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martes, 28 de abril de 2009

Bruni

Lo que me excita de la Primera Dama francesa no es su elegancia próxima al dolor; ni el ángulo tenso y terrible que produce su falda hacia el final inaudito de su talle; ni siquiera la caída descuidadamente perfecta de su melena, que oculta y muestra a la vez esos ojos que todo lo han visto. No se trata de su cuerpo, que es maravilloso. Lo que me altera de la Bruni es la conjunción perfecta entre hormonas y poder que ha despertado en Sarcozy, ese hombre bajito de 54 años.

El actual Presidente de la República Francesa me inspira, me seduce, me tiene en el bote también. Un hombre que, sin pensárselo mucho, se sube a un avión en París y se larga a Yamena, al Chad, para rescatar a unas azafatas españolas… Y lo consigue! Dios! Desde ese instante, comenzó a formar parte de la galería de mis héroes. Pero no sólo por la acción realizada, sino porque lo hizo él personalmente; no utilizó intermediarios. Como en los tiempos del Rey David, el símbolo y la carne mortal se unieron para realizar la hazaña.

Sarcozy miraba a los ojos a Bush y éste le apartaba la vista. Toca, e incluso soba a la Merkel; porque es un hombre carnal. Obama no le hace sombra. Dice que Zapatero no es muy inteligente (manera suavísima de decir lo que yo llevo diciendo desde antes de sufrir a éste como Presidente del Gobierno), y pocos días después viene a España y es recibido con amor hasta por el mismo Zapatero.

Qué tiene este hombre? Yo os lo voy a decir: este hombre tiene Amor, con mayúsculas. Porque la Bruni le ha restaurado las hormonas. El Presidente de la República Francesa huele a macho adulto, reconstituído y dispuesto; por las mañanas, satisfecho de su procacidad entre las sábanas de raso, retoma la sartén del Mundo; la compañía infinita de la Bruni le siembra de estrellas cegadoras su intenso corazón. Planea, discute, construye, destroza, cambia la faz del Planeta con la seguridad asombrosa que confiere la dopamina a los enamorados. Domina los misterios cortesanos; va dos leguas por delante de la Política, porque el Amor lo lleva en andas. Es un hombre de acción; no se pierde en discursos. Escandaliza su carnalidad, su hormonalidad, su peste salada de macho ahíto.

Vivir junto a una diosa; yacer entre las piernas del Olimpo; abandonarse durante horas a la contemplación del extraordinario vientre de la Bruni -como el que mira a los ojos de Medusa implorando una muerte inminente- confiere una disposición espiritual en la que se comprende el Universo, una serenidad cósmica en la que todo encaja. Porque Carla Bruni no es una cantante; ni una modelo de alto estandin; ni ha sido sólo la novia de Eric Clapton o de Mick Jagger. La Bruni ha acumulado en su magnífica piel todo el entramado cultural desde Yeats hasta Emily Dickinson, desde Coco Chanel hasta Emmanuel Ungaro; posee una rara luz que no se puede ocultar; una angulación en su columna, un rumor de sedas en su desplazarse de un salón a otro, un perfume de feromonas sacrílegas que todo lo envuelve. La Bruni es la destrucción de la voluntad, la suma perdición, la prístina esencia de la femme fatal, el túnel de luz iridiscente en el que quiere morir el propio genio.

Yo ya tenía interés por Sarkozy; pero nunca me había parado a observar en profundidad a su hembra. Ahora la he mirado detenidamente y creo haberla visto. Creo haberla percibido en toda su magnitud. He comprendido el alcance de sus gestos; la incandescencia de sus sueños. Ya puedo dormir tranquilo, porque sé que el Mundo está en manos de un hombre que no quiere morir; un hombre bajito y carnal, cuya máxima aspiración es que todos sigamos vivos para que constatemos su propia felicidad; un hombre cuyo último pensamiento, antes de dormirse, feliz, cada noche, es un sonido casi mineral que resume todo el placer de la tierra: Bruni.

1 comentario:

  1. Jjajajajajjajaja, tio eres la polla, jajajajajja,....muy buena descripcion, cualquiera diria que estas por los huesos de la Bruni, que coño, todos lo estamos....

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