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miércoles, 27 de junio de 2012

Una Ley bien puta.



La Ley 42/2010, de 30 de Diciembre de 2010, más conocida como la Ley Antitabaco, entró en vigor en España el 2 de enero de 2011. Con esta Ley, se prohibió fumar, en nuestro país, en espacios cerrados de uso colectivo y también en algunos espacios abiertos.

Dicho lo cual, añadiré que he fumado durante 30 años con gran felicidad y alguna tos; que dejé de fumar porque mi amada María odia el tabaco y era condición sine qua non abandonar tan agradable hábito si quería tener algo que ver con ella. Afirmo que, sin dudarlo un instante, elegí dejar de fumar. Y que desde que dejé el tabaco ya no sufro por no poder fumar en los bares ni entre clase y clase del conservatorio. Y aunque ocasionalmente haya fumado algún cigarrillo extremadamente suculento, ya no soy fumador: qué remedio! Pero reconozco que, como los alcohólicos, el que ha sido fumador pata negra lo sigue siendo para siempre aunque no fume más; y afirmo que, si pudiera, detrás de cada copa que me tomo las pocas veces que salgo, me fumaría inmediatamente al mismísimo dueño del bar, liado en las páginas de Economía de El País.

Pero que ya no fume no es obstáculo para haberme sentido arrinconado de algún modo cuando la Ley Antitabaco comenzó a hacerse efectiva. Yo ya hacía tiempo que no fumaba, pero al entrar en vigor dicha Ley me empezaron a dar pena los fumadores, educados en las películas de Humphrey Bogart y Lauren Bacall, todos con sus cigarrillos como luces que acompañan rostros entre la niebla del glamour. Vi a todos los fumadores, de un día para otro, convertidos en apestados. Y lo que es peor: todos los dueños de bares, restaurantes y clubes de alterne tuvieron que reestructurar el espacio de su negocio, a veces con obras costosísimas, para hacer frente a la rigurosa nueva Ley; por no hablar de la pérdida de clientela y beneficios en la hostelería, que ha sido, según las estadísticas, del 15%. Es mucho un 15%, eh?

De todos modos, creo que la aplicación de la Ley Antitabaco ha sido para bien: no sólo la ropa no huele asquerosamente al llegar a casa, sino que las copas parecen no afectar tanto a la cabeza (salvo si te han puesto garrafón, claro); el espacio en los bares se ve más limpio; la gente fuma menos, con tal de no interrumpir la conversación para irse a la calle a fumar a solas; las paredes, las mesas, las sillas y hasta la barra de los bares están más limpias; los tugurios huelen menos a decadencia. En definitiva: hecha la cosa, realmente ha sido para mejor.

Sin embargo...

Sin embargo, ha llegado a España Sheldon Adelson, el casi octogenario magnate judío; el dueño de los casinos y hoteles más kitsch de Yankilandia y de China; el rey de los macro hoteles con luces de colores; el Señor de los Casinos. Pues bien: el tal Adelson exige no tener que rendir cuentas, durante dos años, a nuestra Seguridad Social; asegura que los niños de 16 años pueden ser una clientela normal. Pero no acaba la cosa ahí: Adelson pretende no pagar impuestos hasta que no empiece a obtener beneficios de su negocio. Imagínense ustedes! Veamos un caso práctico: yo abro una panadería en la esquina de mi calle, pero ni pago la S.S. de mis empleados durante dos años, ni pago impuesto alguno (ninguno!) hasta que mi tahona empiece a darme beneficios. Saben ustedes lo fácil que sería para un buen equipo de abogados y economistas a sueldo demostrar que mi hermosa panadería no está dándome beneficio alguno? Es que me parto!

Este prenda lerenda ha fletado algunos aviones que hacen la línea Macao-Nevada y Nevada-Singapur (que ya son horas volando!) para que los mafiosos de alto estandin puedan jugar durante horas y horas estando libres de pagar impuesto alguno ni a China ni a Estados Unidos. Lo que se gana volando, por lo visto, no genera impuestos! Un duty free del tahúr! Y lo malo no es que en esos aviones se suban doña Mª Luisa la del 3º con sus tres amigas del Imserso y jueguen al tute apostando garbanzos secos, sino que ahí vuelan los gánsters millonarios de la peor catadura que pululan por Macao, Singapur y los EE.UU., amén de los rusos multimillonarios, contrabandistas de armas y jeques de la alta prostitución: lo mejor de cada casa!

Pero aún no he metido el dedo en la llaga. Lo haré: Sheldon Adelson exige que, en sus casinos, hoteles y demás lupanares de colores no tenga validez la Ley Antitabaco. Y miren ustedes: que un tipo acostumbrado a tratar con los piratas de Macao y los mafiosos rusos crea que las Leyes son como sus amantes, objetos de usar y tirar, no me sorprende. Lo que realmente me molesta es haber escuchado decir esta mañana en un informativo a doña Esperanza Aguirre, Presidente de la Comunidad de Madrid, que "evidentemente, la prohibición de fumar se cambiará".

Cómo que "se cambiará"? O sea, que después de la pasta que se han gastado los hosteleros españoles en reacondicionar sus locales; después de año y medio reeducando a los fumadores -que ya se lo saben como el catecismo- para que salgan a la puñetera calle si quieren echarse un cigarrito; después de tanto gasto, de tanto dinero, de tantas molestias causadas a los dueños de los bares... Ahora viene un multimillonario en plan Míster Marshall; un tipo podrido de pasta que no quiere contribuir pagando impuestos ni Seguridad Social, que no entiende qué narices significa el concepto Estado; ahora viene un güisquero con vaya usted a saber cuántos cadáveres sobre sus espaldas y pone boca abajo las ideas de Contribución, Solidaridad y Justicia... Y los políticos le bailan el agua? De verdad que van a derogar la Ley Antitabaco para contentar a este sinvergüenza? Sólo para su club Las Vegas en Madrid, o la van a derogar para todos?

