicación españoles para que sepamos que aún respiran.

Tengo la certeza de que están vueltos de espaldas; tan prendidos de los ojos de la Hidra, tan hipnotizados por los cantos de sirena del Euro que ningún bálsamo ni bebedizo podrá ya volverlos a la Soberanía que abandonaron. Estamos solos, navegando en el mar de los sargazos en el que la enfermedad autoinmune que le ha surgido al Capitalismo de toda la vida ha convertido nuestra Realidad.

Y es que, en mi opinión, los empresarios clásicos, los hombres de negocios de siempre, los verdaderos emprendedores, cuyo objetivo último en la vida ha sido desde siempre producir, manufacturar, urdir una red comercial que les permita crecer y extenderse están siendo barridos del mapa por una especie de enfermedad inesperada que le ha salido en las vísceras al Capitalismo. Ningún verdadero empresario habría vislumbrado, ni en su peor pesadilla, el exterminio de las clases medias y el subsecuente empobrecimiento del Pueblo; sencillamente porque las clases medias son y han sido desde hace cientos de años la madre nutricia del Comercio: para todo hombre de negocios, nuestro empobrecimiento es su suicidio.

Es por eso que yo, que no tengo la más remota idea de Economía, intuyo sin embargo que el triunfo planetario del Capitalismo, que se ha instalado cómodamente hace ya décadas (sin más resistencia que Estados anecdóticos como Corea del Norte o Cuba), lleva dentro su propia destrucción, su enfermedad autoinmune, cuyo nombre terrible es de todos conocido: la Ingeniería Financiera.

Y es que una cosa es el Comercio y otra bien distinta son las Finanzas. Montar una fábrica de ladrillos y procurar la mejor calidad y la máxima difusión del producto que allí se cuece (nunca mejor dicho) es una cosa; y otra bien distinta es lanzar la propia empresa a jugar en la Bolsa. Cualquier historiador sabe que la Bolsa es un invento de finales del Quattrocento que en el Cinquecento llegó a expandirse y a seducir a banqueros, burgueses acaudalados, terratenientes y gobernantes atrevidos. Tan es así, que las grandes bancarrotas de la Historia, antes impensables, comenzaron en el siglo XVI: recordemos a Nuestro Señor Don Felipe II y sus sucesivas quiebras generales, que llevaron el dinero de las Américas a manos de los banqueros genoveses y centroeuropeos dejando a España esquilmada y al Imperio Español a los pies de los caballos, ocasión que aprovecharon inmediatamente los por aquellos siglos mediocres países europeos (Francia, Italia, Alemania e Inglaterra) para tumbar al gigante español de una vez y para los restos.

La Bolsa… Qué es la Bolsa sino virtualidad, chismorreo, humo? Qué tiene que ver la construcción de planchas de acero con la especulación bursátil? Cómo puede tener más influencia en el Comercio el nombramiento o el cese inminente de un ministro que los años de experiencia de un industrial en la fabricación de cocinas? Es impensable, no? Sin embargo, así es! Y la cuestión es ésta: el Comercio responde a la Vida Real mientras que la Bolsa es pura especulación, puro espejismo, pura posibilidad. Pero esta virtualidad se traduce en ganancias o pérdidas inmediatas de Capital: un juego crudísimo que destroza familias enteras o ensalza a auténticos patanes en un golpe de fortuna.

Siendo así, el Capitalismo ha llevado una vida expansiva desde el siglo XIV hasta antes de ayer; porque, conteniendo en sí mismo el germen de su propio dolor, ha sabido siempre poner coto a un exceso de virtualidad, logrando imponer la visión de la Realidad en todo momento. La única vez que se le fue de las manos y descuidó la producción para atender en exceso los juegos de azar fue en 1929; y ya saben ustedes lo que pasó: vino el Crack y luego la Gran Depresión, que afectó a los yankees -principales responsables de la debacle, como ahora- y luego asoló Europa, dando lugar a que la amargura y la impotencia de los ciudadanos, privados de repente de sus bienes, sus trabajos y sus costumbres, vieran con una enorme tolerancia la llegada y el ascenso de la chusma fascista, gentuza impresentable que si en los alegres Veinte eran motivo de burla y chanza en las fiestas, en los Treinta lo fueron de terror; y en los Cuarenta, de espanto y destrucción.

Sin embargo, ahora estamos ante una escalada mucho peor que la que provocó el Crack del 29. Ahora, viendo como se está viendo que países enteros están siendo asaltados por una extraña e inexplicable Voluntad Mercantil (los Mercados; la Bolsa; las agencias de rating); que sus gobiernos han sido depuestos sin necesidad de utilizar las armas (Islandia, Irlanda, Grecia, Portugal, Italia… y próximamente España); asistiendo diariamente a las consecuencias terribles de estos envites, la agresión continúa, inmisericordemente. La enfermedad autoinmune que asola Europa y que está dentro del Capitalismo, lo ataca inmisericordemente y está acabando con él.

Es lo que tienen las enfermedades autoinmunes: que son los mecanismos de defensa del propio organismo los que se atacan a sí mismos, pues no reconocen como propias determinadas proteínas; las creen un elemento invasor y se lanzan a su destrucción. Del mismo modo, los elementos financieros que durante siglos han convivido con el Capitalismo, y que fueron generados por éste para su crecimiento, su expansión y su defensa, se vuelven contra él: las agencias de rating definen un objetivo (un Estado! Con todos sus trabajadores, sus hijos lactantes y sus vendedores de zapatos!); lo marcan con una estrella de David; en la Bolsa se apartan de él como si fuera un apestado; sus valores virtuales caen en picado; piden ayuda –también virtual- a países no señalados por el dedo de Dios; éstos exigen medidas restrictivas a cambio. Y cuando ya no pueden más (porque no hay gobernante democrático que sea capaz de estrangular a sabiendas a su propio pueblo), han de ser sustituídos por un equipo técnico (los tecnócratas! Los hombres de negro!) que viene del Norte: hombres enjutos con gafas oscuras y sin gestos delatores; equipos directivos sin amigos ni conocidos en los estamentos del Poder; gestores que sólo han de rendir cuentas al Bundesbank; ni siquiera a la Merkel.

No se dan cuenta de lo que está ocurriendo. Son una enfermedad autoinmune. Porque si se percataran de que están acabando con la Clase Media europea, la que les compra los televisores, los frigoríficos, los coches de alta gama; si se dieran cuenta de que empobreciendo al Sur de Europa están creando las condiciones óptimas para una revolución sangrienta, tengo la certeza de que estos devaneos financieros llevados adelante con la excusa de fortalecer el Euro cesarían de inmediato.

Pero no sólo no aflojan, sino que no cesan de apretar. Los grandes inversores, los súper capitalistas de siempre han dejado de venir a España en los últimos meses, porque están contemplando, aterrorizados, que esto se les está yendo de las manos. Nadie quiere invertir en un país estigmatizado por esos glóbulos blancos que antes servían para defendernos y ahora se han vuelto irresponsablemente contra el organismo que los sustenta.

El Capitalismo tiene una enfermedad autoinmune; lupus eritematoso o cualquier otra barabaridad: no soy médico, ni tengo idea alguna de cómo llamar a esto. Pero sí tengo las luces suficientes como para augurar la muerte inminente del Capitalismo clásico, que tan bien ha funcionado durante siete siglos (con sus luces y sus sombras, por supuesto). Más que muerte, es un suicidio. Y nuestros políticos, elegidos por el Pueblo para que nos gestionen la Soberanía, se han dado la vuelta y, como abducidos, se han convertido en parte esencial de esos glóbulos blancos que han perdido la capacidad de reconocernos como Su Organismo.

Si no ocurre un milagro civil (por descontado, una Revolución), estamos a punto de presenciar el Fin de Occidente; en nuestro lugar, en nuestras ciudades y en nuestros barrios emergerán costumbres y gentes extrañas que nos gobernarán: las de los pueblos que hasta ahora considerábamos tercermundistas. Adiós a la idea de Libertad. Adiós al concepto lineal de Progreso.

Es evidente que no sé nada de Economía; pero como no paralicemos la Bolsa, como no acabemos con las agencias de rating; como no seamos capaces de hacer algo que corte por lo sano (por lo poco sano que queda!) esta enfermedad autoinmune que está acabando con Europa, asistiremos estupefactos a nuestro propio funeral como Cultura. Y quienes irán dentro de la caja, entrelazadas sus manos, serán Europa y los Estados Unidos de América.


jueves, 9 de agosto de 2012

La cajera del Mercadona


En una esquina del exterior del supermercado, llorando, aterrorizada, contemplando incrédula lo que estaba pasándole a ella, a su supermercado, temblaba la cajera del Mercadona, el supermercado que estaban asaltando los del Sindicato Andaluz del Trabajador, el SAT. En su pómulo derecho, casi a la altura del ojo, se veía la huella infame de algún golpe recibido en la refriega.

Una mujer golpeada en la cara es una sentencia de muerte para cualquier Civilización. Estos sindicalistas eufóricos, jaleados por Juan Manuel Sánchez Gordillo -ese grano purulento en el culo de su propio partido, Izquierda Unida-, han golpeado a varias mujeres en el asalto.

Ay, Juan Manuel Sánchez Gordillo! Ay, Juan Manuel: tu nombre compuesto nos retrotrae por un momento al Conde Lucanor para luego arrojarnos en un tobogán psicotrópico de miseria personal que nos deja caer sin frenos en tu deplorable universo lleno de pósters del Ché Guevara, expropiaciones de fincas y subvenciones pagadas por todos nosotros para que tú, engendro postfranquista, convoques reuniones estalinistas en tu pueblo, ese erial de la inteligencia quemado y con olor a alcachofas: Marinaleda.

