No sé por qué llamamos ola de calor africano a estas temperaturas que nos machacan periódicamente; puede que vengan del cielo de África, pero no las fabrican allí; y ni los Gobiernos africanos ni su sociedad civil tienen parte alguna de responsabilidad en que el Planeta genere sus sofocos en el aire y los mueva donde le plazca sin pagar aduanas ni aranceles, sin pedir permiso a la Merkel ni al Bundesbank. Enfín (todo junto y acentuado, sí): que yo le quitaría los colgajos geopolíticos y la dejaría en ola de calor tremendo.
Pues bien: no sé si será por esta ola de calor tremendo que asola los paisajes de Mairena del Aljarafe, aquí en Sevilla, o por el veranito que nos están dando nuestros representantes electos con su manía de aplicar medidas dictadas desde fuera de España, en esas ciudades pulcras y ajardinadas en donde desconocen estas olas de calor recurrentes; pero lo cierto es que, cada día que pasa, veo cómo nos encaminamos sin remisión hacia un conflicto internacional de proporciones imposibles de calibrar.
Tenemos la sensación (y cuando utilizo el
plural es porque lo huelo a mi alrededor) de haber sido abandonados a nuestra
suerte por los políticos que elegimos para que se hicieran cargo de nuestros
problemas. Todos los políticos: Gobierno y oposición. Todos. No se les oye; no
se les ve en la tele.
Acaso han desaparecido? Es de suponer que no!
Pero pasan tanto tiempo en los pasillos de los altos hornos de Bruselas, de
Berlín y de vaya usted a saber qué otro foro, que han descuidado la delicada
tarea de asomarse a menudo al balcón de los medios de comunicación españoles
para que sepamos que aún respiran.
Tengo la certeza de que están vueltos de
espaldas; tan prendidos de los ojos de la Hidra, tan hipnotizados por los
cantos de sirena del Euro que ningún bálsamo ni bebedizo podrá ya volverlos a
la Soberanía que abandonaron. Estamos solos, navegando en el mar de los
sargazos en el que la enfermedad autoinmune que le ha surgido al Capitalismo de
toda la vida ha convertido nuestra Realidad.
Y es que, en mi opinión, los empresarios
clásicos, los hombres de negocios de siempre, los verdaderos emprendedores, cuyo objetivo último en
la vida ha sido desde siempre producir, manufacturar, urdir una red comercial
que les permita crecer y extenderse están siendo barridos del mapa por una especie de enfermedad inesperada que le
ha salido en las vísceras al Capitalismo. Ningún verdadero empresario habría vislumbrado,
ni en su peor pesadilla, el exterminio de las clases medias y el subsecuente
empobrecimiento del Pueblo; sencillamente porque las clases medias son y han sido desde hace cientos de años
la madre nutricia del Comercio: para todo hombre de negocios, nuestro
empobrecimiento es su suicidio.
Es por eso que yo, que no tengo la más remota
idea de Economía, intuyo sin embargo que el triunfo planetario del Capitalismo,
que se ha instalado cómodamente hace ya décadas (sin más resistencia que
Estados anecdóticos como Corea del
Norte o Cuba), lleva dentro su propia destrucción, su enfermedad autoinmune,
cuyo nombre terrible es de todos conocido: la Ingeniería Financiera.
Y es que una cosa es el Comercio y otra bien
distinta son las Finanzas. Montar una fábrica de ladrillos y procurar la mejor
calidad y la máxima difusión del producto que allí se cuece (nunca mejor dicho)
es una cosa; y otra bien distinta es lanzar la propia empresa a jugar en la
Bolsa. Cualquier historiador sabe que la Bolsa es un invento de finales del Quattrocento que en el Cinquecento llegó a expandirse y a
seducir a banqueros, burgueses acaudalados, terratenientes y gobernantes
atrevidos. Tan es así, que las grandes bancarrotas de la Historia, antes
impensables, comenzaron en el siglo XVI: recordemos a Nuestro Señor Don Felipe
II y sus sucesivas quiebras generales, que llevaron el dinero de las Américas a
manos de los banqueros genoveses y centroeuropeos dejando a España esquilmada y
al Imperio Español a los pies de los caballos, ocasión que aprovecharon
inmediatamente los por aquellos siglos mediocres países europeos (Francia,
Italia, Alemania e Inglaterra) para tumbar al gigante español de una vez y para
los restos.