Pero qué país es éste? Hasta qué oscura sima nos quieren hacer caer? Los 16.000 puestos de trabajo prometidos son un motivo suficiente para bajarnos los pantalones de esta manera? Y aunque fueran cien mil! Qué clase de empresa es ésa cuyo patrón no quiere pagar a la S.S. durante dos años? Qué especie de pirata es el que se niega a pagar impuestos hasta que no le vea la punta al negocio? Qué pintan los niños de 16 años en un puto casino lleno de putas de lujo cuyas putas puertas gobiernan dos putos gorilas con su puta nariz plana? Es esto lo que queríamos para España? Esto? Un paraíso fiscal -ante nuestras narices- con el que blanquear todo el tráfico de armas de Singapur, toda la prostitución de Macao y todos los enjuagues y negocios oscuros de Yankilandia? En eso quieren Aguirre y Ana Botella convertir Madrid? En un inmenso lupanar lleno de humo y de historias de perdedores? Ojalá resucitara Carlos III y expulsara de España a latigazos a este viejo fascista que pretende saltarse todas las reglas del Estado!

Cuando alguien se vende por dinero; cuando utiliza como mercancía su intimidad, su esencia personal más profunda, se hace necesario usar un término contundente: prostitución. Las pobres mujeres que han caído en una espiral vital autodestructiva, o que han sido esclavizadas por bandas de proxenetas no encuentran más salida que continuar vendiendo su cuerpo por dinero: se prostituyen. Los deportistas que venden su resultado en la competición a cambio de dinero, se prostituyen. Los jueces que dan y quitan la libertad a cambio de dinero, se prostituyen.

Lo mismo le pasa a las Leyes: si una Ley se cambia al antojo de unos cuantos políticos porque en la mesa se ha puesto un fajo de billetes grasientos, esa Ley, desde ese momento y hora, es una Ley prostituida. Una Ley que por motivos crematísticos cambia repentinamente, deja ipso facto de ser modelo y espejo de comportamiento para pasar a ser una puta más de las muchas que, por desgracia, vagan en bolas por los arcenes de las carreteras a la salida de las ciudades.

Lo diré aún más claro: si la Ley Antitabaco deja de aplicarse a causa de las exigencias degradantes del complejo lúdico-hotelero que este tipo insolidario quiere montar en España, la Ley Antitabaco, a partir de ese momento, será una Ley bien puta. Pero puta putísima!

Y, claro, Esperanza Aguirre se convertirá, si esto sucede, en la mayor alcahueta que vieron las Españas: será, a mi pesar y al de sus votantes madrileños, la mamporrera mayor del Reino; y, por supuesto, la madama del puticlub.

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jueves, 21 de junio de 2012

Pataditas



Yo no tengo ni idea de fútbol. Dicho queda.

Asumiendo esta realidad, y pese a todo, ardo en deseos de decir algo respecto a lo que se está viendo y oyendo en los medios de comunicación; me refiero a este aluvión de críticas que los jugadores y el entrenador de la Selección Española de Fútbol están recibiendo, como una lluvia de chuzos y granizo.

No puedo creerlo! No puedo sufrir que seamos los españoles los que estemos machacando a nuestra propia Selección! Especialmente, habiendo pasado a cuartos de final! Una selección de futbolistas profesionales que hace cuatro años ganó este mismo campeonato: la Eurocopa; que es como ganar tres cuartos de Mundial. Una selección que hace dos años escasos nos hizo olvidar a Zapatero y sus babas durante unos días, cuando ganamos nada menos que el Mundial de Fútbol! La Copa del Mundo! Del mundo entero!

Parece mentira que yo, alguien que no sabe nada de fútbol, un mísero interino de conservatorio al que le van a reducir el sueldo por enésima vez en los próximos días, tenga que salir a defender a unos multimillonarios de veintitantos años cuyo peor pecado, en mi opinión, es que tienen un gusto deplorable en cuanto a su propio pelo: no hay ni uno que pueda presentar una cabeza digna!

En la época del Rey Felipe IV, proliferaron en España lo que se conocía entonces como arbitristas, y que no eran otra cosa que gente preocupada por España que le escribían al Rey pliegos de cartas enormes creyendo haber hallado la solución a los males del Reino: unos, arremetían contra los labradores; otros, contra los eclesiásticos; éstos, que si la solución estaba en cerrar los puertos; aquéllos, que todo se arreglaría si los españoles dejaran de comer tanto cerdo. Y, en definitiva, cada uno de los miles y miles de arbitristas creía haber dado con la solución a los problemas de España. Por fortuna, los secretarios y validos de la Corte -amén del propio Rey, que estaba a lo suyo- hacían oídos sordos a casi todo lo que les llegaba de tantos iluminados. No por ello se salvó España de la decadencia, pues ya era imposible arreglar lo que desde Felipe II estaba mal encaminado y peor gestionado; pero al menos no se volvieron locos aplicando cada una de las soluciones parciales que los arbitristas sugerían: soluciones en su mayor parte absurdas; surrealistas, a veces; y, en cualquier caso, aisladas del gran problema general que abatía al Reino, y que no era otro que la inminencia del final de un ciclo hegemónico: se acababa para siempre el Imperio español. Y a otra cosa.

España ha sido siempre una nación poblada por arbitristas; en todas las cafeterías, en todos los bares, en todas las tascas de pueblo hay siempre un Senado desde el que se solucionan, a base de tinto y aceitunas, los grandes problemas del país. Dadle una cerveza a un español y nacerá ante vuestros ojos un Cicerón, un Churchill, un Catón, un Disraeli, un Protágoras y hasta un Mussolini. De todo sabemos, los españoles! A todo le damos solución, sin contemplaciones! Los políticos, a la puta calle! Los sindicatos, a vivir del aire! El Senado, a tomar por culo! Los bancos, a la ruina y que se busquen la vida! Yo dejaría de pagar las hipotecas, todo el mundo a la vez! Yo haría que la gente sacara todo el dinero de los bancos, al mismo tiempo! Aquí el tema se arreglaría expropiando los dulces de las monjas! Enfín...

Lo mismo pasa con la Selección Nacional de fútbol (a la que me niego a llamar La Roja, pese a la presión de los diseñadores mediáticos): que si no se puede jugar con un falso nueve (Dios mío! Qué es un falso nueve? Un cuatro?); que si lo que pasa es que nos quedamos mucho tiempo en el propio área; que si Del Bosque está equivocado en el planteamiento; que si aquí lo que hace falta es sacar a Torres desde antes de que abran el estadio; que si la táctica cual; que si el 3 - 4 - 3 - 1; que si el 4 - 3 - 3 - 1; que si el número Pi; que si la cuadratura del círculo; que si tal y si pascual...