A dónde hemos llegado? Hasta qué escalón inmundo bajo el suelo de la permisividad general hemos conseguido bajar? Cómo es posible que un perfecto gilipollas como Juan Manuel Sánchez Gordillo (qué magnífico nombre para tan poca cosa!) haya llegado a obtener el Acta de Diputado que le permite salir indemne de cuantas tropelías se le ocurran cometer? Qué especie de Limbo sin Ley es Andalucía? Cómo se puede permitir que un individuo de este jaez campe a sus anchas por medio de la calle tras la agresión indefinible a estos supermercados?

Porque una cosa es un gesto simbólico y otra un saqueo en toda regla! Si este berraco hubiera llamado a los periodistas para sacar de Mercadona un paquete de arroz de un kilo, habría sido un acto simbólico verdadero: un kilo de arroz no alimenta a las miles de familias que están más allá del umbral de la pobreza, pero representa una acción; llama la atención acerca de un mal general como es el hambre, que ya nos atenaza a los españoles. Un kilo de arroz. Un kilo de lentejas. Una barra de pan: ésos son actos simbólicos.

Pero 13 carros de Mercadona llenos hasta las trancas... Por favor! Trece carros? Qué hay de simbólico en trece carros de supermercado? Eso es saqueo! Lo simbólico deja de serlo cuando es mayor el significante que el significado del símbolo! Es como si, en vez de poner una señal de tráfico con un adulto acompañando a un niño (paso de peatones con salida escolar), pusieran a cuarenta y seis madres y padres acompañando a cincuenta y dos niños con sus mochilas y sus babys, todos a tamaño real, y pasando realmente una y otra vez por el paso de cebra! Adiós al símbolo!

No: esto no ha sido un símbolo; esto ha sido una ocurrencia de este paniaguado por la Junta de Andalucía para hacerse propaganda; amparándose, además, en su Acta de Diputado para no temer represalia alguna por parte de la Ley. Una ocurrencia significativa, aprovechando la ruina que tenemos encima los andaluces; una ocurrencia demagógica, pues éstos jamás se atreverían a meterle mano a los presupuestos que ellos mismos acaban de firmar, con decenas de millones de euros empleados en estupideces supuestamente solidarias con otros países. Jamás se atreverían a renunciar a los cientos de miles de euros que el Estado les regala anualmente para sus cervecitas tras la manifestación de rigor y para sus enjuagues privados.

Se reúnen en un bar por la tarde; y cuando ya llevan varios vinos y cervezas con aceitunas, a uno se le ocurre la idea genial: vamos a asaltar el Mercadona! Risas, cachondeo y otro cigarrito (allí dejan fumar dentro de los bares!). La cosa va tomando forma: vosotros vais por allí y yo por acá; éste trinca un carro; tú, otro. Y si oponen resistencia, a hostias! Son mujeres! Y además, vamos a ir doscientos! Yo me llevo el megáfono! Viva Andalucía libre! Viva el comunismo! Pon cinco botellines más, Rafael!

Lleno de estupor, contemplo una y otra vez la cara de esa cajera del Mercadona que intentó resistirse al asalto de hombres fornidos, hombretones del campo, jayanes del Sindicato Andaluz del Trabajo, bestias inmundas que empujaron a las cajeras con sus brazos jornaleros sobrealimentados por el PER y los subsidios, animales sindicales llenos de megáfonos y erizados de mítines que no tuvieron empacho alguno en golpear la mejilla de esa mujer, dejando en ella y en su llanto aterrorizado la marca indeleble que sólo dejan los hombres cobardes.

Venid, sindicalistas; empujadme a mí, que peso más de 100 kilos; partidme a mí la cara si tenéis los cojones que creéis tener. Acercáos con el payaso del megáfono detrás, jaleando, escondido bajo vuestras espaldas de chicarrones del campo. Venid y empujadme como habéis hecho con esa pobre mujer a la que habéis aterrorizado con vuestras bravuconadas y vuestra poca hombría. Aquí os estoy esperando, con las gafas puestas, a que me las partáis. Venid, cabrones, maltratadores, eunucos.

Venid, sindicalistas de mierda. Que es un solo hombre el que os está esperando.

viernes, 6 de julio de 2012

Carmencita vendió un cuadro.


María del Carmen Rosario Soledad Cervera Freifrau von Thyssen-Bornemisza de Kászon et Impérfalva, también conocida como Tita Cervera, ha vendido un cuadro.

Hasta aquí, nadie podría decir nada en contra; ni a favor: si alguien tiene un cuadro que es de su propiedad y lo quiere vender, allá él. Pero, claro, si al cuadro se le sacan casi 28 millones de euros, pues se convierte de inmediato en noticia de interés común; porque la verdad es que no es normal sacar a subasta un cuadro y que alcance estas cifras brutales.
La casa de subastas Christie's se ha quedado un pico, pero a la viuda del Barón von Thyssen le han caído casi 24 milloncejos limpios: cash flow, que le llaman los gilipollas; dinerito contante y sonante, para los castizos.

La familia del difunto Barón está que trina, porque al vender este cuadro de forma independiente, Carmen, Carmencita, ha fastidiado de algún modo la colección en la que dicha obra estaba inserta, desvalorizando así -eso dicen- las demás obras que conforman dicha colección. Total: que Tita, Carmencita, se ha liado la manta a la cabeza y ha vendido La Esclusa, un cuadro que está considerado, según se desprende de la valoración que de él hacen los expertos, una de las obras más importantes de la Pintura inglesa de todos los tiempos. Y todo porque, según Carmencita, tenía problemas de liquidez.

Hay que comprender a Carmencita: una viuda como ella, que es viuda ma non tanto, tiene muchas obligaciones a las que hacer frente: el tren de vida que ha llevado desde que flirteaba con todo lo que se movía en Hollywood hasta que sentó la cabeza sobre el mullido diván tapizado en seda de la aristocracia húngara, conlleva muchos gastos. De modo que hasta la aristocracia tiene que tirar de lo suyo para poder llevarse algo caliente a la boca. Y ya sabemos que Carmencita ha sido siempre mucho de llevarse a la boca algo caliente.

La hija del difunto Barón, Francesca de Habsburgo-Lorena (Dios mío, qué nombres tan hermosos se gastan estos aristócratas!), está que echa chispas por sus nobilísimos ojos; y va por ahí diciendo, a raíz de la venta de este cuadro, que ni España ni los españoles son gente de fiar; que éste no es un país adecuado para seguir albergando una colección de obras de arte como la que legó su padre a la Humanidad.
Y aquí es donde yo siento que se me va la cabeza y la tensión arterial me sube unos puntos; pero, ojo: no porque abomine de los españoles, que eso es ya un deporte entre los centroeuropeos, sino porque la sola idea de que una familia, por mucha pasta que tenga, aglutine y controle un número altísimo de obras de arte a su antojo y voluntad, especialmente sin haber pintado en su vida ni un monigote en un folio, me asombra, me espanta y me revuelve las entrañas. Y aunque Francesca de Habsburgo-Lorena, Baronesa de Thyssen-Bornemisza, probablemente una de las galeristas mejor relacionadas en el estomagante mundo de la especulación artística diga misa en magiar, lo cierto es que no es una artista plástica ni lo ha sido nunca, por más pasta que gane montando bienales e instalaciones.

Y es que, sinceramente, la obra que ha vendido Tita, Carmen, Carmencita, será un hito extraordinario para los entendidos en Arte; puede que en ella se concentren los avances asombrosos que John Constable hizo acerca de cómo la luz se refleja en las nubes, cómo se pueden plasmar los infinitos colores y sombras que el agua es capaz de ofrecer a nuestros ojos: una maravilla del oficio de pintar; pero la noticia de su existencia, para el gran público, ha sido a raíz de haber conseguido Carmencita con su venta 24 millones de euros, billete sobre billete, para sus gastos cotidianos, que sin duda serán ir al súper, echar gasoil, pagar la hipoteca, dejar a los niños en la guarde subvencionada, comprar la crema antiarrugas del Mercadona, etc.

Al grano: lo que me cabrea es imaginar lo bien le habrían venido al pintor, en su momento, algunos de estos euros (libras, porque era inglés) y poder pagar a un médico de los caros para que tratara a su mujer, María Bicknell, que murió de una simple tuberculosis; murió por no poder pagarle un traslado a un balneario de montaña para que cambiara de clima. La pobre María, después de parir siete niños, agarró una tuberculosis de las que sólo Inglaterra es capaz de ofrecer, y, por la falta de recursos económicos domésticos se murió, dejando al pintor, que la amaba con locura, sumido en una depresión que acabó con él en unos pocos años.

Qué bien le habrían venido a John Constable y a su mujer no ya 24 millones, sino cinco o seis mil euros (me refiero a su equivalente en libras de la época, claro) para poder llevar a su amada María a un clima seco a respirar el aire puro; por ejemplo, a las montañas suizas. Se habría curado, sin duda, y habría vivido feliz junto a sus siete hijos y a su amante esposo John. Pero no fue así; de hecho, cuando Constable presentó el cuadro en público, la gente no apreció los avances extraordinarios que este paisajista genial había conseguido plasmar en el lienzo, cuyas nubes parecen moverse ante los ojos del espectador, cuyo arroyo parece salpicar los pantalones del que contempla la tela. El cuadro, sin embargo, se vendió como cualquier otro paisaje, y John, agradecido, volvió a su casa a rezar a su Dios anglicano y a suplicar clemencia por la vida de su mujer.