La Bolsa… Qué es la Bolsa sino virtualidad,
chismorreo, humo? Qué tiene que ver la construcción de planchas de acero con la
especulación bursátil? Cómo puede tener más influencia en el Comercio el
nombramiento o el cese inminente de un ministro que los años de experiencia de
un industrial en la fabricación de cocinas? Es impensable, no? Sin embargo, así
es! Y la cuestión es ésta: el Comercio responde a la Vida Real mientras que la
Bolsa es pura especulación, puro espejismo, pura posibilidad. Pero esta
virtualidad se traduce en ganancias o pérdidas inmediatas de Capital: un juego
crudísimo que destroza familias enteras o ensalza a auténticos patanes en un
golpe de fortuna.
Siendo así, el Capitalismo ha llevado una vida
expansiva desde el siglo XIV hasta antes de ayer; porque, conteniendo en sí
mismo el germen de su propio dolor, ha sabido siempre poner coto a un exceso de
virtualidad, logrando imponer la visión de la Realidad en todo momento. La
única vez que se le fue de las manos y descuidó la producción para atender en
exceso los juegos de azar fue en 1929; y ya saben ustedes lo que pasó: vino el
Crack y luego la Gran Depresión, que afectó a los yankees -principales
responsables de la debacle, como ahora- y luego asoló Europa, dando lugar a que
la amargura y la impotencia de los ciudadanos, privados de repente de sus bienes,
sus trabajos y sus costumbres, vieran con una enorme tolerancia la llegada y el
ascenso de la chusma fascista, gentuza impresentable que si en los alegres
Veinte eran motivo de burla y chanza en las fiestas, en los Treinta lo fueron
de terror; y en los Cuarenta, de espanto y destrucción.
Sin embargo, ahora estamos ante una escalada
mucho peor que la que provocó el Crack del 29. Ahora, viendo como se está
viendo que países enteros están siendo asaltados por una extraña e inexplicable
Voluntad Mercantil (los Mercados; la
Bolsa; las agencias de rating); que
sus gobiernos han sido depuestos sin necesidad de utilizar las armas (Islandia,
Irlanda, Grecia, Portugal, Italia… y próximamente España); asistiendo
diariamente a las consecuencias terribles de estos envites, la agresión
continúa, inmisericordemente. La enfermedad autoinmune que asola Europa y que
está dentro del Capitalismo, lo ataca
inmisericordemente y está acabando con él.
Es lo que tienen las enfermedades autoinmunes:
que son los mecanismos de defensa del propio organismo los que se atacan a sí
mismos, pues no reconocen como propias determinadas proteínas; las creen un
elemento invasor y se lanzan a su destrucción. Del mismo modo, los elementos
financieros que durante siglos han convivido con el Capitalismo, y que fueron
generados por éste para su crecimiento, su expansión y su defensa, se vuelven
contra él: las agencias de rating
definen un objetivo (un Estado! Con todos sus trabajadores, sus hijos lactantes
y sus vendedores de zapatos!); lo marcan con una estrella de David; en la Bolsa
se apartan de él como si fuera un apestado; sus valores virtuales caen en
picado; piden ayuda –también virtual- a países no señalados por el dedo de
Dios; éstos exigen medidas restrictivas a cambio. Y cuando ya no pueden más (porque no hay gobernante democrático que sea
capaz de estrangular a sabiendas a su
propio pueblo), han de ser sustituídos por un equipo técnico (los tecnócratas!
Los hombres de negro!) que viene del Norte: hombres enjutos con gafas oscuras y
sin gestos delatores; equipos directivos sin amigos ni conocidos en los
estamentos del Poder; gestores que sólo han de rendir cuentas al Bundesbank; ni
siquiera a la Merkel.
No se dan cuenta de lo que está ocurriendo. Son
una enfermedad autoinmune. Porque si se percataran de que están acabando con la
Clase Media europea, la que les compra los televisores, los frigoríficos, los
coches de alta gama; si se dieran cuenta de que empobreciendo al Sur de Europa
están creando las condiciones óptimas para una revolución sangrienta, tengo la
certeza de que estos devaneos financieros llevados adelante con la excusa de fortalecer el Euro cesarían de
inmediato.