Quiénes se creen los españoles que son éstos que visten el uniforme de la Selección? Acaso creen los celtíberos que estos tíos de la camiseta roja llevan sólo unos meses jugando, y en partidos de pueblo? Es que por ventura los hemos sacado del Villagarcía Club de Fútbol o de la Balompédica de Santa Aurelia? Piensan los españoles que Iniesta, Torres, Xavi, Casillas, Ramos, Navas y toda la cohorte de malospelos que nos representan no han visto un césped en su vida? Con quién se creen que éstos se la han jugado sino contra los mejores jugadores de fútbol del Planeta Tierra, fundiéndoselos a todos el glorioso 11 de Julio del Año de Nuestro Señor de 2010 ante miles de millones de espectadores de todas las razas?

Y aunque ahora perdieran en cuartos de final y se tuvieran que volver a sus casas: qué? Acaso habría que terminar con ellos en el aeropuerto, a silletazos? Tan exigentes somos con estos especialistas, que, habiendo pasado a cuartos, les andamos buscando los fallos, las cosquillas y las debilidades? Tan fácil es pasar a cuartos de final en la Eurocopa?
Qué país éste: España! Cuánta sabiduría encierra cada español, en sí mismo! Reconcentrada, prístina, luminosa y feraz, nos envuelve a cada español un aura divina, una luz cósmica que todo lo ilumina y todo lo descubre! Es la ciencia infusa! El conocimiento profundo de todas las Leyes Inmutables! Cada español que nace es una Enciclopedia del Saber, una nueva Biblioteca de Alejandría!

Cómo nos atrevemos a darle lecciones a Vicente del Bosque; a sugerir que saque a éste y meta a aquél; y cuándo y dónde y en qué momento? Pero quiénes nos creemos que somos? Si el 99'9% de los que tanto hablan -y disponen y corrigen-, en su puñetera vida han hecho otro ejercicio que el de levantar una fuente de papas aliñás para traerla de la barra a la mesa? Qué nuevos estrategas tenemos aquí? Qué tácticos son éstos, los españoles, que darían lecciones al mismo Julio César desde lo alto de las lomas germánicas; que corregirían a Gengis Khan, a Alejandro Magno y al mismísimo Napoleón Bonaparte, con la cervecita en la mano y la barriguita pugnando por salirse del pantalón?

Pero de qué estáis hablando, barrigones de cerveza, hartos de coles, perezosos, holgazanes, sochantres, papafrailes, montunos, arrecogidos? Si en vuestra propia casa no movéis un dedo cuando veis que vuestra sufrida esposa está bregando con dos niños a la vez y preparando la cena y cogiendo el teléfono? Si en la puñetera vida habéis dado un paso al frente para solucionar un problema en la oficina en la que trabajáis, en el colegio en el que dais clases, en la fábrica donde apretáis tornillos; si tenéis menos luces que el sótano de Marilyn Manson!

Qué vanidad! Qué soberbia! Y qué indecencia! Habría que veros a vosotros, eruditos de tertulia, entendidos de salón, expertos jugadores de barra de bar, calzando las botas de tacos y en mitad de un estadio lleno hasta la bandera, sabiendo que os miran con lupa más de mil millones de espectadores y que os encontráis frente a 11 tíos (los contrincantes) que responden al nombre de Ronaldo, Robben, Benzema, Özil, Klose... Qué haríais, entonces, oh sabios extraordinarios? Qué haríais?

Os lo digo yo: pataditas daríais. Pataditas.


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martes, 19 de junio de 2012

Diecisiete Reinas.



Hay una película argentina, de Fabián Bielinsky (lamentablemente, muerto a los 46 años de un infarto súbito), que he visto cuatro o cinco veces y vería otras cinco más: Nueve Reinas. En mi opinión, es una de esas películas perfectas, orgánicas, redondas; una obra maestra del cine mundial; un ejemplo de relojería suiza de precisión. Nueve Reinas podría compararse a los cuartetos de cuerda de la última etapa de Beethoven, en los que, si alguien cambiara una sola nota, un solo acorde, un mínimo signo de dinámica (forte, sforzando) se vendrían abajo, pues sería ni más ni menos que intentar modificar La Perfección.

Hablar aquí por extenso de Nueve Reinas me llevaría días y días de escribir y corregir; y a ti, lector, horas pegado a la pantalla luminosa, lo cual se me antoja una tortura imposible. Tranquilidad: no lo voy a hacer. Pero debo traer a colación una secuencia memorable de las muchas que la película tiene. Y es la siguiente:

Marcos (encarnado por el maravilloso actor Ricardo Darín), un estafador de poca monta, se encuentra en los lujosos servicios de caballeros de un hotel de cinco estrellas en Buenos Aires junto a Juan (Gastón Pauls, el otro extraordinario actor, cuyo personaje algo taciturno y como atormentado se asocia con Marcos/Darín, por azar, en una estafa delirante). Éste, Marcos, le dice frente a los espejos de los lavabos que si "por guita" haría "de puto"; es decir: si te dieran dinero, te dejarías dar por detrás? Juan, muy digno, rechaza tal posibilidad: los hombres no le gustan; su dignidad no está a la venta. Marcos insiste y coge un puñado de toallitas de papel y las usa como si fueran billetes de 100 dólares: le pone un montón de toallitas sobre el lavabo: "Por 10.000 dólares, lo harías?" "De ninguna manera!", responde Juan, ofendido; colocando otro montón de toallitas, insiste Marcos: "Por 20.000?" "No", responde muy serio Juan. Marcos insiste: "Y por 50.000 dólares?" Juan se ofende algo menos, pero aún se ofende: "No! Claro que no!" Entonces, Marcos coge el mazo entero de toallitas y las coloca solemnemente sobre el lavabo: "Y por 500.000 dólares?" El otro se queda en silencio, como considerando la posibilidad de dejarse encular por cualquier desconocido que le ofreciera medio millón de dólares. Su dignidad y su hombría, innegociables hasta hace un momento, parecen estar siendo reconsideradas ante la posibilidad remota de tal oferta. Juan no responde nada; pero mira muy pensativo el montón de toallitas.
Marcos/Darín se acerca a su oído y le dice: "Te das cuenta? Putos no faltan; lo que faltan son financistas."