Qué más da que Carmencita haya reventado la colección, separando este cuadro de la misma? Qué me importa a mí que Carmencita, que entiende de Pintura lo que yo de rugby, se embolse ahora veinticuatro millones de euros (que son cuatro mil millones de pesetas de las antiguas, eh?) por la enajenación de un cuadro que ni ella pintó, ni ella compró, ni siquiera ella eligió para que formara parte de una de las colecciones de su difunto barón? Quién narices se cree que es Francesca de Habsburgo-Lorena para dictar las leyes a seguir en materia de Arte? Qué cuadro extraordinario ha pintado la hiperpija heredera de los Bornemisza? Qué mármol ha esculpido magistralmente? Qué efectos de luz, qué claroscuros, qué texturas, qué estudios de anatomía deconstruida ha publicado esta aristócrata hispanófoba con nombre de mantenida italiana para permitirse señalar en qué lugar del planeta debe asentarse una colección de obras de arte?

Qué importa, además? María Bicknell ya se murió, escupiendo sangre en pañuelos de hilo de Stanford. Ya su marido, el pintor enamorado, consiguió morirse de pena unos años después. Qué importa ya que ese cuadro  haya sido separado de otros del mismo autor? En qué nos podría afectar, a los que verdaderamente consideramos que el Arte es producto de la circunstancia y el momento de la vida del autor, que ahora ese lienzo lo haya comprado otro multimillonario para colgarlo en uno de los salones de su mansión con el único objeto de vanagloriarse ante los invitados de haberse gastado 28 millones de euros en un cuadro?

Sí, señores! Me parece muy bien que Carmencita pueda volver a pagarse el cirujano plástico, las copas de Möet & Chandon de cada noche loca, el mantenimiento del yate y los gastos de los mulatos de enorme polla que sin duda le alegrarán los próximos años gracias a la venta de uno de sus bienes, heredados legítimamente tras la muerte de aquel hombre tan serio, tan mayor, tan aristócrata y tan Bornemisza. Por lo menos, y aunque ya sea muy tarde para alargar unos años la vida de María Bicknell, al menos podrá alegrar la de Carmencita Cervera.

Además (y esto debo confesarlo en voz baja), en el fondo de mi corazón hay un orgullo oculto, escondido, agazapado; porque me considero perteneciente a un club indestructible: el de los artistas desconocidos; el de los artistas pobres; el club de aquéllos que pintan, que componen, que escriben sin esperar reconocimiento ni dinero; el club de los parias, de los que ya nada esperan -salvo que les dejen tiempo para pintar, largos ratos para escribir, horas para componer. Es éste un orgullo compartido en silencio, una fe sectaria que sólo se podrá apagar con la propia muerte, una dignidad arcana compartida tácitamente con aquellos otros artistas, también desconocidos, que del mismo modo perdieron toda esperanza de reconocimiento y, pese a todo, siguen inventando fruslerías.
Y es éste el orgullo que revienta de alegría en mi corazón cuando sé que, aunque hoy día mi propia obra no sea tenida en cuenta, quién sabe si en el futuro un cuadro humilde, una sonata inédita o un poema autógrafo servirán para sacar de un apuro momentáneo a una viuda alegre, a una cortesana de lujo: a una nueva Carmencita!


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lunes, 2 de julio de 2012

No nos representan



Llevo pensándolo casi desde el primer partido de esta competición europea que acabó por ganar, anoche, "nuestra" Selección Española de Fútbol; a medida que los encuentros han ido ocurriendo (contra una Italia guarnecida, contra una Irlanda desmadejada, contra una Francia temerosa, contra un Portugal iracundo y de nuevo, anoche, contra una Italia desarbolada), una idea, que ya surgió en mi pobre cabeza durante los Mundiales, hace dos años, ha ido tomando cuerpo durante esta Eurocopa y ha acabado por instalarse en la alacena de mis opiniones personales: para nuestra vergüenza, estos futbolistas nuestros no nos representan.

El lema principal del movimiento 15M -movimiento que ha derivado en algo bien distinto de lo que comenzó siendo- fue una frase breve, casi un axioma: "no nos representan". Esta aseveración iba dirigida explícitamente a los políticos que conforman el panorama de la Política española; a todos los niveles. Los primeros que se unieron en la Puerta del Sol para protestar y manifestar una indignación profunda contra la forma de abordar los asuntos de los ciudadanos españoles por parte de los políticos en funciones (por aquellos días, los socialistas con Zapatero al frente) acabaron forjando esta frase terrible, esta afirmación tajante que, de un hachazo certero, ponía de manifiesto la desvinculación que sentía el Pueblo hacia sus representantes parlamentarios.

Que la inmensa mayoría de un país, de una nación como la española, sienta en mayor o menor medida que éstos que acampaban en Sol y en otros puntos de la geografía urbana estaban verbalizando, personificando, materializando ese sentir común de indefensión, de estupefacción y de indignación ante la actitud pusilánime y estéril de unos políticos infames; que casi cada ama de casa, cada taxista, cada profesor, cada administrativo, cada pescador, cada médico se sintiera de algún modo representado por esos primeros acampados en la Puerta del Sol madrileña fue un hito emocionante, un acto de catarsis nacional y un signo de madurez ciudadana nunca visto anteriormente. Durante unos días; durante dos semanas llegamos a soñar con ser espectadores y actores a la vez del punto de inflexión histórico tras el que vendría un nuevo Futuro.

Luego, aquello se torció; se entreveró de perroflautas y chusma sobrevenida desde los pequeños partidos extremistas; las tiendas de campaña se llenaron de cartulinas que iban desde las soflamas incendiarias a esas greetings cards insufribles que aseguran que "otro mundo es posible" y otras mil estupideces almibaradas; las rastas y los pañuelos a la palestina comenzaron a dar un color ochentero a la cosa que, en su origen, era impensable. Finalmente, y viendo que las elecciones generales iban a barrer la escoria zapateril de la faz de la Tierra, los socialistas pensaron en apropiarse del movimiento y recalificarlo de terreno rústico a urbanizable, recurso que dominan; azuzaron la protesta, ya desvirtuada, y tras perder sonoramente las elecciones desaparecieron, volatilizándose cualquier rastro de la dignidad mostrada inicialmente.

Una profunda pena inundó mi corazón cuando vi cómo se iba degradando una protesta tan auténtica, tan digna, tan valiente; los jugos románticos que circulan por mis venas -no lo puedo negar- me habían hecho soñar con la llegada de la Revolución: una Revolución incruenta en la que, disponiendo de los medios técnicos adecuados (internet), se iba a sustituir la Representación ciudadana (el Parlamento) por la Responsabilidad individual. Quizás no habría que esperar cuatro años para cambiar de Gobierno; a lo mejor una comunidad de ciudadanos responsables e interconectados a través de la red bastaría para comenzar a organizar un Estado mejor. Habría que articularlo todo, sí; pero por unas semanas parecía que íbamos ser testigos del nacimiento de una nueva Era! De un mundo mejor! ...Al menos, eso llegué casi a creer. Para qué contarles lo que vino después? No se preocupen: no lo voy a hacer.

Los políticos que caminan sobre las alfombras de nuestro Parlamento, así como esos otros que pululan por los distintos Gobiernos autonómicos son, para bien o para mal, nuestros legítimos representantes ante las instancias nacionales e internacionales. Los hemos elegido nosotros depositando nuestro voto de manera voluntaria, y son un fiel y escrupuloso reflejo de aquéllos que les votan. Se han criado en nuestros pueblos y ciudades; se han educado en nuestros colegios, viendo nuestra televisión y leyendo nuestros periódicos; los hemos amamantado con la leche de nuestras madres; les hemos dado de comer y les hemos limpiado la caca y los mocos; les hemos comprado la ropa cuando eran niños y los bolígrafos y carpetas cuando llegaron a nuestra Universidad. La mayoría de ellos, por mucho que se diga en sentido contrario, se han dedicado a la Política con el sincero propósito de transformar la Realidad para mejorarla; otros, con el único fin de que su país prospere. Y quiero pensar que todos ellos -salvo la escoria nazi y la hez nacionalista, que comparten la misma estructura genómica-, abordaron la Política para mejorar la vida de los demás.
Para desgracia de todos, los intereses del Partido (de cualquier partido político) han terminado imponiéndose a los anhelos de cada individuo que milita en él, haciendo aparecer una inmensa fractura entre la Política y el Pueblo; una fractura de tal magnitud que ya muestra proporciones tibetanas.

Pero, y lamentándolo desde la más íntima fibra de mi Ser Político, nuestros rajoys, nuestros rubalcabas, nuestras aguirres y arturmases, nuestros griñanes y valderas, nuestros deguindos y pajines sí nos representan. Quienes de ninguna manera nos pueden representar son los jugadores de la Selección Española de Fútbol. Y no pueden hacerlo porque en absoluto dan el perfil del español medio: en ningún momento de ningún partido han perdido jamás la organización de la jugada; han logrado construir un equipo que ha dejado fuera del campo, lejos del vestuario y a miles de kilómetros del hotel los provincianismos y las pertenencias a clanes o a tribus locales. No pueden representarnos porque han tenido desde el primer momento una confianza absoluta en su entrenador; y éste, en sí mismo. Han elaborado un juego ordenado y preciso en el que cada jugada se estructuraba desde el corazón del centro del campo; cada elemento del equipo tenía una función clara y concisa que ha sido llevada a cabo con precisión de relojería suiza.

Ni el albaceteño Andrés Iniesta ni el guipuzcoano Xabi Alonso ni el madrileño Íker Casillas ni el sevillano Sergio Ramos ni el catalán Xavi Hernández ni el canario Pedro Rodríguez "Pedrito" nos representan en absoluto; porque ellos, desde el Mundial de fútbol que ganaron de manera asombrosa, han demostrado que son gente esforzada que se entrena a diario, que se machaca a ejercicios, que son capaces de someterse a una disciplina y a un rigor estratégico sin poner en duda constantemente cada decisión táctica del entrenador.
No nos pueden representar porque no se pierden en vociferar consignas territoriales; porque han conseguido eliminar de entre ellos todo rastro de hechos diferenciales, toda brizna de deudas históricas, toda maleza de agravios comparativos. Han arrancado de sus corazones cualquier atisbo de ese término absurdo y sin definición que algunos enarbolan como un gato muerto y que se conoce como territorialidad (sic).
No nos representarán jamás, porque coordinan sus movimientos orgánicamente; porque ninguno de ellos se sale de madre y se pone a correr a lo loco sin haber articulado antes una jugada concreta.

