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martes, 20 de mayo de 2014

Mi Rey, mis negocios.



Vaya por delante que no soy monárquico; que creo que una República es algo más sano y moderno, más inmediato al ciudadano que una Monarquía. Pero soy persona de orden (que se decía antes) y acepto la situación del Estado español sin aspavientos ni banderas, y con la esperanza de que en algún momento encontremos un punto de inflexión incruento en el que virar hacia un modelo más acorde con nuestro tiempo. Dicho lo cual...

Me parece fantástico que el Rey Don Juan Carlos viaje a los países árabes acompañando a los empresarios españoles con el fin de romper el hielo musulmán y hacer de pontífice (que tiende puentes) entre éstos y aquéllos. Es magnífico que estos musulmanes, hipermillonarios hasta la náusea, sólo quieran recibir en sus geométricas y doradas estancias a personas de sangre real. Ello hace que nuestro Rey sirva a su país como mediador, relaciones públicas y embajador. Para algo práctico debía servir la Monarquía! No sólo como tótem para nostálgicos de épocas pretéritas!

Estupendo, pues. Pero...

Cuando mi Rey acompaña a empresarios españoles a estos países medievales lo hace para que estos hombres de negocios sean recibidos, atendidos y escuchados sin peligro de que cualquier jeque de éstos les manden cortar la mano izquierda por un descuido comiendo cordero. Don Juan Carlos actúa de escudo protector, de guía espiritual y de abogado de almas, pues hace décadas que entabló amistad con estos tiranos del medioevo; o con los padres de éstos; y le conceden su confianza por la sencilla razón de que es un Rey. Un Rey europeo, para más inri. Un Rey de los de antes!

Pero cuando mi Rey lleva de la manita a estos mercaderes a hacer negocios "para España", mi Rey lleva en el bolsillo de su carísima chaqueta la Soberanía de los españoles: mi porción de Soberanía nacional. Don Juan Carlos soporta en su ajada columna vertebral la Soberanía de todos los españoles, y, cuando mete la mano en el couscous saudí mientras gasta una broma real, además de estar contribuyendo a que los dineros saudíes se los embolsen los constructores españoles, está comiendo couscous soberanamente; es decir: todos los españoles nos concentramos en esa porción de couscous que el monarca se embucha en su real garganta.

Por lo tanto, somos todos los españoles, representados en la egregia figura de nuestro Rey, los que abrimos el camino a estos empresarios para forrarse con el AVE a la Meca, con la construcción de la-Mezquita-más-grande-que-vieronlos-Siglos o con la ampliación del Metro de Abu Dabi.

Y eso me parece bien. Me alegra que los españoles hagamos negocios boyantes en todo el planeta. Y, seamos pragmáticos: aunque haya que taparse las narices; porque para estrechar la mano de aquéllos que aún obligan a las mujeres a ir tapadas de arriba abajo; para firmar acuerdos económicos con quienes no han levantado un dedo contra la lapidación a las mujeres adúlteras; para llegar a acuerdos con quienes no dudan de la bondad de ahorcar a las mujeres musulmanas que se han casado con un cristiano, hay que tener estómago, eh?

Seamos prácticos; seamos racionales; apoyemos a nuestros empresarios: muy bien. Pero si van con un sherpa real que les abre el camino para que puedan coronar estos ochomiles complejísimos, deben aceptar que es el Pueblo Soberano Español el que, a través de la figura del Rey Juan Carlos, les está abriendo las puertas de las alcobas de estos jeques antidemocráticos y absolutistas.

Por lo tanto, y siguiendo con la lógica empresarial, estos hombres de negocios, estas empresas ciclópeas, estas constructoras megalíticas deben dar algo a cambio a los españoles. Es decir: nosotros les prestamos al Rey, que es lo mismo que prestarles nuestra Soberanía, para que den un uso de Él (de Ella); un uso claramente beneficioso para sus planes empresariales. Muy bien. Pero creo que no está claro aún qué recibimos los españoles a cambio de esta cesión utilitaria de nuestra Soberanía común.

Alguien sabe si estas empresas tienen firmado con el Estado español algún convenio de intercambio de beneficios? Es decir: nuestro Rey les sirve de mamporrero en los bussines, y, a cambio, esas empresas se comprometen a construir algún centro cívico? Algún hospital infantil? Alguna Universidad? O campos de deporte; o parques y jardines? O se comprometen a financiar la investigación contra el cáncer? Enfín... Algo?

Me suena a mí que no. Y de nada nos sirve que alguien diga que los beneficios de esas megaconstrucciones son ingresados en cuentas bancarias españolas; o que Hacienda recibe su parte proporcional al final del Ejercicio anual. No, por Dios! Porque eso se da por sentado! Faltaría más! Lo que nos quedaba es que esos miles de millones de euros fueran a parar a paraísos fiscales que no tributaran a la Hacienda española!

Me refiero a que, además de tributar (yo tributo, tú tributas, etc.), estos empresarios claramente beneficiados por mi Rey, por mi Soberanía, deben dar, a cambio, algo que redunde en beneficio de aquéllos en quienes la Soberanía reside. Y no sólo la tributación a Hacienda; ni que el capitalazo ganado se mueva por los bancos españoles (que ya eso no es como antes! Porque no dan crédito alguno!), sino que se comprometan por escrito y ante notario a devolver al pueblo español parte del inmenso beneficio que la presencia y mediación de nuestro Rey les ha permitido ganar. Y que, sin ese pontificado real, jamás (que quede claro: jamás) habrían logrado.

Dicho lo cual, creo que estamos en condiciones de exigir a estos empresarios de alcance internacional no sólo que cumplan la Ley fiscal y tributen en España (que eso se les supone!), sino que agradezcan nuestra cesión de la Soberanía edificando para los españoles, aportando capital para la investigación, construyendo colegios, carreteras, hospitales o centros geriátricos. Porque algo han de dar a cambio.

Y si no, que no cuenten más con el Rey Juan Carlos -con mi Rey- para hacer negocios; porque están utilizando mi Soberanía sin mi permiso!

2 comentarios:

  1. Te felicito por tu análisis de la realidad. Totalmente de acuerdo. Desgraciadamente este país (España) se lo han repartido entre cuatro amigotes, también su economía, que es un clarísimo y sangrante capitalismo de amigotes que incluso amenazan a los Gobiernos con largarse si no se les da todo lo que piden (por mí que se fueran, seguro que otros mejores ocuparían su lugar), mientras que millones de españoles no tienen la menor oportunidad de llevar a cabo un proyecto de vida.

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  2. Fantástico, pensaba que nadie leía ya a Ortega.

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