Desde 1978, el mapa político territorial español se ha ido ajustando y definiendo; en poco tiempo quedaron constituidas las 17 comunidades autónomas que conforman la estructura geopolítica de España. A ellas, hay que sumar las dos ciudades autónomas (¿...?) de Ceuta y Melilla, que Alá proteja.

Estas diecisiete comunidades, con el paso del tiempo y merced a la negociación con el Estado, han ido añadiendo eso que se ha dado en llamar competencias, y que no son otra cosa que la posibilidad de gestionar las atribuciones habituales del Estado: la Sanidad, las carreteras, la Educación, los puertos y aeropuertos, etc.
Esta gestión competencial ha conseguido doblar y hasta triplicar el número de personas dedicadas a tales menesteres. Como coches en doble y triple fila, inmovilizando los unos a los otros, las administraciones han sufrido en España un proceso de elefantiasis que, de vivir Larra ahora, volvería sin duda a pegarse el tiro en la sien.

Este exceso de funcionarios en las distintas administraciones superpuestas se agrava más aún si tenemos en cuenta ese invento asombroso que se conoce como empresa pública: ni más ni menos que otra capa más de Administración (holográfica, virtual en muchos casos) cuyos trabajadores seleccionados por quien corresponda hacen el trabajo que muchos de los funcionarios de la Administración autonómica (o estatal) deberían haber hecho pero no hacen. Dios sabe por qué.

El chorreo de dinero ha sido y sigue siendo sideral. Las arcas del Estado, con 17 administraciones paralelas y cada una de ellas con sus empresas públicas -sin vigilancia alguna- pidiendo más y más, han sido esquilmadas, hundidas, desfondadas. Los canales de televisión autonómicos (ETB1, ETB2, ETB Sat, Canal Sur 1, Canal Sur 2, Canal 9, Telemadrid, Tele Albacete, Murcia qué hermosa eres, Zaragoza no se rinde, Catalunya Visió 1, 2, 3 y 33...) han dilapidado miles y miles de millones de euros; decenas de miles de millones de euros. No podemos hacernos una idea de lo que nos hemos gastado en estas televisiones provincianas y cerriles. Quién ve Arrayán? Por Dios! Quién ve Arrayán!!!?

Pero la hora de devolver competencias al Estado está llegando. Qué se creen ustedes que buscan los inversores extranjeros (los mercados: el coco)? Por qué creen ustedes que no levantan el pie que oprime el cuello del Gobierno español? El siguiente paso es la poda -discriminada pero intensiva- de esta maleza constituida por malas hierbas y enredaderas en que nuestra Administración se ha convertido; nos van a exigir la limpieza urgente de las administraciones autonómicas: esa masa selvática poblada de animales agazapados que suele rodear y esconder los templos mayas en las películas de Indiana Jones y que en nuestro caso oculta un extraordinario universo de inútiles duplicados y mantenidos.

Entonces clamarán al Cielo los nacionalistas. Perdemos soberanía! Catalunya no pot consentir aquesta intromissió! Galtzen subiranotasuna! Europa txakurra! Y el hecho diferencial (quién sabe qué será eso?) será un clamor elevado al cielo por los profesionales de La Diferencia.

Ahora bien: cuando ya no haya dinero para pagar las nóminas a los funcionarios castizos; cuando los gobiernos autonómicos vean que se viene abajo el Retablo de Maese Pedro -con Don Gaiferos y la bella Melisendra- debido a las estocadas terribles que amenazará con propinar el corte del grifo... Entonces se acabarán las consideraciones y la pompa; serán arrancados de raíz los melindres independentistas; se sofocarán con mantas mojadas los tufos reivindicativos de las castas jesuíticas; y desaparecerá durante mucho tiempo la pedantería nacionalista, verdadero colesterol cultural que nos esclerotiza a todos los demás.

Es decir: cuando de verdad ya no podamos más, los que mandan en el mundo pondrán sobre los lavabos cientos de miles de millones de toallitas, a condición de que desaparezcan estas competencias agolpadas unas sobre otras, este marasmo administrativo que ha producido la hipertrofia de las autonomías. En ese instante, los dignísimos políticos nacionalistas dejarán a un lado su asco de personaje femenino de Jane Austen y reconocerán que pertenecen al Estado español. Así de fácil.

Y entonces, en mi interior y sin que nadie pueda evitarlo, escucharé gloriosamente a Ricardo Darín diciéndoles "Os dáis cuenta? Putos no faltan, lo que faltan son financistas".


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domingo, 17 de junio de 2012

Yo soy griego


Independientemente del resultado de las elecciones que hoy se están realizando en Grecia (a esta hora de la tarde aún ni siquiera han cerrado los colegios electorales), quiero decir algo:

Esta mañana he escuchado en la radio a un griego de 50 años; un hombre que hablaba muy bien español y que, en entrevista en directo desde Grecia, le decía a una famosa locutora española a la que no trago (no sé por qué escucho su programa los sábados y domingos por la mañana!) que era arquitecto técnico, aunque hacía más de un año que no tenía trabajo; ahora no tenía ni siquiera subsidio de desempleo y comía de la caridad, esperando cola a diario para que le dieran su plato.
Este hombre no lloraba, no se quejaba; no exigía al Estado ni a nadie que se hiciera cargo de él; sólo planteaba una cuestión: el hastío por la cantidad de insultos que cada día, desde hacía un año y pico, le dedicaban a él y a su país los alemanes y particularmente la Merkel. "Estoy harto de que nos llamen vagos y estúpidos", decía; "en Grecia hemos trabajado como el que más; la inmensa mayoría de los griegos nos hemos levantado antes del amanecer para ir a nuestros trabajos. Ahora lo hemos perdido todo, pero no sabemos por qué". Y luego, añadía "los griegos nos sentimos cerca de los españoles; y de los italianos y de los portugueses. Somos la Cultura del Mediterráneo. Estoy harto de que nos insulten a diario; están acabando con nuestra Cultura".

Este hombre de mi misma edad me ha emocionado hasta el punto de que se me han saltado las lágrimas escuchándole. Como digo, no se quejaba de la situación a la que este huracán destructor que acompaña los planes de Alemania le ha llevado (nos está llevando a todos); ni siquiera despotricaba contra los políticos de su país o de Bruselas; no. Lo que reclamaba era respeto por lo que significa Grecia; por lo que significan los países mediterráneos. Respeto: sólo eso.