No, señores. Estos magníficos futbolistas son españoles, sí; pero en absoluto representativos de lo que en España acontece desde hace décadas. Hombre, por Dios! Hemos estafado a nuestros propios hermanos; hemos despilfarrado nuestras arcas públicas; hemos construido una perfecta red de sinvergüenzas, paniaguados con dinero público; hemos falseado diez mil veces el resultado de las oposiciones para beneficiar a los conocidos; hemos hipertrofiado los favores desde el Poder creando un universo de cuñados estomagantes que ahora no sabemos dónde esconder ni en qué oscuro arroyo ahogar.
Cuando ha habido que castigar a los villanos, que desenmascarar a los sinvergüenzas, que encerrar para siempre a los asesinos, no hemos sido capaces! No hemos tenido agallas para aplicar la Ley cuando ésta era un clamor popular. Hemos sido cobardes con los poderosos y soberbios con los ultrajados. Despreciamos a nuestros jefes por el hecho de serlo; los descalificamos antes incluso de que puedan organizarse; desconfiamos de quienes elaboran planes y establecen prioridades; nos saltamos los semáforos y encima insultamos a quienes nos lo recriminan!

Y ahora, amigos míos, se nos ha caído encima con un estruendo épico el resultado de décadas arrastrando complejos absurdos, gestionando a espasmos un desorden personal y colectivo; décadas de pereza instituida, de indolencia a la hora de tomar decisiones, y, sobre todo, de incapacidad para sentir que pertenecemos a un organismo común: España; una Nación que requeriría la participación y la entrega de cada una de las piezas que la componen. Y es que son tantos, tantos los años de cacareos tribales y agravios entre comunidades que nos hemos vuelto incapaces de relacionar el latido de nuestro corazón con el incremento de actividad en las piernas; la aparición de la fiebre, con la posibilidad de que haya una infección. Coño! el dolor de barriga, con la urgencia de cagar!

No amigos: este equipo de fútbol sobrehumano que anoche ganó por 4-0 nada menos que a Italia no puede ni debe representarnos; porque ellos, pese a ser más españoles que un búcaro, son esforzados, voluntariosos, humildes, disciplinados, organizados y alegres; van con esperanza a sus entrenamientos, reconocen la autoridad de otro y tienen la valentía y el coraje de poner toda la carne en el asador. Si pierden, no protestan al árbitro; si los ponen a caer de un burro, no entran a responder sandeces.
Y su lema no es el soberbio e inoperante "a por ellos", forjado desde la tradicional miopía del toro bravo, sino "trabajo duro, equipo compacto y perfecta organización", algo que, de aplicarse en España, nos haría ser el espejo en el que el todo el planeta querría mirarse.

Pero, por desgracia -y de momento-, nuestros jugadores de fútbol lo ganan todo, cierto; pero no nos representan.

Qué vanidad la nuestra! Qué más quisiéramos!

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S

miércoles, 27 de junio de 2012

Una Ley bien puta.



La Ley 42/2010, de 30 de Diciembre de 2010, más conocida como la Ley Antitabaco, entró en vigor en España el 2 de enero de 2011. Con esta Ley, se prohibió fumar, en nuestro país, en espacios cerrados de uso colectivo y también en algunos espacios abiertos.

Dicho lo cual, añadiré que he fumado durante 30 años con gran felicidad y alguna tos; que dejé de fumar porque mi amada María odia el tabaco y era condición sine qua non abandonar tan agradable hábito si quería tener algo que ver con ella. Afirmo que, sin dudarlo un instante, elegí dejar de fumar. Y que desde que dejé el tabaco ya no sufro por no poder fumar en los bares ni entre clase y clase del conservatorio. Y aunque ocasionalmente haya fumado algún cigarrillo extremadamente suculento, ya no soy fumador: qué remedio! Pero reconozco que, como los alcohólicos, el que ha sido fumador pata negra lo sigue siendo para siempre aunque no fume más; y afirmo que, si pudiera, detrás de cada copa que me tomo las pocas veces que salgo, me fumaría inmediatamente al mismísimo dueño del bar, liado en las páginas de Economía de El País.

Pero que ya no fume no es obstáculo para haberme sentido arrinconado de algún modo cuando la Ley Antitabaco comenzó a hacerse efectiva. Yo ya hacía tiempo que no fumaba, pero al entrar en vigor dicha Ley me empezaron a dar pena los fumadores, educados en las películas de Humphrey Bogart y Lauren Bacall, todos con sus cigarrillos como luces que acompañan rostros entre la niebla del glamour. Vi a todos los fumadores, de un día para otro, convertidos en apestados. Y lo que es peor: todos los dueños de bares, restaurantes y clubes de alterne tuvieron que reestructurar el espacio de su negocio, a veces con obras costosísimas, para hacer frente a la rigurosa nueva Ley; por no hablar de la pérdida de clientela y beneficios en la hostelería, que ha sido, según las estadísticas, del 15%. Es mucho un 15%, eh?

De todos modos, creo que la aplicación de la Ley Antitabaco ha sido para bien: no sólo la ropa no huele asquerosamente al llegar a casa, sino que las copas parecen no afectar tanto a la cabeza (salvo si te han puesto garrafón, claro); el espacio en los bares se ve más limpio; la gente fuma menos, con tal de no interrumpir la conversación para irse a la calle a fumar a solas; las paredes, las mesas, las sillas y hasta la barra de los bares están más limpias; los tugurios huelen menos a decadencia. En definitiva: hecha la cosa, realmente ha sido para mejor.

Sin embargo...

Sin embargo, ha llegado a España Sheldon Adelson, el casi octogenario magnate judío; el dueño de los casinos y hoteles más kitsch de Yankilandia y de China; el rey de los macro hoteles con luces de colores; el Señor de los Casinos. Pues bien: el tal Adelson exige no tener que rendir cuentas, durante dos años, a nuestra Seguridad Social; asegura que los niños de 16 años pueden ser una clientela normal. Pero no acaba la cosa ahí: Adelson pretende no pagar impuestos hasta que no empiece a obtener beneficios de su negocio. Imagínense ustedes! Veamos un caso práctico: yo abro una panadería en la esquina de mi calle, pero ni pago la S.S. de mis empleados durante dos años, ni pago impuesto alguno (ninguno!) hasta que mi tahona empiece a darme beneficios. Saben ustedes lo fácil que sería para un buen equipo de abogados y economistas a sueldo demostrar que mi hermosa panadería no está dándome beneficio alguno? Es que me parto!

Este prenda lerenda ha fletado algunos aviones que hacen la línea Macao-Nevada y Nevada-Singapur (que ya son horas volando!) para que los mafiosos de alto estandin puedan jugar durante horas y horas estando libres de pagar impuesto alguno ni a China ni a Estados Unidos. Lo que se gana volando, por lo visto, no genera impuestos! Un duty free del tahúr! Y lo malo no es que en esos aviones se suban doña Mª Luisa la del 3º con sus tres amigas del Imserso y jueguen al tute apostando garbanzos secos, sino que ahí vuelan los gánsters millonarios de la peor catadura que pululan por Macao, Singapur y los EE.UU., amén de los rusos multimillonarios, contrabandistas de armas y jeques de la alta prostitución: lo mejor de cada casa!

Pero aún no he metido el dedo en la llaga. Lo haré: Sheldon Adelson exige que, en sus casinos, hoteles y demás lupanares de colores no tenga validez la Ley Antitabaco. Y miren ustedes: que un tipo acostumbrado a tratar con los piratas de Macao y los mafiosos rusos crea que las Leyes son como sus amantes, objetos de usar y tirar, no me sorprende. Lo que realmente me molesta es haber escuchado decir esta mañana en un informativo a doña Esperanza Aguirre, Presidente de la Comunidad de Madrid, que "evidentemente, la prohibición de fumar se cambiará".

Cómo que "se cambiará"? O sea, que después de la pasta que se han gastado los hosteleros españoles en reacondicionar sus locales; después de año y medio reeducando a los fumadores -que ya se lo saben como el catecismo- para que salgan a la puñetera calle si quieren echarse un cigarrito; después de tanto gasto, de tanto dinero, de tantas molestias causadas a los dueños de los bares... Ahora viene un multimillonario en plan Míster Marshall; un tipo podrido de pasta que no quiere contribuir pagando impuestos ni Seguridad Social, que no entiende qué narices significa el concepto Estado; ahora viene un güisquero con vaya usted a saber cuántos cadáveres sobre sus espaldas y pone boca abajo las ideas de Contribución, Solidaridad y Justicia... Y los políticos le bailan el agua? De verdad que van a derogar la Ley Antitabaco para contentar a este sinvergüenza? Sólo para su club Las Vegas en Madrid, o la van a derogar para todos?

Pero qué país es éste? Hasta qué oscura sima nos quieren hacer caer? Los 16.000 puestos de trabajo prometidos son un motivo suficiente para bajarnos los pantalones de esta manera? Y aunque fueran cien mil! Qué clase de empresa es ésa cuyo patrón no quiere pagar a la S.S. durante dos años? Qué especie de pirata es el que se niega a pagar impuestos hasta que no le vea la punta al negocio? Qué pintan los niños de 16 años en un puto casino lleno de putas de lujo cuyas putas puertas gobiernan dos putos gorilas con su puta nariz plana? Es esto lo que queríamos para España? Esto? Un paraíso fiscal -ante nuestras narices- con el que blanquear todo el tráfico de armas de Singapur, toda la prostitución de Macao y todos los enjuagues y negocios oscuros de Yankilandia? En eso quieren Aguirre y Ana Botella convertir Madrid? En un inmenso lupanar lleno de humo y de historias de perdedores? Ojalá resucitara Carlos III y expulsara de España a latigazos a este viejo fascista que pretende saltarse todas las reglas del Estado!

