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martes, 19 de junio de 2012

Diecisiete Reinas.



Hay una película argentina, de Fabián Bielinsky (lamentablemente, muerto a los 46 años de un infarto súbito), que he visto cuatro o cinco veces y vería otras cinco más: Nueve Reinas. En mi opinión, es una de esas películas perfectas, orgánicas, redondas; una obra maestra del cine mundial; un ejemplo de relojería suiza de precisión. Nueve Reinas podría compararse a los cuartetos de cuerda de la última etapa de Beethoven, en los que, si alguien cambiara una sola nota, un solo acorde, un mínimo signo de dinámica (forte, sforzando) se vendrían abajo, pues sería ni más ni menos que intentar modificar La Perfección.

Hablar aquí por extenso de Nueve Reinas me llevaría días y días de escribir y corregir; y a ti, lector, horas pegado a la pantalla luminosa, lo cual se me antoja una tortura imposible. Tranquilidad: no lo voy a hacer. Pero debo traer a colación una secuencia memorable de las muchas que la película tiene. Y es la siguiente:

Marcos (encarnado por el maravilloso actor Ricardo Darín), un estafador de poca monta, se encuentra en los lujosos servicios de caballeros de un hotel de cinco estrellas en Buenos Aires junto a Juan (Gastón Pauls, el otro extraordinario actor, cuyo personaje algo taciturno y como atormentado se asocia con Marcos/Darín, por azar, en una estafa delirante). Éste, Marcos, le dice frente a los espejos de los lavabos que si "por guita" haría "de puto"; es decir: si te dieran dinero, te dejarías dar por detrás? Juan, muy digno, rechaza tal posibilidad: los hombres no le gustan; su dignidad no está a la venta. Marcos insiste y coge un puñado de toallitas de papel y las usa como si fueran billetes de 100 dólares: le pone un montón de toallitas sobre el lavabo: "Por 10.000 dólares, lo harías?" "De ninguna manera!", responde Juan, ofendido; colocando otro montón de toallitas, insiste Marcos: "Por 20.000?" "No", responde muy serio Juan. Marcos insiste: "Y por 50.000 dólares?" Juan se ofende algo menos, pero aún se ofende: "No! Claro que no!" Entonces, Marcos coge el mazo entero de toallitas y las coloca solemnemente sobre el lavabo: "Y por 500.000 dólares?" El otro se queda en silencio, como considerando la posibilidad de dejarse encular por cualquier desconocido que le ofreciera medio millón de dólares. Su dignidad y su hombría, innegociables hasta hace un momento, parecen estar siendo reconsideradas ante la posibilidad remota de tal oferta. Juan no responde nada; pero mira muy pensativo el montón de toallitas.
Marcos/Darín se acerca a su oído y le dice: "Te das cuenta? Putos no faltan; lo que faltan son financistas."

Desde 1978, el mapa político territorial español se ha ido ajustando y definiendo; en poco tiempo quedaron constituidas las 17 comunidades autónomas que conforman la estructura geopolítica de España. A ellas, hay que sumar las dos ciudades autónomas (¿...?) de Ceuta y Melilla, que Alá proteja.

Estas diecisiete comunidades, con el paso del tiempo y merced a la negociación con el Estado, han ido añadiendo eso que se ha dado en llamar competencias, y que no son otra cosa que la posibilidad de gestionar las atribuciones habituales del Estado: la Sanidad, las carreteras, la Educación, los puertos y aeropuertos, etc.
Esta gestión competencial ha conseguido doblar y hasta triplicar el número de personas dedicadas a tales menesteres. Como coches en doble y triple fila, inmovilizando los unos a los otros, las administraciones han sufrido en España un proceso de elefantiasis que, de vivir Larra ahora, volvería sin duda a pegarse el tiro en la sien.

Este exceso de funcionarios en las distintas administraciones superpuestas se agrava más aún si tenemos en cuenta ese invento asombroso que se conoce como empresa pública: ni más ni menos que otra capa más de Administración (holográfica, virtual en muchos casos) cuyos trabajadores seleccionados por quien corresponda hacen el trabajo que muchos de los funcionarios de la Administración autonómica (o estatal) deberían haber hecho pero no hacen. Dios sabe por qué.

El chorreo de dinero ha sido y sigue siendo sideral. Las arcas del Estado, con 17 administraciones paralelas y cada una de ellas con sus empresas públicas -sin vigilancia alguna- pidiendo más y más, han sido esquilmadas, hundidas, desfondadas. Los canales de televisión autonómicos (ETB1, ETB2, ETB Sat, Canal Sur 1, Canal Sur 2, Canal 9, Telemadrid, Tele Albacete, Murcia qué hermosa eres, Zaragoza no se rinde, Catalunya Visió 1, 2, 3 y 33...) han dilapidado miles y miles de millones de euros; decenas de miles de millones de euros. No podemos hacernos una idea de lo que nos hemos gastado en estas televisiones provincianas y cerriles. Quién ve Arrayán? Por Dios! Quién ve Arrayán!!!?

Pero la hora de devolver competencias al Estado está llegando. Qué se creen ustedes que buscan los inversores extranjeros (los mercados: el coco)? Por qué creen ustedes que no levantan el pie que oprime el cuello del Gobierno español? El siguiente paso es la poda -discriminada pero intensiva- de esta maleza constituida por malas hierbas y enredaderas en que nuestra Administración se ha convertido; nos van a exigir la limpieza urgente de las administraciones autonómicas: esa masa selvática poblada de animales agazapados que suele rodear y esconder los templos mayas en las películas de Indiana Jones y que en nuestro caso oculta un extraordinario universo de inútiles duplicados y mantenidos.

Entonces clamarán al Cielo los nacionalistas. Perdemos soberanía! Catalunya no pot consentir aquesta intromissió! Galtzen subiranotasuna! Europa txakurra! Y el hecho diferencial (quién sabe qué será eso?) será un clamor elevado al cielo por los profesionales de La Diferencia.

Ahora bien: cuando ya no haya dinero para pagar las nóminas a los funcionarios castizos; cuando los gobiernos autonómicos vean que se viene abajo el Retablo de Maese Pedro -con Don Gaiferos y la bella Melisendra- debido a las estocadas terribles que amenazará con propinar el corte del grifo... Entonces se acabarán las consideraciones y la pompa; serán arrancados de raíz los melindres independentistas; se sofocarán con mantas mojadas los tufos reivindicativos de las castas jesuíticas; y desaparecerá durante mucho tiempo la pedantería nacionalista, verdadero colesterol cultural que nos esclerotiza a todos los demás.

Es decir: cuando de verdad ya no podamos más, los que mandan en el mundo pondrán sobre los lavabos cientos de miles de millones de toallitas, a condición de que desaparezcan estas competencias agolpadas unas sobre otras, este marasmo administrativo que ha producido la hipertrofia de las autonomías. En ese instante, los dignísimos políticos nacionalistas dejarán a un lado su asco de personaje femenino de Jane Austen y reconocerán que pertenecen al Estado español. Así de fácil.

Y entonces, en mi interior y sin que nadie pueda evitarlo, escucharé gloriosamente a Ricardo Darín diciéndoles "Os dáis cuenta? Putos no faltan, lo que faltan son financistas".


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Gracias, lector o lectora.



4 comentarios:

  1. Me encanta que haya gente que utilice la lengua española con tanta soltura y elegancia como tú para plasmar con palabras la realidad de nuestra situación. Felicidades.

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  2. Me quito el sombrero ante tu entrada. Gracias

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