En mi opinión, y habiendo leído más de uno y más de veinte libros de alguien que hace ya casi 100 años se preocupaba extraordinariamente por el futuro de Europa -Ortega y Gasset: uno de mis modelos vitales-, pienso siempre que si éste levantara la cabeza y viera cómo se ha intentado construir su viejo sueño (los Estados Unidos de Europa), empezando por el tejado -la moneda única!-, se daría de testarazos contra la tapa del ataúd para perder la conciencia cuanto antes y regresar al mundo de los que no sienten al grito de "No es esto! No es esto!"

En un universo en el que el Libre Mercado ha sido confundido dramáticamente con la Vida Real, es lógico que estas cosas ocurran: antes de hacernos sentir copartícipes de una Unidad Superior (Europa); antes de dotarnos con unas leyes fiscales comunes; antes de hacernos comprender que deberíamos ceder más de la mitad de nuestra Soberanía particular (la española, la francesa, la italiana, etc.) en aras de una Soberanía común (la europea); antes que nada, digo, hemos acuñado una hermosa moneda con un glorioso nombre: el Euro. Y luego, a la cabeza del tren de los locos, se han puesto Alemania y Francia, con ese prurito que tienen siempre los más listos de la clase para arrogarse responsabilidades y competencias que quizás no estaban preparados para asumir.
Francia y Alemania, hace pocos años, decidieron inyectarse cientos de miles de millones de euros para recortar sus flecos sueltos. El Banco Central Europeo, servil y meneando el rabo, se plegó a las exigencias del tándem franco-alemán. Sin embargo, para los países del Sur de Europa, los vagos y maleantes que conformamos eso que los anglosajones han dado en llamar PIGS (cerdos), la tabla de medir ha sido bien distinta: cuando ha llegado el dinero del BCE ha sido en forma de rescate, con muy malas palabras, condiciones extremas y una plétora de encorbatados vigilantes de patio carcelario.

Grecia no ha sabido estar a la altura de lo que se les exigía; o no ha podido. Quizás, de manera inconsciente, no ha querido. El caso es que, salga hoy lo que salga en las elecciones griegas, esto no tiene arreglo. No lo tiene. No creo que lo tenga.

Y no tiene arreglo porque se ha empezado por el final: la moneda única debería haber sido la consecuencia de unas cuantas décadas de Alta Política; de unos cuantos años de conocimiento mutuo; de reconocimiento mutuo, añadiría. Una, dos décadas habrían bastado para unificar legislativa, fiscal, laboral, socialmente a los europeos; cada país habría mantenido su idiosincrasia, como no podría ser de otra manera, pero habríamos entrado en un proceso de concienciación, de pertenencia a una mega-tribu. Después, y cayendo por su propio y metálico peso, habría devenido el Euro como moneda única. En 2020 (dentro de pocos años), seríamos los Estados Unidos de Europa; y no sólo epitelialmente, sino con músculos y sangre y huesos; y hasta con mocos!

Pero lo que se pergeñó hace más de quince años en los despachos del Norte europeo se hizo con criterios exclusivamente económicos. Corrijo: criterios macroeconómicos, que, como toda persona con dos dedos de frente sabe, son aquéllos que superan y obvian la economía real, cotidiana: la economía de dimensiones humanas. Vamos a hacer una Europa de gigantes! A ver: los griegos, los italianos y toda esta chusma portuguesa y española, a operarse las piernas! Dentro de diez años tenemos que medir, todos, un metro ochenta y seis! Y el que no lo mida... Ay, del que siga siendo bajito!

Los países mediterráneos no hemos podido llegar a esa altura aria, a esos estándares protestantes; algunos, casi llegábamos, pero ni por ésas! Otros, directamente se han pulido el dinero del alargamiento de piernas en alargarse otras partes del cuerpo. Muy mal! Muy mal hecho! Y ahora nos lo piden con intereses, aunque algunos estemos cerca de alcanzar el estándar exigido.

En Europa sólo ha habido tres civilizaciones que han marcado su impronta, a fuego y para los restos, en todo el Continente: la griega, la romana y la española. La griega, aportando no sólo el Arte clásico, el Teatro, la Matemática y la Filosofía, sino -y especialmente- la Democracia: valores esenciales que han transido la Cultura Occidental haciéndola posible. Roma, creando un Imperio que debería dar una lección a estos políticos actuales que desde Bruselas nos riñen: la Legislación Común; el Derecho Romano, piedra angular de la civilización occidental y envidia y modelo de muchos países actuales. Y España, aunque en menor grado, abriendo un puente entre Europa y las Indias Occidentales en los Siglos de Oro. Desde el Sur podríamos dar lecciones ex cátedra de cómo hay que articular un súper Estado común.

Desde luego, no es así, riñendo, insultando, llamándonos bastardos como se crea un foro común. Alemania jamás ha podido crear un Imperio: sus góticas maneras, sus gruesos trazos de walkiria dominante no le han permitido jamás escribir con una caligrafía sutil. El Idealismo alemán se perdió en la oscuridad de sus filósofos, empeñados en ocultar en palabras de sonoridad romántica los conceptos que ya los griegos habían iluminado con mucha menos retórica dos mil años atrás. Los únicos intentos germanos por pergeñar una Europa común (sic) dieron pie a las dos grandes guerras mundiales, ambas comenzadas por Alemania y de tan trágico y lamentable resultado. Ahora, la táctica es diferente; pero no se crea un Imperio acuñando unos billetes preciosos e instalando al cobrador del frac en la puerta de las casas particulares; igual que no se empieza una relación de pareja teniendo un hijo antes de darse el primer beso. Estas formas germánicas, es evidente, no son adecuadas para crear un Imperio. Que se lo digan a Alejandro Magno; o a Julio César.

Da igual lo que mañana salga del resultado de las elecciones griegas: si sale el partido proeuropeísta, aunque fuera por mayoría absoluta (que no saldrá), de nada servirá; porque lo que está pasándonos no es un problema de que Grecia quiera o no quiera seguir "en el euro" (terrible expresión que deja de manifiesto la ausencia de intereses transnacionales que deberían haber sido previos a la aparición de una moneda única), sino que, sencillamente, se ha querido construir una súper Alemania sin tener en cuenta la respuesta de la economía real, verdadera, doméstica y de vecindario. Se nos ha obviado a los napolitanos, a los atenienses, a los lisboetas, a los cacereños, a los dublineses; y no estoy diciendo con esto que los mediterráneos no seamos gente trabajadora que lucha por su familia y su trabajo: hasta ahí podíamos llegar! Digo, solamente, que desde el primer momento se nos ha llamado Países Periféricos. Países periféricos!!! Como si el centro del Universo fuera Alemania y los demás unos orbitales molestos!