Cuando alguien se vende por dinero; cuando utiliza como mercancía su intimidad, su esencia personal más profunda, se hace necesario usar un término contundente: prostitución. Las pobres mujeres que han caído en una espiral vital autodestructiva, o que han sido esclavizadas por bandas de proxenetas no encuentran más salida que continuar vendiendo su cuerpo por dinero: se prostituyen. Los deportistas que venden su resultado en la competición a cambio de dinero, se prostituyen. Los jueces que dan y quitan la libertad a cambio de dinero, se prostituyen.

Lo mismo le pasa a las Leyes: si una Ley se cambia al antojo de unos cuantos políticos porque en la mesa se ha puesto un fajo de billetes grasientos, esa Ley, desde ese momento y hora, es una Ley prostituida. Una Ley que por motivos crematísticos cambia repentinamente, deja ipso facto de ser modelo y espejo de comportamiento para pasar a ser una puta más de las muchas que, por desgracia, vagan en bolas por los arcenes de las carreteras a la salida de las ciudades.

Lo diré aún más claro: si la Ley Antitabaco deja de aplicarse a causa de las exigencias degradantes del complejo lúdico-hotelero que este tipo insolidario quiere montar en España, la Ley Antitabaco, a partir de ese momento, será una Ley bien puta. Pero puta putísima!

Y, claro, Esperanza Aguirre se convertirá, si esto sucede, en la mayor alcahueta que vieron las Españas: será, a mi pesar y al de sus votantes madrileños, la mamporrera mayor del Reino; y, por supuesto, la madama del puticlub.

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jueves, 21 de junio de 2012

Pataditas



Yo no tengo ni idea de fútbol. Dicho queda.

Asumiendo esta realidad, y pese a todo, ardo en deseos de decir algo respecto a lo que se está viendo y oyendo en los medios de comunicación; me refiero a este aluvión de críticas que los jugadores y el entrenador de la Selección Española de Fútbol están recibiendo, como una lluvia de chuzos y granizo.

No puedo creerlo! No puedo sufrir que seamos los españoles los que estemos machacando a nuestra propia Selección! Especialmente, habiendo pasado a cuartos de final! Una selección de futbolistas profesionales que hace cuatro años ganó este mismo campeonato: la Eurocopa; que es como ganar tres cuartos de Mundial. Una selección que hace dos años escasos nos hizo olvidar a Zapatero y sus babas durante unos días, cuando ganamos nada menos que el Mundial de Fútbol! La Copa del Mundo! Del mundo entero!

Parece mentira que yo, alguien que no sabe nada de fútbol, un mísero interino de conservatorio al que le van a reducir el sueldo por enésima vez en los próximos días, tenga que salir a defender a unos multimillonarios de veintitantos años cuyo peor pecado, en mi opinión, es que tienen un gusto deplorable en cuanto a su propio pelo: no hay ni uno que pueda presentar una cabeza digna!

En la época del Rey Felipe IV, proliferaron en España lo que se conocía entonces como arbitristas, y que no eran otra cosa que gente preocupada por España que le escribían al Rey pliegos de cartas enormes creyendo haber hallado la solución a los males del Reino: unos, arremetían contra los labradores; otros, contra los eclesiásticos; éstos, que si la solución estaba en cerrar los puertos; aquéllos, que todo se arreglaría si los españoles dejaran de comer tanto cerdo. Y, en definitiva, cada uno de los miles y miles de arbitristas creía haber dado con la solución a los problemas de España. Por fortuna, los secretarios y validos de la Corte -amén del propio Rey, que estaba a lo suyo- hacían oídos sordos a casi todo lo que les llegaba de tantos iluminados. No por ello se salvó España de la decadencia, pues ya era imposible arreglar lo que desde Felipe II estaba mal encaminado y peor gestionado; pero al menos no se volvieron locos aplicando cada una de las soluciones parciales que los arbitristas sugerían: soluciones en su mayor parte absurdas; surrealistas, a veces; y, en cualquier caso, aisladas del gran problema general que abatía al Reino, y que no era otro que la inminencia del final de un ciclo hegemónico: se acababa para siempre el Imperio español. Y a otra cosa.

España ha sido siempre una nación poblada por arbitristas; en todas las cafeterías, en todos los bares, en todas las tascas de pueblo hay siempre un Senado desde el que se solucionan, a base de tinto y aceitunas, los grandes problemas del país. Dadle una cerveza a un español y nacerá ante vuestros ojos un Cicerón, un Churchill, un Catón, un Disraeli, un Protágoras y hasta un Mussolini. De todo sabemos, los españoles! A todo le damos solución, sin contemplaciones! Los políticos, a la puta calle! Los sindicatos, a vivir del aire! El Senado, a tomar por culo! Los bancos, a la ruina y que se busquen la vida! Yo dejaría de pagar las hipotecas, todo el mundo a la vez! Yo haría que la gente sacara todo el dinero de los bancos, al mismo tiempo! Aquí el tema se arreglaría expropiando los dulces de las monjas! Enfín...

Lo mismo pasa con la Selección Nacional de fútbol (a la que me niego a llamar La Roja, pese a la presión de los diseñadores mediáticos): que si no se puede jugar con un falso nueve (Dios mío! Qué es un falso nueve? Un cuatro?); que si lo que pasa es que nos quedamos mucho tiempo en el propio área; que si Del Bosque está equivocado en el planteamiento; que si aquí lo que hace falta es sacar a Torres desde antes de que abran el estadio; que si la táctica cual; que si el 3 - 4 - 3 - 1; que si el 4 - 3 - 3 - 1; que si el número Pi; que si la cuadratura del círculo; que si tal y si pascual...

Quiénes se creen los españoles que son éstos que visten el uniforme de la Selección? Acaso creen los celtíberos que estos tíos de la camiseta roja llevan sólo unos meses jugando, y en partidos de pueblo? Es que por ventura los hemos sacado del Villagarcía Club de Fútbol o de la Balompédica de Santa Aurelia? Piensan los españoles que Iniesta, Torres, Xavi, Casillas, Ramos, Navas y toda la cohorte de malospelos que nos representan no han visto un césped en su vida? Con quién se creen que éstos se la han jugado sino contra los mejores jugadores de fútbol del Planeta Tierra, fundiéndoselos a todos el glorioso 11 de Julio del Año de Nuestro Señor de 2010 ante miles de millones de espectadores de todas las razas?

Y aunque ahora perdieran en cuartos de final y se tuvieran que volver a sus casas: qué? Acaso habría que terminar con ellos en el aeropuerto, a silletazos? Tan exigentes somos con estos especialistas, que, habiendo pasado a cuartos, les andamos buscando los fallos, las cosquillas y las debilidades? Tan fácil es pasar a cuartos de final en la Eurocopa?
Qué país éste: España! Cuánta sabiduría encierra cada español, en sí mismo! Reconcentrada, prístina, luminosa y feraz, nos envuelve a cada español un aura divina, una luz cósmica que todo lo ilumina y todo lo descubre! Es la ciencia infusa! El conocimiento profundo de todas las Leyes Inmutables! Cada español que nace es una Enciclopedia del Saber, una nueva Biblioteca de Alejandría!

Cómo nos atrevemos a darle lecciones a Vicente del Bosque; a sugerir que saque a éste y meta a aquél; y cuándo y dónde y en qué momento? Pero quiénes nos creemos que somos? Si el 99'9% de los que tanto hablan -y disponen y corrigen-, en su puñetera vida han hecho otro ejercicio que el de levantar una fuente de papas aliñás para traerla de la barra a la mesa? Qué nuevos estrategas tenemos aquí? Qué tácticos son éstos, los españoles, que darían lecciones al mismo Julio César desde lo alto de las lomas germánicas; que corregirían a Gengis Khan, a Alejandro Magno y al mismísimo Napoleón Bonaparte, con la cervecita en la mano y la barriguita pugnando por salirse del pantalón?

Pero de qué estáis hablando, barrigones de cerveza, hartos de coles, perezosos, holgazanes, sochantres, papafrailes, montunos, arrecogidos? Si en vuestra propia casa no movéis un dedo cuando veis que vuestra sufrida esposa está bregando con dos niños a la vez y preparando la cena y cogiendo el teléfono? Si en la puñetera vida habéis dado un paso al frente para solucionar un problema en la oficina en la que trabajáis, en el colegio en el que dais clases, en la fábrica donde apretáis tornillos; si tenéis menos luces que el sótano de Marilyn Manson!

Qué vanidad! Qué soberbia! Y qué indecencia! Habría que veros a vosotros, eruditos de tertulia, entendidos de salón, expertos jugadores de barra de bar, calzando las botas de tacos y en mitad de un estadio lleno hasta la bandera, sabiendo que os miran con lupa más de mil millones de espectadores y que os encontráis frente a 11 tíos (los contrincantes) que responden al nombre de Ronaldo, Robben, Benzema, Özil, Klose... Qué haríais, entonces, oh sabios extraordinarios? Qué haríais?

Os lo digo yo: pataditas daríais. Pataditas.


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martes, 19 de junio de 2012

Diecisiete Reinas.



Hay una película argentina, de Fabián Bielinsky (lamentablemente, muerto a los 46 años de un infarto súbito), que he visto cuatro o cinco veces y vería otras cinco más: Nueve Reinas. En mi opinión, es una de esas películas perfectas, orgánicas, redondas; una obra maestra del cine mundial; un ejemplo de relojería suiza de precisión. Nueve Reinas podría compararse a los cuartetos de cuerda de la última etapa de Beethoven, en los que, si alguien cambiara una sola nota, un solo acorde, un mínimo signo de dinámica (forte, sforzando) se vendrían abajo, pues sería ni más ni menos que intentar modificar La Perfección.