Pero no sólo no aflojan, sino que no cesan de apretar. Los grandes
inversores, los súper capitalistas de siempre han dejado de venir a España en
los últimos meses, porque están contemplando, aterrorizados, que esto se les
está yendo de las manos. Nadie quiere invertir en un país estigmatizado por
esos glóbulos blancos que antes servían para defendernos y ahora se han vuelto
irresponsablemente contra el organismo que los sustenta.
El Capitalismo tiene una enfermedad autoinmune;
lupus eritematoso o cualquier otra barabaridad: no soy médico, ni tengo idea alguna
de cómo llamar a esto. Pero sí tengo las luces suficientes como para augurar la
muerte inminente del Capitalismo clásico, que tan bien ha funcionado durante
siete siglos (con sus luces y sus sombras, por supuesto). Más que muerte, es un
suicidio. Y nuestros políticos, elegidos por el Pueblo para que nos gestionen
la Soberanía, se han dado la vuelta y, como abducidos, se han convertido en parte esencial de esos glóbulos blancos
que han perdido la capacidad de reconocernos como Su Organismo.
Si no ocurre un milagro civil (por descontado, una
Revolución), estamos a punto de presenciar el Fin de Occidente; en nuestro
lugar, en nuestras ciudades y en nuestros barrios emergerán costumbres y gentes
extrañas que nos gobernarán: las de los pueblos que hasta ahora considerábamos
tercermundistas. Adiós a la idea de Libertad. Adiós al concepto lineal de
Progreso.
Es evidente que no sé nada de Economía; pero
como no paralicemos la Bolsa, como no acabemos con las agencias de rating; como no seamos capaces de hacer
algo que corte por lo sano (por lo poco sano que queda!) esta enfermedad
autoinmune que está acabando con Europa, asistiremos estupefactos a nuestro
propio funeral como Cultura. Y quienes irán dentro de la caja, entrelazadas sus
manos, serán Europa y los Estados Unidos de América.
Hola Eduardo
ResponderEliminarMe tomo la liberta de compartir contigo estos dos videos:
http://www.youtube.com/watch?v=X1fR3ZhFDkQ
http://www.outono.net/elentir/2012/06/27/fraude-un-excelente-documental-sobre-las-causas-de-esta-crisis/
Te veo en el video que tiene en el tube cabreao mu cabreao diria como ... todos los indignos que cabilamos y le damos a la olla todos los dias . Gente raritas . del tube al blog esta bien este articulo . Yo de Sevilla como tu, de la ciudad de la gracia y de la desgracia, SEVILLA ME MATA. muy de la movida esta frase. sevilla me mata y los sevillanos me rematan. Pues cabreate eso es mu nuestro con una cruzcampo todo solucionado. Estos malnacidos politiquillos son el egendro que nosotros emos fabricao, son nuestros. niños consentidos mal criao pero nuestros , por gilipollas. saludos https://www.facebook.com/#!/antonio.roncel
ResponderEliminarUlises: gracias por los dos enlaces extraordinarios que me has dejado en tu comentario; he tardado tres días en verlos enteros (estoy de mudanzas), pero han merecido la pena. Sensacionales! Qué cantidad de información! Y el doctor Huerta de Soto es un verdadero comunicador.
ResponderEliminarGracias y un saludo.
Desde luego, esta noche te has lucido en INTERFACHERIA
ResponderEliminarEso de Interfachería, te define rápidamente como todo el que no está de mi lado.. está en mi contra. Mala costumbre de llamar facha al que no piensa como yo!
ResponderEliminarSeguro que, sálvame de luxe eata mucho mas en linea con tu pensamiento. Saludos
Me gustan muchas de tus ideas y estoy de acuerdo con algunas de tus observaciones y denuncias. Pero, en efecto, no tienes ni idea de economía. Pero tiene solución. Busca cosas de la Escuela Austríaca de Economía, las hay editadas en español y empezarás a entender cosas en este plano. Saludos cordiales.
ResponderEliminarNo hace falta saber estadística o matemáticas para leer estos libros de Economía Política:
http://es.wikipedia.org/wiki/Escuela_austr%C3%ADaca
Muy buenos vídeos; sigue así.
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