Pues me temo que todo el Mediterráneo, retorciéndose y gritando de dolor por salvar de la serpiente a sus hijos, como el Laocoonte, se haya vuelto Grecia. El Sur de Europa, entero; los PIGS; los cerdos, nos retorcemos con un grito aterrador en nuestras facciones; nos estamos helenizando. Yo, desde luego, me siento más griego que nunca.


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viernes, 15 de junio de 2012

Rumbera


Desde que me mudé al centro de Sevilla no cojo el coche así me maten; voy al trabajo en autobús; a la compra, a pie; y a determinados puntos de la ciudad, en bicicleta. Cuando ya la cosa se pone complicada, pillo un taxi y problema resuelto.
Ayer cogí un taxi a primera hora de la mañana -antes de las 9- para ir a un asunto. El taxista llevaba la radio puesta; en la pantalla digital del sintonizador se podía leer, en grandes letras, qué canal de radio estábamos escuchando: RUMBERA.

No sé si este canal se llama Rumbera Radio, Rumbera FM, Rumbera en la Onda o simplemente Rumbera; el caso es que la música que programaban aquella mañana era salsa: ondulantes sones apuntalados por el tumbao del bajo y salpimentados por una sección de metales que, por su dulce sonido, parecía extraída del mismísimo corazón de Glenn Miller.

Pasamos entre la estallante estatua del Cid y la antigua Tabacalera, que es desde hace décadas la Facultad de Derecho; había más tráfico del que últimamente suele haber, pero era fluido. El sol, desde esa temprana hora, ya estaba dando muestras de querer ser hijo adoptivo de Sevilla. Al pasar entre la Glorieta de Bécquer y el teatro Lope de Vega, por las ventanas abiertas del taxi entraba el aroma de los árboles exóticos del Parque: un aroma de un dulzor caníbal que, fijado en la nariz, me empujaba a contemplar el teatro como si fuera un templo medio oculto en algún rincón del Amazonas.

Luego, el taxi enfiló la avenida de La Palmera hacia el Campo del Betis, y toda la amanecida luz del río inundó el coche. Rumbera nos regaló una canción de Camela, ese familia desestructurada cuya voz femenina, prehumana, se empeña en hacer hiato en todos los diptongos: vïolencia; caüsaste; renïega. Algún coche de caballos iba en dirección contraria: hacia el barrio de Santa Cruz. Los motoristas, como un enjambre de cascos baratos, se empeñaban en tapar los semáforos.
Al pasar junto al Líbano, los barrenderos fluorescentes procuraban quitar del suelo los vasos de plástico, las bolsas de la botellona nocturna y las latas de cerveza baratas; Rumbera entraba en un éxtasis tonal entregándonos, desollada, a Gloria Estefan, cuya voz desgarradora pero amable nos aseguraba que su tierra era linda, que su tierra era bella. En las cercanías de la avenida Reina Mercedes, donde están situadas las Facultades de un buen número de carreras universitarias técnicas, pude ver cómo atravesaban de un lado a otro de la avenida jóvenes mujeres con carpetas grandes; barbudos muchachos con tubos en donde guardar planos, proyectos fin de carrera o fin de curso; universitarios con gafas y pantalones pirata; todos caminando hacia su Facultad, andando mientras se despertaban.

Y de repente me percaté de que algo pasaba; quiero decir: me di cuenta de que algo no pasaba; algo no estaba pasando desde hacía diez minutos. Iba en el taxi, por el medio de mi ciudad, y veía los bares abiertos, la gente yendo a sus trabajos, a sus oficinas, a sus colegios, a sus negocios; los universitarios caminando hacia las aulas de la Facultad; los barrenderos limpiando y los cocheros dejándose arrastrar por sus caballos en busca de turistas. Qué era esto? A qué venía esa sensación de actividad, de energía urbana, de ciudad reventando por vivir? Qué elemento nuevo venía a ponerme delante de las narices el brillo inexplicable de esta ciudad sin límites; la vida repentina de esta Sevilla tan vapuleada?

Buscando atropelladamente en la piel del cerebro, di con la clave! Este aluvión de sensaciones productivas era debido a la ausencia de las tertulias radiofónicas! La no presencia de los comentaristas económicos bastaba para poder disfrutar de la luz de la mañana! La radio que sonaba no era la SER, ni Onda Cero, ni la Cope, ni RNE. Era Rumbera! Rumbera, que acertaba en cada momento a colocar la canción más adecuada! Sólo música bailable! Nada complejo; nada denso: sólo música!

Hice la gestión para la que fui y, al regresar, cogí otro taxi. En éste, la radio hablaba de la economía europea, del euro y de la madre que lo parió. Los colores de la ciudad, al regresar, y pese a estar el sol más alto que antes de las 9, casi no lucían; las personas a nuestro alrededor carecían de actitud: se limitaban a desplazarse, como muñecos mecánicos. El Parque de María Luisa no olía a nada, y se hacía evidente que el caballo del Cid estaba hecho del más frío bronce.
Me bajé huyendo del taxi, casi sin recoger el cambio por no sufrir más esos análisis tremendos que hacían los contertulios radiofónicos de no sé qué cadena. Subí a mi casa y cogí el carrito de la compra para ir al mercado de la Puerta de la Carne, que está al lado de donde yo vivo (una suerte!). Le puse al móvil los cascos y, de camino al mercado, busqué y busqué Rumbera; no tuve mucho éxito al principio, pero en una de esas vueltas al dial de la radio del móvil ...la trinqué! Allí estaban la Encarni y la Toñi: Azúcar Moreno; cantando no sé qué nimiedades del amor.