Hablar aquí por extenso de Nueve Reinas me llevaría días y días de escribir y corregir; y a ti, lector, horas pegado a la pantalla luminosa, lo cual se me antoja una tortura imposible. Tranquilidad: no lo voy a hacer. Pero debo traer a colación una secuencia memorable de las muchas que la película tiene. Y es la siguiente:

Marcos (encarnado por el maravilloso actor Ricardo Darín), un estafador de poca monta, se encuentra en los lujosos servicios de caballeros de un hotel de cinco estrellas en Buenos Aires junto a Juan (Gastón Pauls, el otro extraordinario actor, cuyo personaje algo taciturno y como atormentado se asocia con Marcos/Darín, por azar, en una estafa delirante). Éste, Marcos, le dice frente a los espejos de los lavabos que si "por guita" haría "de puto"; es decir: si te dieran dinero, te dejarías dar por detrás? Juan, muy digno, rechaza tal posibilidad: los hombres no le gustan; su dignidad no está a la venta. Marcos insiste y coge un puñado de toallitas de papel y las usa como si fueran billetes de 100 dólares: le pone un montón de toallitas sobre el lavabo: "Por 10.000 dólares, lo harías?" "De ninguna manera!", responde Juan, ofendido; colocando otro montón de toallitas, insiste Marcos: "Por 20.000?" "No", responde muy serio Juan. Marcos insiste: "Y por 50.000 dólares?" Juan se ofende algo menos, pero aún se ofende: "No! Claro que no!" Entonces, Marcos coge el mazo entero de toallitas y las coloca solemnemente sobre el lavabo: "Y por 500.000 dólares?" El otro se queda en silencio, como considerando la posibilidad de dejarse encular por cualquier desconocido que le ofreciera medio millón de dólares. Su dignidad y su hombría, innegociables hasta hace un momento, parecen estar siendo reconsideradas ante la posibilidad remota de tal oferta. Juan no responde nada; pero mira muy pensativo el montón de toallitas.
Marcos/Darín se acerca a su oído y le dice: "Te das cuenta? Putos no faltan; lo que faltan son financistas."

Desde 1978, el mapa político territorial español se ha ido ajustando y definiendo; en poco tiempo quedaron constituidas las 17 comunidades autónomas que conforman la estructura geopolítica de España. A ellas, hay que sumar las dos ciudades autónomas (¿...?) de Ceuta y Melilla, que Alá proteja.

Estas diecisiete comunidades, con el paso del tiempo y merced a la negociación con el Estado, han ido añadiendo eso que se ha dado en llamar competencias, y que no son otra cosa que la posibilidad de gestionar las atribuciones habituales del Estado: la Sanidad, las carreteras, la Educación, los puertos y aeropuertos, etc.
Esta gestión competencial ha conseguido doblar y hasta triplicar el número de personas dedicadas a tales menesteres. Como coches en doble y triple fila, inmovilizando los unos a los otros, las administraciones han sufrido en España un proceso de elefantiasis que, de vivir Larra ahora, volvería sin duda a pegarse el tiro en la sien.

Este exceso de funcionarios en las distintas administraciones superpuestas se agrava más aún si tenemos en cuenta ese invento asombroso que se conoce como empresa pública: ni más ni menos que otra capa más de Administración (holográfica, virtual en muchos casos) cuyos trabajadores seleccionados por quien corresponda hacen el trabajo que muchos de los funcionarios de la Administración autonómica (o estatal) deberían haber hecho pero no hacen. Dios sabe por qué.

El chorreo de dinero ha sido y sigue siendo sideral. Las arcas del Estado, con 17 administraciones paralelas y cada una de ellas con sus empresas públicas -sin vigilancia alguna- pidiendo más y más, han sido esquilmadas, hundidas, desfondadas. Los canales de televisión autonómicos (ETB1, ETB2, ETB Sat, Canal Sur 1, Canal Sur 2, Canal 9, Telemadrid, Tele Albacete, Murcia qué hermosa eres, Zaragoza no se rinde, Catalunya Visió 1, 2, 3 y 33...) han dilapidado miles y miles de millones de euros; decenas de miles de millones de euros. No podemos hacernos una idea de lo que nos hemos gastado en estas televisiones provincianas y cerriles. Quién ve Arrayán? Por Dios! Quién ve Arrayán!!!?

Pero la hora de devolver competencias al Estado está llegando. Qué se creen ustedes que buscan los inversores extranjeros (los mercados: el coco)? Por qué creen ustedes que no levantan el pie que oprime el cuello del Gobierno español? El siguiente paso es la poda -discriminada pero intensiva- de esta maleza constituida por malas hierbas y enredaderas en que nuestra Administración se ha convertido; nos van a exigir la limpieza urgente de las administraciones autonómicas: esa masa selvática poblada de animales agazapados que suele rodear y esconder los templos mayas en las películas de Indiana Jones y que en nuestro caso oculta un extraordinario universo de inútiles duplicados y mantenidos.

Entonces clamarán al Cielo los nacionalistas. Perdemos soberanía! Catalunya no pot consentir aquesta intromissió! Galtzen subiranotasuna! Europa txakurra! Y el hecho diferencial (quién sabe qué será eso?) será un clamor elevado al cielo por los profesionales de La Diferencia.

Ahora bien: cuando ya no haya dinero para pagar las nóminas a los funcionarios castizos; cuando los gobiernos autonómicos vean que se viene abajo el Retablo de Maese Pedro -con Don Gaiferos y la bella Melisendra- debido a las estocadas terribles que amenazará con propinar el corte del grifo... Entonces se acabarán las consideraciones y la pompa; serán arrancados de raíz los melindres independentistas; se sofocarán con mantas mojadas los tufos reivindicativos de las castas jesuíticas; y desaparecerá durante mucho tiempo la pedantería nacionalista, verdadero colesterol cultural que nos esclerotiza a todos los demás.

Es decir: cuando de verdad ya no podamos más, los que mandan en el mundo pondrán sobre los lavabos cientos de miles de millones de toallitas, a condición de que desaparezcan estas competencias agolpadas unas sobre otras, este marasmo administrativo que ha producido la hipertrofia de las autonomías. En ese instante, los dignísimos políticos nacionalistas dejarán a un lado su asco de personaje femenino de Jane Austen y reconocerán que pertenecen al Estado español. Así de fácil.

Y entonces, en mi interior y sin que nadie pueda evitarlo, escucharé gloriosamente a Ricardo Darín diciéndoles "Os dáis cuenta? Putos no faltan, lo que faltan son financistas".


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domingo, 17 de junio de 2012

Yo soy griego


Independientemente del resultado de las elecciones que hoy se están realizando en Grecia (a esta hora de la tarde aún ni siquiera han cerrado los colegios electorales), quiero decir algo:

Esta mañana he escuchado en la radio a un griego de 50 años; un hombre que hablaba muy bien español y que, en entrevista en directo desde Grecia, le decía a una famosa locutora española a la que no trago (no sé por qué escucho su programa los sábados y domingos por la mañana!) que era arquitecto técnico, aunque hacía más de un año que no tenía trabajo; ahora no tenía ni siquiera subsidio de desempleo y comía de la caridad, esperando cola a diario para que le dieran su plato.
Este hombre no lloraba, no se quejaba; no exigía al Estado ni a nadie que se hiciera cargo de él; sólo planteaba una cuestión: el hastío por la cantidad de insultos que cada día, desde hacía un año y pico, le dedicaban a él y a su país los alemanes y particularmente la Merkel. "Estoy harto de que nos llamen vagos y estúpidos", decía; "en Grecia hemos trabajado como el que más; la inmensa mayoría de los griegos nos hemos levantado antes del amanecer para ir a nuestros trabajos. Ahora lo hemos perdido todo, pero no sabemos por qué". Y luego, añadía "los griegos nos sentimos cerca de los españoles; y de los italianos y de los portugueses. Somos la Cultura del Mediterráneo. Estoy harto de que nos insulten a diario; están acabando con nuestra Cultura".

Este hombre de mi misma edad me ha emocionado hasta el punto de que se me han saltado las lágrimas escuchándole. Como digo, no se quejaba de la situación a la que este huracán destructor que acompaña los planes de Alemania le ha llevado (nos está llevando a todos); ni siquiera despotricaba contra los políticos de su país o de Bruselas; no. Lo que reclamaba era respeto por lo que significa Grecia; por lo que significan los países mediterráneos. Respeto: sólo eso.

En mi opinión, y habiendo leído más de uno y más de veinte libros de alguien que hace ya casi 100 años se preocupaba extraordinariamente por el futuro de Europa -Ortega y Gasset: uno de mis modelos vitales-, pienso siempre que si éste levantara la cabeza y viera cómo se ha intentado construir su viejo sueño (los Estados Unidos de Europa), empezando por el tejado -la moneda única!-, se daría de testarazos contra la tapa del ataúd para perder la conciencia cuanto antes y regresar al mundo de los que no sienten al grito de "No es esto! No es esto!"