Me dije: "Rumbera: ya te tengo!" Y, escuchando a Azúcar Moreno, entré en el mercado, en donde me esperaban los olores picantes de la carne adobada, la inminente fetidez del pescado, la dulzura del melón, la pregunta llena de prevención de las señoras mayores: "es usted el último?" Y, en suma, la vida productiva que no entiende de finanzas: la vida real, llena de olores, sabores y texturas. Rumbera señalándome los puestos llenos de frutas, de tomates, de lechugas-roble; la familia siciliana del enorme puesto de la recova mostrándome con una mirada de soslayo que hoy sí hay croquetas de cola de toro; Rumbera, que si esta tarde vi llover, vi gente correr y no estaba yo; la luz del glorioso mediodía sevillano entrando como rompimientos de Gloria por entre el armazón de Eiffel del techo del mercado; la vida entera viviéndose a sí misma; el tendero de las gafas de pasta, preguntándome si me voy a llevar hoy los chicharrones de Cádiz, que están para creer en Dios. Pues claro que me llevo los chicharrones! Porque quiero llevármelos! Porque Rumbera me lo permite! Porque Rumbera me deja vivir!


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sábado, 9 de junio de 2012

Una posguerra sin bombas.



Dónde están los cultivos de tomate calcinados? Dónde, los campos de patatas destruidos? Llevamos acaso cinco, seis o siete años de alguna ignorada sequía que haya acabado con nuestras cosechas? Han muerto de alguna peste bíblica las vacas, los cerdos, los animales de las granjas españolas?
Nos han reventado los puentes en alguna guerra? Las carreteras españolas acaso han sido bombardeadas, destruidas? Han sido borrados del mapa por algún cataclismo los aeropuertos, los puertos marítimos y las vías férreas? Hemos sufrido alguna epidemia mortal que haya diezmado la población dejando sólo supervivientes mutilados?
Acaso el océano mar nos ha aplastado, lanzando sobre nuestro territorio tsunamis apocalípticos que hayan convertido en escombros la mitad de nuestra costa? Han llegado quizás los barcos mercantes a parar al techo de la Mezquita de Córdoba? La cadena volcánica que nos atraviesa ha rugido y bramado arrojando sobre nuestras cabezas desvalidas toda la ceniza del estómago ardiente de la Tierra?

No! No, por cierto!

Entonces, si no hemos sufrido años de sequía, inundaciones, terremotos brutales, tsunamis, pestes, cataclismos, epidemias ni guerras; si en estos últimos siete años no hemos perdido las cosechas ni han muerto nuestros animales, a qué viene este rechinar de dientes, este rasgar de vestiduras, este rosario de la aurora?

Las épocas de crecimiento, hasta hace no muchos años, surgían de los períodos de paz continuada; el pueblo trabajaba y la tierra producía; las industrias florecientes lo eran por el tesón de sus empresarios y por la productividad de los trabajadores. No habiendo guerra, ni catástrofes ni espantos, sólo cabía esperar mejoras en la vida de cada uno; en nuestras manos estaba, en estos períodos florecientes, construir nuestro futuro.

Pero esto que está ocurriendo desde hace unos años y que hoy nos estalla en la cara cada mañana, cada mediodía almorzando nada tiene que ver con no haber echado de comer a las vacas, o no haber regado los tomates; no es el resultado de una guerra feroz ni de una cadena de tsunamis apocalípticos. Esto que ocurre y que tiene al nuevo Gobierno de España con ojeras oscuras y corriendo sobre alfombras de pasillo a pasillo; esta calamidad que se nos ha venido encima no es el producto de que usted y yo no hayamos acudido cada día a nuestro trabajo, puntuales, duchados y con espíritu laborioso.

No. Esto es otra cosa.

Alguien que no daba clases en mi conservatorio y que no controlaba los ciclos del cultivo de patatas; alguien que no patrullaba vestido de verde por las carreteras y que no pasaba consulta en el ambulatorio de su barrio decidió arriesgar en su negocio los valores abstractos que supone un producto financiero. Como él, otros hombres que no abrían cada mañana los escaparates de su tienda de electrodomésticos ni apretaban las tuercas en una cadena de montaje decidieron arriesgarse igualmente. Total: eran valores abstractos!

En el universo de las finanzas, la virtualidad tiene la facultad de ser real; porque la Realidad del concepto Finanza es, en sí, una Entelequia, un Valor de Cambio, algo conceptual : un débito, un rédito, una acción. Son números que se mueven en colores y que se han vuelto orgánicos por un prurito de Voluntad: la voluntad del agente de Bolsa. Este maravilloso y caótico universo está íntima, musculosa, sanguíneamente relacionado con la Banca. Son un totum revolutum; son la pinza y el ojo y la concha del cangrejo.
Y lo que en las finanzas ocurre, ocurre porque hay unos hombres de carne y hueso que hacen cositas. Ninguno de estos hombres pasa la noche de guardia en su farmacia; ni se lleva exámenes de Historia a su casa para corregirlos. Ninguno de ellos conduce un taxi durante catorce horas al día, ni se sube a un escenario a tocar el violín. Ganan dinero virtual que luego traducen en objetos perecederos. Juegan al Risk con nuestros virtuales ahorros, con nuestras nóminas abstractas y puntuales. Y hace unos años sacaron los pies del tiesto y se arriesgaron a hacer lo que un verdadero hombre de empresa jamás habría hecho: jugarse el tipo con virtualidades futuras.

No pidieron consejo ni permiso; fueron adelante con los faroles; y cuando se les vino el cielo encima de sus cabezas, exigieron a sus conocidos -los políticos- que les echaran un capote. Así lo hizo el gobierno de Zapatero, después de haber despilfarrado las arcas estatales durante cuatro años en florilegios pedantes llenos de miembros y miembras. Luego, los que han llegado al Poder (sic) hace unos meses no han hecho más que aplicar medidas leoninas, castigos decimonónicos y palos en la espalda dictados por gobiernos y lobbys extranjeros.

Mi sueldo ha sido recortado tres veces; he dejado de dar mis modestos conciertos porque no hay ayuntamiento, asociación ni entidad cultural que pueda permitirse pagar una actuación; he creado la única orquesta minimalista que hay en España y ninguna universidad nos puede contratar, pese a lo que les gustaría, porque no hay dinero. No puedo ni pensar en irme de viaje, y mis compras de libros han sido reducidas a la nada: he vuelto a releer los que tenía, que son muchos.

Pero no he sido yo el que dejó de ir a su trabajo puntualmente; ni el que se arriesgó con el dinero de todos. Sin embargo, somos los músicos, los profesores, los taxistas, los carniceros, los médicos, los empresarios reales, los operarios y los oficinistas los que hemos sido condenados a repartirnos el peso del castigo que deberían sufrir unos pocos -poquísimos!- sobre las espaldas de todos.

Ya es tarde para evitar esta injusticia. Todos estamos ligados a nuestro modelo de Sociedad. Desde Rousseau, esto es lo que hay. De acuerdo. Y no me queda otra que agarrarme los machos y esperar los años que hagan falta para que afloje la galerna. Todo lo sufriré. Todo. Y sin echarme a la calle a quemar contenedores; para qué? Más gasto? No.

Pero todo lo sufriría con mejor ánimo si por los mismos púlpitos desde donde se nos cuenta cómo está la cosa (la radio; la tele; la prensa) viera pasear cada día a cinco tíos de éstos camino de Alcalá-Meco; cada semana cuarenta financieros, cada uno sentado al revés sobre una mula y con un capirote pintado de llamas; cada mes, doscientas cincuenta y siete personas, entre brókers, ejecutivos de la Banca y políticos implicados: todos ellos a la cárcel; con nombres y apellidos publicados; y deshonradas sus familias hasta la cuarta generación.

Todo estaría dispuesto a sufrirlo sin alzar la voz ni la hoz si comenzara a ver un reguero diario de culpables identificados, estigmatizados y condenados a varios años de prisión. Porque es mucha la furia contenida diariamente, y sería bueno y regenerador para el espíritu del Pueblo comprobar cómo se hace Justicia; y los políticos deberían ir organizando ya un Nüremberg en la madrileña calle de García Gutiérrez. Sólo hay que designar un Tribunal especialmente designado ad hoc. Porque no debe ser muy difícil averiguar el nombre y los apellidos y el domicilio fiscal de estos irresponsables. Sinceramente, creo que ya ha llegado la hora de hacerlo, porque ellos han sido los verdaderos criminales de este terremoto sin escombros, de este tsunami sin olas y de esta posguerra sin bombas.


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lunes, 4 de junio de 2012

Ni Iglesia, ni mar, ni Casa Real.

En el siglo XVI ya era costumbre entre los españoles decir que, en España, había sólo tres vías por las que llegar, si no a hacer fortuna, al menos a huir del hambre: "Iglesia, o mar, o Casa Real". Es decir: o uno entraba por el sacerdocio a vivir del estipendio eclesiástico, del que la mayoría de los que lo intentaban no superarían jamás el rango de sacerdote raso, quedando los obispos, arzobispos, prelados y cardenales sólo para aquéllos cuyo linaje fuera aristocrático; o se hacía a la mar como grumete aspirante a conseguir la propia mercadería, pasando calamidades y penurias, sorteando piratas, turcos y demás morralla marinera hasta acabar estableciéndose como comerciante; o entraba a servir al Rey como soldado, sufriendo tardanza en las pagas, incomodidades y enfermedades, si no la muerte; porque servir al Rey en su propia casa, siendo camarero o secretario, estaba vedado a quienes no fueran, como poco, condes.

Lo dice Cervantes en la Primera Parte de Don Quijote, por boca del Cautivo, uno de los personajes que alargan -más que ensanchan- con su peripecia personal la divina novela: Iglesia, o mar, o Casa Real. Y esto lo dice Cervantes en 1605! Es decir: aún no había llegado con toda su crudeza el declive económico y social español! Tendrían que transcurrir más de 50 años para que la poderosa influencia del Imperio hispano quedara barrida de la faz de Europa.
Aún así, a los machacados españoles de 1660, con todo su espanto a cuestas, aún les quedaban tres salidas para huir del hambre: la carrera eclesiástica, la mercadería de ultramar -pirarse a las Indias Occidentales- o servir al Rey.

 Pero qué nos queda a nosotros? Qué alma de Dios (y nunca mejor dicho) querrá abrazar hoy la carrera eclesiástica, cuando a los curas de pueblo casi no les da el mísero sueldo para comer? Quién querrá estudiar años y años de Teología para luego tener que competir con las oenegés, cuyos miembros, además de estar mejor vistos, disfrutan libremente de los placeres del sexo? Quién quiere hoy día dedicarse al Comercio? Viendo cómo las empresas pequeñas han sucumbido, las pocas medianas que quedan agonizan y hasta las grandes chapalean en un lodo financiero inexplicable, quién se atreverá a hacerse empresario en esta España teledirigida desde el Norte de Europa? Y no hablemos ya de la Casa Real! Suponiendo que no se instaure la República de aquí a dos años (bastará con que el Rey diga alguna inconveniencia para que se le quiera linchar definitivamente), quién querrá servirle? O, traduciendo y adaptando la frase manierista: quién querrá alistarse al Ejército español? Un ejército constituido prácticamente por inmigrantes suramericanos ante cuya visión en formación entran ganas de gritar, como Trillo, "Viva Honduras!" Un ejército al que Zapatero descafeinó para hacernos creer que en sus jeeps llevaban los mundos de Yupi allá donde fueran; un ejército mal pagado que, con estos recortes definitivos que se avecinan, empezarán a pensarse para qué me metí yo aquí?

Busco y rebusco y no acierto a encontrar qué alternativas actualizadas nos quedan a los españoles para dar la espalda al hambre que se nos avecina, que ya está aquí en cientos de miles de hogares. Qué otras salidas? Quizás el pequeño mercado por internet, que consiste en menudeo: ventas personalizadas de productos manufacturados por uno mismo. O bien, meter los arreos en dos maletas e irse de España a cualquier otro país. O multiplicarse y hacer pequeños trabajos que den poco dinero, pero muy variados: llevarles las maletas a los turistas; servir copas; pescar barbos en el Guadalquivir; limpiar la candelería de las Hermandades a tanto el candelabro.

Para mí, que además de español soy andaluz y de Sevilla (la ciudad del paro y del orgullo); que, para más inri, soy músico y ando herido con el estigma del interino, lo que me queda es fabricarme un aleluya de cartón e irme por los caminos recitando coplas de ciego a cambio de un guiso recalentado.
Y Dios quiera que no me asalten los maleantes! Porque ésta va a ser la peor época de la Historia de España: mucho peor que la de la Decadencia a la que nos llevaron los tres Felipes (II, III y IV); para colmo, nuestro próximo rey será otro Felipe!

Qué panorama! Enormes, las semejanzas con el Siglo XVII. Sólo que, en esta ocasión, a los españoles no nos quedan ni Iglesia, ni mar, ni Casa Real.

Vale.


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