En un universo en el que el Libre Mercado ha sido confundido dramáticamente con la Vida Real, es lógico que estas cosas ocurran: antes de hacernos sentir copartícipes de una Unidad Superior (Europa); antes de dotarnos con unas leyes fiscales comunes; antes de hacernos comprender que deberíamos ceder más de la mitad de nuestra Soberanía particular (la española, la francesa, la italiana, etc.) en aras de una Soberanía común (la europea); antes que nada, digo, hemos acuñado una hermosa moneda con un glorioso nombre: el Euro. Y luego, a la cabeza del tren de los locos, se han puesto Alemania y Francia, con ese prurito que tienen siempre los más listos de la clase para arrogarse responsabilidades y competencias que quizás no estaban preparados para asumir.
Francia y Alemania, hace pocos años, decidieron inyectarse cientos de miles de millones de euros para recortar sus flecos sueltos. El Banco Central Europeo, servil y meneando el rabo, se plegó a las exigencias del tándem franco-alemán. Sin embargo, para los países del Sur de Europa, los vagos y maleantes que conformamos eso que los anglosajones han dado en llamar PIGS (cerdos), la tabla de medir ha sido bien distinta: cuando ha llegado el dinero del BCE ha sido en forma de rescate, con muy malas palabras, condiciones extremas y una plétora de encorbatados vigilantes de patio carcelario.

Grecia no ha sabido estar a la altura de lo que se les exigía; o no ha podido. Quizás, de manera inconsciente, no ha querido. El caso es que, salga hoy lo que salga en las elecciones griegas, esto no tiene arreglo. No lo tiene. No creo que lo tenga.

Y no tiene arreglo porque se ha empezado por el final: la moneda única debería haber sido la consecuencia de unas cuantas décadas de Alta Política; de unos cuantos años de conocimiento mutuo; de reconocimiento mutuo, añadiría. Una, dos décadas habrían bastado para unificar legislativa, fiscal, laboral, socialmente a los europeos; cada país habría mantenido su idiosincrasia, como no podría ser de otra manera, pero habríamos entrado en un proceso de concienciación, de pertenencia a una mega-tribu. Después, y cayendo por su propio y metálico peso, habría devenido el Euro como moneda única. En 2020 (dentro de pocos años), seríamos los Estados Unidos de Europa; y no sólo epitelialmente, sino con músculos y sangre y huesos; y hasta con mocos!

Pero lo que se pergeñó hace más de quince años en los despachos del Norte europeo se hizo con criterios exclusivamente económicos. Corrijo: criterios macroeconómicos, que, como toda persona con dos dedos de frente sabe, son aquéllos que superan y obvian la economía real, cotidiana: la economía de dimensiones humanas. Vamos a hacer una Europa de gigantes! A ver: los griegos, los italianos y toda esta chusma portuguesa y española, a operarse las piernas! Dentro de diez años tenemos que medir, todos, un metro ochenta y seis! Y el que no lo mida... Ay, del que siga siendo bajito!

Los países mediterráneos no hemos podido llegar a esa altura aria, a esos estándares protestantes; algunos, casi llegábamos, pero ni por ésas! Otros, directamente se han pulido el dinero del alargamiento de piernas en alargarse otras partes del cuerpo. Muy mal! Muy mal hecho! Y ahora nos lo piden con intereses, aunque algunos estemos cerca de alcanzar el estándar exigido.

En Europa sólo ha habido tres civilizaciones que han marcado su impronta, a fuego y para los restos, en todo el Continente: la griega, la romana y la española. La griega, aportando no sólo el Arte clásico, el Teatro, la Matemática y la Filosofía, sino -y especialmente- la Democracia: valores esenciales que han transido la Cultura Occidental haciéndola posible. Roma, creando un Imperio que debería dar una lección a estos políticos actuales que desde Bruselas nos riñen: la Legislación Común; el Derecho Romano, piedra angular de la civilización occidental y envidia y modelo de muchos países actuales. Y España, aunque en menor grado, abriendo un puente entre Europa y las Indias Occidentales en los Siglos de Oro. Desde el Sur podríamos dar lecciones ex cátedra de cómo hay que articular un súper Estado común.

Desde luego, no es así, riñendo, insultando, llamándonos bastardos como se crea un foro común. Alemania jamás ha podido crear un Imperio: sus góticas maneras, sus gruesos trazos de walkiria dominante no le han permitido jamás escribir con una caligrafía sutil. El Idealismo alemán se perdió en la oscuridad de sus filósofos, empeñados en ocultar en palabras de sonoridad romántica los conceptos que ya los griegos habían iluminado con mucha menos retórica dos mil años atrás. Los únicos intentos germanos por pergeñar una Europa común (sic) dieron pie a las dos grandes guerras mundiales, ambas comenzadas por Alemania y de tan trágico y lamentable resultado. Ahora, la táctica es diferente; pero no se crea un Imperio acuñando unos billetes preciosos e instalando al cobrador del frac en la puerta de las casas particulares; igual que no se empieza una relación de pareja teniendo un hijo antes de darse el primer beso. Estas formas germánicas, es evidente, no son adecuadas para crear un Imperio. Que se lo digan a Alejandro Magno; o a Julio César.

Da igual lo que mañana salga del resultado de las elecciones griegas: si sale el partido proeuropeísta, aunque fuera por mayoría absoluta (que no saldrá), de nada servirá; porque lo que está pasándonos no es un problema de que Grecia quiera o no quiera seguir "en el euro" (terrible expresión que deja de manifiesto la ausencia de intereses transnacionales que deberían haber sido previos a la aparición de una moneda única), sino que, sencillamente, se ha querido construir una súper Alemania sin tener en cuenta la respuesta de la economía real, verdadera, doméstica y de vecindario. Se nos ha obviado a los napolitanos, a los atenienses, a los lisboetas, a los cacereños, a los dublineses; y no estoy diciendo con esto que los mediterráneos no seamos gente trabajadora que lucha por su familia y su trabajo: hasta ahí podíamos llegar! Digo, solamente, que desde el primer momento se nos ha llamado Países Periféricos. Países periféricos!!! Como si el centro del Universo fuera Alemania y los demás unos orbitales molestos!

Pues me temo que todo el Mediterráneo, retorciéndose y gritando de dolor por salvar de la serpiente a sus hijos, como el Laocoonte, se haya vuelto Grecia. El Sur de Europa, entero; los PIGS; los cerdos, nos retorcemos con un grito aterrador en nuestras facciones; nos estamos helenizando. Yo, desde luego, me siento más griego que nunca.


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viernes, 15 de junio de 2012

Rumbera


Desde que me mudé al centro de Sevilla no cojo el coche así me maten; voy al trabajo en autobús; a la compra, a pie; y a determinados puntos de la ciudad, en bicicleta. Cuando ya la cosa se pone complicada, pillo un taxi y problema resuelto.
Ayer cogí un taxi a primera hora de la mañana -antes de las 9- para ir a un asunto. El taxista llevaba la radio puesta; en la pantalla digital del sintonizador se podía leer, en grandes letras, qué canal de radio estábamos escuchando: RUMBERA.

No sé si este canal se llama Rumbera Radio, Rumbera FM, Rumbera en la Onda o simplemente Rumbera; el caso es que la música que programaban aquella mañana era salsa: ondulantes sones apuntalados por el tumbao del bajo y salpimentados por una sección de metales que, por su dulce sonido, parecía extraída del mismísimo corazón de Glenn Miller.

Pasamos entre la estallante estatua del Cid y la antigua Tabacalera, que es desde hace décadas la Facultad de Derecho; había más tráfico del que últimamente suele haber, pero era fluido. El sol, desde esa temprana hora, ya estaba dando muestras de querer ser hijo adoptivo de Sevilla. Al pasar entre la Glorieta de Bécquer y el teatro Lope de Vega, por las ventanas abiertas del taxi entraba el aroma de los árboles exóticos del Parque: un aroma de un dulzor caníbal que, fijado en la nariz, me empujaba a contemplar el teatro como si fuera un templo medio oculto en algún rincón del Amazonas.

Luego, el taxi enfiló la avenida de La Palmera hacia el Campo del Betis, y toda la amanecida luz del río inundó el coche. Rumbera nos regaló una canción de Camela, ese familia desestructurada cuya voz femenina, prehumana, se empeña en hacer hiato en todos los diptongos: vïolencia; caüsaste; renïega. Algún coche de caballos iba en dirección contraria: hacia el barrio de Santa Cruz. Los motoristas, como un enjambre de cascos baratos, se empeñaban en tapar los semáforos.
Al pasar junto al Líbano, los barrenderos fluorescentes procuraban quitar del suelo los vasos de plástico, las bolsas de la botellona nocturna y las latas de cerveza baratas; Rumbera entraba en un éxtasis tonal entregándonos, desollada, a Gloria Estefan, cuya voz desgarradora pero amable nos aseguraba que su tierra era linda, que su tierra era bella. En las cercanías de la avenida Reina Mercedes, donde están situadas las Facultades de un buen número de carreras universitarias técnicas, pude ver cómo atravesaban de un lado a otro de la avenida jóvenes mujeres con carpetas grandes; barbudos muchachos con tubos en donde guardar planos, proyectos fin de carrera o fin de curso; universitarios con gafas y pantalones pirata; todos caminando hacia su Facultad, andando mientras se despertaban.

Y de repente me percaté de que algo pasaba; quiero decir: me di cuenta de que algo no pasaba; algo no estaba pasando desde hacía diez minutos. Iba en el taxi, por el medio de mi ciudad, y veía los bares abiertos, la gente yendo a sus trabajos, a sus oficinas, a sus colegios, a sus negocios; los universitarios caminando hacia las aulas de la Facultad; los barrenderos limpiando y los cocheros dejándose arrastrar por sus caballos en busca de turistas. Qué era esto? A qué venía esa sensación de actividad, de energía urbana, de ciudad reventando por vivir? Qué elemento nuevo venía a ponerme delante de las narices el brillo inexplicable de esta ciudad sin límites; la vida repentina de esta Sevilla tan vapuleada?

Buscando atropelladamente en la piel del cerebro, di con la clave! Este aluvión de sensaciones productivas era debido a la ausencia de las tertulias radiofónicas! La no presencia de los comentaristas económicos bastaba para poder disfrutar de la luz de la mañana! La radio que sonaba no era la SER, ni Onda Cero, ni la Cope, ni RNE. Era Rumbera! Rumbera, que acertaba en cada momento a colocar la canción más adecuada! Sólo música bailable! Nada complejo; nada denso: sólo música!

Hice la gestión para la que fui y, al regresar, cogí otro taxi. En éste, la radio hablaba de la economía europea, del euro y de la madre que lo parió. Los colores de la ciudad, al regresar, y pese a estar el sol más alto que antes de las 9, casi no lucían; las personas a nuestro alrededor carecían de actitud: se limitaban a desplazarse, como muñecos mecánicos. El Parque de María Luisa no olía a nada, y se hacía evidente que el caballo del Cid estaba hecho del más frío bronce.
Me bajé huyendo del taxi, casi sin recoger el cambio por no sufrir más esos análisis tremendos que hacían los contertulios radiofónicos de no sé qué cadena. Subí a mi casa y cogí el carrito de la compra para ir al mercado de la Puerta de la Carne, que está al lado de donde yo vivo (una suerte!). Le puse al móvil los cascos y, de camino al mercado, busqué y busqué Rumbera; no tuve mucho éxito al principio, pero en una de esas vueltas al dial de la radio del móvil ...la trinqué! Allí estaban la Encarni y la Toñi: Azúcar Moreno; cantando no sé qué nimiedades del amor.

Me dije: "Rumbera: ya te tengo!" Y, escuchando a Azúcar Moreno, entré en el mercado, en donde me esperaban los olores picantes de la carne adobada, la inminente fetidez del pescado, la dulzura del melón, la pregunta llena de prevención de las señoras mayores: "es usted el último?" Y, en suma, la vida productiva que no entiende de finanzas: la vida real, llena de olores, sabores y texturas. Rumbera señalándome los puestos llenos de frutas, de tomates, de lechugas-roble; la familia siciliana del enorme puesto de la recova mostrándome con una mirada de soslayo que hoy sí hay croquetas de cola de toro; Rumbera, que si esta tarde vi llover, vi gente correr y no estaba yo; la luz del glorioso mediodía sevillano entrando como rompimientos de Gloria por entre el armazón de Eiffel del techo del mercado; la vida entera viviéndose a sí misma; el tendero de las gafas de pasta, preguntándome si me voy a llevar hoy los chicharrones de Cádiz, que están para creer en Dios. Pues claro que me llevo los chicharrones! Porque quiero llevármelos! Porque Rumbera me lo permite! Porque Rumbera me deja vivir!


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sábado, 9 de junio de 2012

Una posguerra sin bombas.



Dónde están los cultivos de tomate calcinados? Dónde, los campos de patatas destruidos? Llevamos acaso cinco, seis o siete años de alguna ignorada sequía que haya acabado con nuestras cosechas? Han muerto de alguna peste bíblica las vacas, los cerdos, los animales de las granjas españolas?
Nos han reventado los puentes en alguna guerra? Las carreteras españolas acaso han sido bombardeadas, destruidas? Han sido borrados del mapa por algún cataclismo los aeropuertos, los puertos marítimos y las vías férreas? Hemos sufrido alguna epidemia mortal que haya diezmado la población dejando sólo supervivientes mutilados?
Acaso el océano mar nos ha aplastado, lanzando sobre nuestro territorio tsunamis apocalípticos que hayan convertido en escombros la mitad de nuestra costa? Han llegado quizás los barcos mercantes a parar al techo de la Mezquita de Córdoba? La cadena volcánica que nos atraviesa ha rugido y bramado arrojando sobre nuestras cabezas desvalidas toda la ceniza del estómago ardiente de la Tierra?

No! No, por cierto!

Entonces, si no hemos sufrido años de sequía, inundaciones, terremotos brutales, tsunamis, pestes, cataclismos, epidemias ni guerras; si en estos últimos siete años no hemos perdido las cosechas ni han muerto nuestros animales, a qué viene este rechinar de dientes, este rasgar de vestiduras, este rosario de la aurora?

Las épocas de crecimiento, hasta hace no muchos años, surgían de los períodos de paz continuada; el pueblo trabajaba y la tierra producía; las industrias florecientes lo eran por el tesón de sus empresarios y por la productividad de los trabajadores. No habiendo guerra, ni catástrofes ni espantos, sólo cabía esperar mejoras en la vida de cada uno; en nuestras manos estaba, en estos períodos florecientes, construir nuestro futuro.

Pero esto que está ocurriendo desde hace unos años y que hoy nos estalla en la cara cada mañana, cada mediodía almorzando nada tiene que ver con no haber echado de comer a las vacas, o no haber regado los tomates; no es el resultado de una guerra feroz ni de una cadena de tsunamis apocalípticos. Esto que ocurre y que tiene al nuevo Gobierno de España con ojeras oscuras y corriendo sobre alfombras de pasillo a pasillo; esta calamidad que se nos ha venido encima no es el producto de que usted y yo no hayamos acudido cada día a nuestro trabajo, puntuales, duchados y con espíritu laborioso.

No. Esto es otra cosa.

Alguien que no daba clases en mi conservatorio y que no controlaba los ciclos del cultivo de patatas; alguien que no patrullaba vestido de verde por las carreteras y que no pasaba consulta en el ambulatorio de su barrio decidió arriesgar en su negocio los valores abstractos que supone un producto financiero. Como él, otros hombres que no abrían cada mañana los escaparates de su tienda de electrodomésticos ni apretaban las tuercas en una cadena de montaje decidieron arriesgarse igualmente. Total: eran valores abstractos!

En el universo de las finanzas, la virtualidad tiene la facultad de ser real; porque la Realidad del concepto Finanza es, en sí, una Entelequia, un Valor de Cambio, algo conceptual : un débito, un rédito, una acción. Son números que se mueven en colores y que se han vuelto orgánicos por un prurito de Voluntad: la voluntad del agente de Bolsa. Este maravilloso y caótico universo está íntima, musculosa, sanguíneamente relacionado con la Banca. Son un totum revolutum; son la pinza y el ojo y la concha del cangrejo.
Y lo que en las finanzas ocurre, ocurre porque hay unos hombres de carne y hueso que hacen cositas. Ninguno de estos hombres pasa la noche de guardia en su farmacia; ni se lleva exámenes de Historia a su casa para corregirlos. Ninguno de ellos conduce un taxi durante catorce horas al día, ni se sube a un escenario a tocar el violín. Ganan dinero virtual que luego traducen en objetos perecederos. Juegan al Risk con nuestros virtuales ahorros, con nuestras nóminas abstractas y puntuales. Y hace unos años sacaron los pies del tiesto y se arriesgaron a hacer lo que un verdadero hombre de empresa jamás habría hecho: jugarse el tipo con virtualidades futuras.

No pidieron consejo ni permiso; fueron adelante con los faroles; y cuando se les vino el cielo encima de sus cabezas, exigieron a sus conocidos -los políticos- que les echaran un capote. Así lo hizo el gobierno de Zapatero, después de haber despilfarrado las arcas estatales durante cuatro años en florilegios pedantes llenos de miembros y miembras. Luego, los que han llegado al Poder (sic) hace unos meses no han hecho más que aplicar medidas leoninas, castigos decimonónicos y palos en la espalda dictados por gobiernos y lobbys extranjeros.

Mi sueldo ha sido recortado tres veces; he dejado de dar mis modestos conciertos porque no hay ayuntamiento, asociación ni entidad cultural que pueda permitirse pagar una actuación; he creado la única orquesta minimalista que hay en España y ninguna universidad nos puede contratar, pese a lo que les gustaría, porque no hay dinero. No puedo ni pensar en irme de viaje, y mis compras de libros han sido reducidas a la nada: he vuelto a releer los que tenía, que son muchos.

Pero no he sido yo el que dejó de ir a su trabajo puntualmente; ni el que se arriesgó con el dinero de todos. Sin embargo, somos los músicos, los profesores, los taxistas, los carniceros, los médicos, los empresarios reales, los operarios y los oficinistas los que hemos sido condenados a repartirnos el peso del castigo que deberían sufrir unos pocos -poquísimos!- sobre las espaldas de todos.

Ya es tarde para evitar esta injusticia. Todos estamos ligados a nuestro modelo de Sociedad. Desde Rousseau, esto es lo que hay. De acuerdo. Y no me queda otra que agarrarme los machos y esperar los años que hagan falta para que afloje la galerna. Todo lo sufriré. Todo. Y sin echarme a la calle a quemar contenedores; para qué? Más gasto? No.

Pero todo lo sufriría con mejor ánimo si por los mismos púlpitos desde donde se nos cuenta cómo está la cosa (la radio; la tele; la prensa) viera pasear cada día a cinco tíos de éstos camino de Alcalá-Meco; cada semana cuarenta financieros, cada uno sentado al revés sobre una mula y con un capirote pintado de llamas; cada mes, doscientas cincuenta y siete personas, entre brókers, ejecutivos de la Banca y políticos implicados: todos ellos a la cárcel; con nombres y apellidos publicados; y deshonradas sus familias hasta la cuarta generación.

Todo estaría dispuesto a sufrirlo sin alzar la voz ni la hoz si comenzara a ver un reguero diario de culpables identificados, estigmatizados y condenados a varios años de prisión. Porque es mucha la furia contenida diariamente, y sería bueno y regenerador para el espíritu del Pueblo comprobar cómo se hace Justicia; y los políticos deberían ir organizando ya un Nüremberg en la madrileña calle de García Gutiérrez. Sólo hay que designar un Tribunal especialmente designado ad hoc. Porque no debe ser muy difícil averiguar el nombre y los apellidos y el domicilio fiscal de estos irresponsables. Sinceramente, creo que ya ha llegado la hora de hacerlo, porque ellos han sido los verdaderos criminales de este terremoto sin escombros, de este tsunami sin olas y de esta posguerra sin bombas.


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